- ELDIARIO.ES - Política - 26/Jun 20:23

Felipe González termina de romper con el PSOE de Sánchez

El expresidente pide la convocatoria de elecciones y asegura por primera vez que no está dipuesto a votar a su partido por el impulso a la ley de amnistíaFelipe González, el socialista que no sabe criticar a la derecha Y al séptimo año de Gobierno de Pedro Sánchez, lo reconoció. Felipe González no se siente representado por los valores que hoy defiende el centro izquierda español y reniega del PSOE, el partido que dirigió durante 18 años y con el que fue presidente otros 14. Apenas unos minutos antes de conocerse este jueves el aval del Tribunal Constitucional a la Ley de Amnistía, a González le preguntaron en Onda Cero si la medida de gracia implica la ruptura definitiva con las que siglas que representó. “Conmigo nunca contará nadie que haya participado en esto”, dijo para descartar lo que, en realidad, nunca pasó: que los socialistas puedan contar con él para sostener ninguna de sus banderas. Tras un aluvión de críticas inmisericordes a su partido, al Gobierno y al presidente, González fue cuestionado expresamente por si esa posición ideológica que hoy defiende implica que ya ni siquiera es votante del PSOE. “Ni al PSOE ni ningún partido que haya apoyado la ley de amnistía”, respondió sobre su futuro voto tras definir la ley como una “vergüenza” y una “barrabasada. Como resulta recurrente desde que Sánchez accedió a la dirección de Ferraz y desde que puso un pie en la Moncloa, González hiló durante sus respuestas la práctica totalidad de lugares comunes que conforman el discurso de oposición de la derecha. Desde el pacto con los “bilduetarras”, a la necesidad de una convocatoria electoral que libre a los españoles de este Gobierno o incluso la hipótesis de un amaño electoral, tesis a la que han dado pábulo esta semana José María Aznar y Alberto Núñez Feijóo. “Dice Sánchez que dos votos pueden definir el resultado de una elección y esa respuesta me ha parecido más dura y más peligrosa. Si hacen eso en unas primarias del partido, ¿qué no harán en unas elecciones generales?”, puso en duda el expresidente. Su renuncia pública a votar a su partido es el colofón, en realidad, de una deriva cada vez más alejada del lugar político que un día representó. Porque muy pocos en su partido sienten a estas alturas que cuando habla Felipe González lo hace en nombre de sus valores o del interés de su proyecto político. Y porque él mismo, de hecho, se embarcó hace años en la defensa acérrima y machacona de un ideario que resulta seguidista de las doctrinas de la derecha. “A mí me producen mucha tristeza esas declaraciones porque veo a un Felipe González que ha perdido todo el respeto y todo el prestigio que podía tener en la izquierda de este país. Un Felipe González que ha comprado el argumentario completo de la derecha”, llegó a decir el portavoz parlamentario de los socialistas, Patxi López, como muestra de la quiebra definitiva del PSOE con el expresidente. López invocó las palabras que Alfredo Pérez Rubalcaba pronunció a colación de la lealtad en la política. “La primera regla en un partido es ser leal. Leal no significa no decirle el jefe lo que hay que decirle (...) Cuando en un debate parlamentario ves a tu líder fajándose contra el adversario y no quieres que gane, tienes que plantearte seriamente qué haces en ese partido”, dijo Rubalcaba y recordó Patxi López, como sucinta invitación a González a replantearse, incluso, la militancia. En privado, entre las filas socialistas creen que la ofensiva dialéctica de Felipe González justo en este momento de máxima debilidad política del Gobierno tiene que ver con una sola cosa: empujar a la salida de Pedro Sánchez para cobrarse su venganza y volver a abrir la posibilidad de tener influencia real en Ferraz. Y no como ahora, que a diferencia de José Luis Rodríguez Zapatero (uno de los principales apoyos de Sánchez y su Ejecutivo), González no tiene ascendencia alguna en su partido. Y por eso el hombre que indultó a Vera y a Barrionuevo por el terrorismo de estado de los GAL o que vivió como presidente escándalos como el de Roldán o Filesa se atreve, creen el PSOE, a pedir la dimisión de Pedro Sánchez por la ley de amnistía o por la corrupción de Santos Cerdán. La mano de hierro de González con el PSOE o con la izquierda en general se acompasa, además, con una permanente mano tendida a la derecha e incluso con la justificación de los liderazgos de la ultraderecha. Lo hizo, por ejemplo, con Milei, con Meloni o hasta con Abascal. Cuando es preguntado por el líder de Vox, su respuesta más recurrente es aludir siempre a EH Bildu. “Yo no pactaría con Vox, pero tampoco con Bildu ni aunque me lo ordenara la Guardia Civil”, contestó a colación de los pactos del PP con la extrema derecha, cuyo auge, admite, nunca le quitó el sueño. “Le hemos regalado unas cuantas anomalías a Europa y esa no la teníamos. Bueno, ya estamos homologados en una anomalía más. Tampoco hay que preocuparse tanto”, dijo en 2018, cuando Abascal comenzaba a despuntar en las encuestas. Esa amabilidad ha llegado incluso a ser recíproca. En una sesión parlamentaria de hace cinco años. Desde la tribuna de oradores, la portavoz de una ultraderecha española que aún a día de hoy reivindica el legado del dictador Francisco Franco, ensalzó la figura del hombre que un día representó justo lo contrario. “Felipe González, desde aquí le doy las gracias, nosotros sí le reconocemos”, gritó Macarena Olona ante el aplauso de la bancada ultra. El reconocimiento de que el proyecto político que representan hoy las siglas del PSOE ya no le interpela ni siquiera como votante escenifica la quiebra definitiva entre Felipe González y el que fue su partido. Un secreto a voces, en realidad, del hombre consolidado ya como tótem de la derecha española.