- EXCELSIOR.COM.MX - A La Une - 26/Aug 07:39

Torcido

La palabra “tortura” deriva del verbo latino torquere, que significa torcer, haciendo referencia a la idea de retorcer los miembros para provocar dolor. El artículo 1 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes establece que: “Se entenderá por ‘tortura’ todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia [énfasis añadido]”. Tristemente, la humanidad inventó la tortura hace mucho: uno de los métodos documentados de tortura en la antigua Mesopotamia consistía en dejar morir a los condenados bajo el sol, encerrados adentro de jaulas de hierro. En el Egipto antiguo se aplicó la llamada “muerte blanca”, nombrada así por cómo quedaba la piel del occiso: pálida, después de atar a la víctima, desnuda o semidesnuda, a un poste a pleno sol en el desierto para que sufriera deshidratación, golpes de calor, quemaduras solares graves, delirios y, al fin, un fallo multiorgánico. Otro infausto ejemplo es el Toro de Fálaris, nombrado así en “honor” del tirano de Acragas (actual Agrigento, en Sicilia) que gobernó alrededor del 570, antes de nuestra era, y de quien se cuenta que disfrutaba, junto con sus invitados, presenciando sesiones de tortura con dicho instrumento, el cual consistía en una estatua de bronce hueca, con forma de toro, en la que se metía a un ser humano y se colocaba sobre una hoguera ardiendo. Los aullidos de dolor del torturado salían por la boca del toro y, como se colocaba incienso en la nariz de la figura para que no incomodara el olor a carne humana quemada, de ésta salía humo, lo cual le divertía porque le parecía que la escultura mugía de forma realista. En Roma se reservaba para los “enemigos del orden” la sella férrea, una silla de hierro bajo la que se colocaban brasas incandescentes para que se calentara progresivamente. Sobre ella se sentaba y ataba al condenado hasta que moría por un choque térmico o carbonización parcial, después de haber padecido el insoportable dolor de las quemaduras. De todo esto, lo que más debe asombrar es la existencia de seres humanos ingenieros-verdugos que imaginen, y a veces operen, los crueles instrumentos de tortura, sobre todo si se repara en que, posiblemente, les den los buenos días a sus seres queridos después de haber descansado a pierna suelta durante la noche anterior, sabiendo lo que han creado. Los célebres experimentos de psicología social de Milgram (1961, Universidad de Yale) y Zimbardo (1971, Universidad de Stanford) ya ilustraron que, para que los verdugos puedan idear y ejecutar formas de lastimar a otros seres humanos, requieren un adoctrinamiento ideológico, generalmente de clase o racial, que primero deshumanice a sus víctimas, como podrían ser, por poner un ejemplo: insistir en que los inmigrantes son criminales (violadores, narcotraficantes), meros animales, invasores o que acostumbran comerse a las mascotas de los residentes. RETORCIDO Por instrucciones del presidente estadunidense, el muro fronterizo ha comenzado a pintarse de negro. En las circunstancias típicas del desierto, el metal llegará a alcanzar los 80° C, provocando quemaduras instantáneas graves por contacto (un huevo comienza a freírse a 70° C).   Columnista: Silvano EspíndolaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0