Es de esperar –o, al menos, de desear– que la publicación, con las debidas garantías jurídicas y textuales, de «todos» los sonetos de amor...
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Las bodas suelen ser episodios en los que más se arroja la casa por la ventana. Como con Jeff Bezos, quien se ha pagado el gustazo de alquilar la ciudad de los canales: Venecia. No es cualquier isla paradisiaca del Índico. Todo para proclamar su amor de la manera menos íntima y discreta, opuesto a lo que suele gustar a los multimillonarios. La historia, la belleza, el 'glamour' al servicio de quien todo lo puede comprar ha quedado patas arriba por la satisfacción de un capricho más. Una boda en la colisión de dos Venecias: la de los guiris, de puertas a fuera, hacinados en las barandillas de Puente Rialto, o sentados en las escalinatas de Santa María la Mayor; y la de los ricos estrafalarios, que se dejaron notar. Y mucho. Todos cobijados bajo el mismo cielo protector, que no era frío, ni gris, como cuando Aznavour lloró su desamor. Todo en Venecia habla de amor. Las más de las veces de amor fresco, lozano, vigoroso, al que se entregan los jóvenes en cualquier esquina. Brazos entrelazados, caricias que se prodigan, porque no han de perder el tiempo en limpiar mascarillas faciales, ni desabrochar corsés. Una cabecita apoyada en un hombro; un bocata compartido, lejos de aquel langostino pelado que puede hacer estallar un vestido de veinticinco mil dólares. Las hermosas ventanas del hotel Danieli, hoy tristes porque la novia ya no está, separan las miradas indiscretas de los paseantes de quienes disfrutan de su interior. Qué curiosa Venecia, que tanto une, y a la vez tanto separa. ¿Será la distinta manera de sentir el amor? Enrique López de Turíso . Vitoria Todos los conflictos que se producen en el mundo los provocan la misma ideología y el mismo sistema político. El opuesto a la democracia y la libertad: el comunismo. Dirigido por dictadores y terroristas. ¿Por qué no lo dicen alto y claro cuando se reúnen una y otra vez los buenistas dirigentes de las democracias para acordar cuánto de los impuestos hay que invertir para protegernos de ellos? Que nos digan claro quien son los agresores de los que nos tienen que proteger. Y de que ideología son, si es que tienen alguna, o solo la de matar. Los políticos demócratas, pensaban que con la caída del Muro de Berlín desaparecerían todos los dictadores. No solo no han desaparecido, sino que han aumentado llenándose de armas. Las utilizan allí donde ven debilidad o incapacidad de los dirigentes. Las armas sirven para matar e invadir cualquier país democrático, es lo único que saben hacer. Destrucción, desolación y muerte. Y lo han hecho en un en el corazón de Europa a la puerta de nuestras casas. El precio a pagar es alto al estar amenazados permanentemente. Máximo de la Peña . Salamanca
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