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Las largas 'vacaciones' del 36 de unos niños toledanosEnrique Sánchez Lubián El inicio de la guerra civil les sorprendió en destinos tan dispares como la sierra de Gredos, las playas gallegas de Oza y las cántabras de Suances Desde los primeros años del siglo XX, el Ayuntamiento de Toledo organizaba colonias veraniegas para los niños de las escuelas de la ciudad. Con ellas, procuraba facilitar unos días de asueto, generalmente en zonas costeras del norte, a los hijos de obreros y trabajadores que no disponían de recursos. Esta práctica tenía un gran arraigo social y sobre ella ha escrito en varias ocasiones el historiador Rafael del Cerro. En el verano de 1936, tres colonias escolares partieron de Toledo. El inicio de la guerra civil les sorprendió en destinos tan dispares como la sierra de Gredos, las playas gallegas de Oza y las cántabras de Suances. Ante la imposibilidad de regresar a casa por los enfrentamientos bélicos que aquí se libraban, cada uno de estos grupos vivió una peculiar peripecia que alargó sus vacaciones más allá del tiempo previsto. Mediado el mes de junio de 1936, el alcalde Guillermo Perezagua hizo públicos los bandos anunciando las convocatorias para participar en las colonias escolares de aquel verano. Se ofertaban 50 plazas (mitad niños y mitad niñas) para estar en el Sanatorio Marítimo Nacional de Oza, en La Coruña, y 54 para viajar al Sanatorio 'La Serrota', en Gredos. Las estancias serían de un mes y a ellas podían optar niños y niñas de entre seis y catorce años, que asistiesen a las escuelas nacionales, municipales o particulares de la ciudad. Para organizar la primera de ellas, el ayuntamiento designó al concejal Luis García-Galiano, de quien ya hicimos referencia en esta serie al recordar los almanaques que Ramón Gaya ilustró para el obrador de mazapanes que éste abrió en México tras la guerra civil. El presupuesto de la colonia fue de 8.000 pesetas. El 24 de junio, en las páginas de 'El Castellano' se publicó la lista de los niños y niñas admitidos. El 13 de julio, en tren, los pequeños iniciaron su aventura. Iban acompañados por Cipriano Fernández, practicante de la Beneficencia Municipal y un subalterno del mismo. Al grupo se le agregaron diez niños más del Asilo provincial. Dos días después, Fernández telegrafió desde tierras gallegas diciendo que habían llegado bien. En cuanto al grupo que habría de ir a la sierra de Gredos, el ayuntamiento consiguió una ayuda económica de 7.000 pesetas que el alcalde Perezagua había solicitado al ministro de Instrucción Pública, Francisco Barnés. “Es preocupación constante de esta Corporación el organizar Colonias Escolares –decía en su escrito-, ya que la experiencia nos viene demostrando que sus resultados no pueden ser más halagüeños y beneficiosos para la salud de los niños que a ellas asisten por el notable progreso que se observa en su desarrollo, mejoramiento de su salud y en algunos, no pocos casos, desterrando un peligro cierto iniciado ya en su organismo endémico”. Para dirigir esta colonia se designó al maestro Esteban Granullaque Sánchez de Rojas, reconocido en la ciudad por sus iniciativas docentes y culturales. El 3 de julio, al igual que había pasado con la otra colonia, se publicó en la prensa local el nombre de los niños y niñas seleccionados. Una semana después partía la expedición, acompañada por el propio alcalde y algunos concejales. Apenas pasados unos días, Granullaque comenzó a publicar en 'El Castellano' una serie de crónicas sobre cómo había sido el viaje y el devenir de los pequeños en 'La Serrota'. “Nuestra primera excursión –se lee en una de ellas- ha sido al cercano pueblecito serrano de Cepeda de la Mora. Salvamos con facilidad el kilómetro y medio que nos separa y allí estuvimos el tiempo suficiente para volver antes de las ocho, que es la hora de la cena, cuando ya el fresco se nota y es preciso echarse los abriguitos encima y obliga a permanecer en los comedores con los guardapolvos puestos, por lo menos. Yo anoto en mi diario que las niñas son más revoltosas que los niños y la disciplina hay que imponerla a todo trance”.Petición de tebeos para las horas de reposo Estos relatos periodísticos se suspendieron a raíz del golpe de Estado contra la República. 'El Castellano' dejó de publicarse el 20 de julio y en su página cuatro se insertaba la última crónica de Granullaque. En ella, entre otras cuestiones, pedía a los toledanos que remitiesen a los niños ejemplares de tebeos como 'El Aventurero', 'Jeromín' o 'Pulgarcito', con los que “matar las horas monótonas del reposo que estos cincuenta y dos colonos suelen pasarlas como en forzada reclusión”. Pese a que 'El Castellano' dejó de publicarse, a través de las ondas de Radio Toledo, los toledanos siguieron conociendo noticias de la colonia. Incluso, quienes se encontraban encerrados en el Alcázar también estaban al tanto de esa información, así se reflejó en el boletín en ciclostil que los mismos editaron durante el asedio, señalando, el 13 de agosto, que, según esas emisiones, los niños de Gredos estaban bien. Año y medio después de esos días, en noviembre de 1937, Granullaque recordaba en las páginas de 'Imperio“' diario de Falange Española (FE) de las JONS editado en Toledo, cómo vivieron aquellos primeros días de la guerra: ”Cortada toda comunicación con nuestros familiares tan súbitamente, ocurrió que, aislados y encerrados por los altos picachos de las sierras circundantes, quedamos anonadados ante la ausencia absoluta de orientación alguna que nos explicara lo que en España estaba ocurriendo. Pasaron días y días y cada vez se alejaba más la esperanza de romper el recinto estrecho que nos ahogaba hasta que fuimos conformando con el infortunio que tan inesperadamente nos había llegado“. El 15 de agosto, día de la Virgen del Sagrario, los integrantes de la colonia fueron trasladados desde 'La Serrota' al balneario de Santa Teresa en Martiherrero, localidad a siete kilómetros de Ávila. Esta evacuación contó con la participación del diputado por Toledo Ramón Molina Nieto, párroco de Santa Leocadia y canónigo de la catedral primada, quien durante la República se convirtió en gran propagandista de las derechas agrarias.Mientras tanto, en las orillas del Cantábrico… Al materializarse el golpe de Estado, en el sanatorio de Oza, junto a los niños toledanos estaban otros 127 procedentes de Madrid. Por decisión de las autoridades, el establecimiento se convirtió en hospital para heridos de guerra, por lo que las colonias fueron trasladadas al balneario de La Toja a finales de septiembre con la mediación de la Cruz Roja Internacional. En los archivos de esta institución se conserva una relación de veinticinco niños y niñas toledanos que no habían recibido noticias de sus padres. Señalar, respecto a este desplazamiento, que en la prensa franquista se calificó a estos escolares como 'los niños de los rojos', entendiendo que, como provenían de ciudades donde no había triunfado el golpe de Estado, serían hijos de socialistas, comunistas o anarquistas.La Colonia de la Fábrica de Armas Además de las dos colonias organizadas por el Ayuntamiento de Toledo, un tercer grupo de cuarenta niñas y niños se encontraba veraneando en las playas cántabras de Suances. Pertenecían al colegio de la Fábrica de Armas. Habían salido de Toledo el 18 de julio, desde el histórico inmueble del Palacio de Fuensalida, que por entonces acogía la cooperativa de trabajadores de la Fábrica. Al frente de ellos iba la maestra Bonifacia Villarrubia, a quien acompañaba su esposo Pedro Riera Vidal. Este, inspector de primera Enseñanza, era un destacado dirigente del Partido Republicano Radical y había sido diputado por Toledo en las Cortes Constituyentes de la II República. Les acompañaba como asistente Segunda López. La estancia allí también estaba programada para treinta días. Santander fue una de las provincias norteñas donde no triunfó el golpe de Estado. El 16 de agosto, en las páginas de 'La Voz de Cantabria' se informaba de que los niños de la colonia toledana continuaban disfrutando de las ventajas de su veraneo “prolongado” por las circunstancias bélicas. Junto a ellos, en Suances, estaban también otras dos expediciones del ayuntamiento de Madrid y del Monte de Piedad. La maestra Villarrubia manifestaba estar encantada “del estado de salud de los pequeñuelos y de los beneficios incalculables que para los mismos significa el régimen al que están sometidos”. La crónica periodística resaltaba la animación que se vivía cada tarde en la población “con el desfile de los niños que con sus blancos uniformes y entonando cantos infantiles marchan al unísono seguidos de sus profesores”. Se indicaba que entre todos los vecinos se procuraba alejar de los pequeños el horror de la tragedia que estaba asolando el suelo hispano.De Suances a Burdeos en un vapor noruego Con la finalidad de poder evacuar a los niños acogidos en colonias del norte de España y otros lugares del país, la Federación de Sociedades de Amigos de la Escuela, entidad creada en 1935 con la finalidad de desarrollar aquí la Tabla de los Derechos del Niño aprobada en Ginebra en 1932, decidió movilizarse. Para ello pidieron ayuda a embajadas, organismos internacionales, abrieron una suscripción popular e hicieron colectas por las calles de Madrid. Pronto la iniciativa dio resultados. Gracias a la colaboración de los sindicatos ferroviarios, trajeron a Madrid a los niños que estaban en una colonia en Levante. Al poco, la Unión Internacional de Socorro a los Niños les envió un radiocable, desde Ginebra, ofreciendo la evacuación a Burdeos de los pequeños que estaban en varias colonias del Cantábrico, entre ellos los del colegio de la Fábrica de Armas. La operación acogería a 355 colonos y 14 maestros. Con objeto de preparar toda la intendencia del traslado, tres miembros de la Federación fueron a las provincias del norte (Santander, Asturias y Vizcaya) para organizarlo todo. El 28 de septiembre, a la par que las tropas de Varela tomaban Toledo, estos miembros se entrevistaban en Suances con los responsables de la colonia toledana. El día 3 de octubre estaba previsto que arribase al puerto de Laredo el vapor noruego 'Irisen' para recoger a los niños y niñas. Llegado el momento, el buque no apareció y no se tenían noticias de su paradero. Tras contactar con Ginebra, los responsables de la evacuación recibieron nuevos planes: el traslado se realizaría el día 8 en el 'Ala', también noruego, que sería escoltado por un barco de guerra francés. A bordo de dieciocho autocares, los pequeños llegaron a Laredo. En el casino del Frente Popular se prepararon centenares de meriendas para ellos. A las siete de la mañana el 'Ala' ya estaba en la escollera del puerto con la bandera noruega desplegada. A bordo de lanchas, los niños fueron trasladados al mismo y a las doce, despedidos por numerosas personas, autoridades y responsables de la Cruz Roja, zarparon con destino a Burdeos. Un pormenorizado relato de la travesía fue publicado meses después, en abril de 1937, en el primer número de la revista 'Amigos de la Escuela', editada por la Federación: “Al anochecer, el mar se pica demasiado y la noche es de mar gruesa y movida; pero nuestros chicos duermen como pueden. Hay en todos un solo deseo: llegar, llegar. Amanece con frío y a mediodía hacemos la entrada en la ría que 12 horas después nos dejaba en Burdeos, donde, a pesar de lo avanzado de la hora, esperaban las autoridades, prensa, policía, público y nuestro vicecónsul […] La Delegada de la Unión Internacional solicita todos los datos precisos, comprobando el buen estado de nuestros niños. Los dos días que allí permanecen son agasajados en la Feria de Burdeos que se celebraba entonces, saliendo a las 12 de la noche en tren especial para Port-Bou. En todo el trayecto hasta nuestra frontera son agasajados nuestros pequeños con café, bombones, bollos y chocolate; agasajo que en Narbona es emocionante”. Desde esta última ciudad, la expedición llegó a la frontera española a las 5:30 horas, siendo recibidos por numerosos vecinos, representantes del ayuntamiento de Madrid y del Monte de Piedad. Tras un descanso de dos horas, los niños salieron para sus destinos de origen. Como por entonces, primero de octubre, la ciudad de Toledo ya había sido tomada por las tropas franquistas, los niños de la Fábrica hubieron de esperar un tiempo antes de poder reunirse con sus padres. Recalaron en una granja-escuela de la localidad gerundense de Fortià, cerca de Figueras, junto a otros grupos que estaban en idéntica situación, entre ellos las colonias organizadas para huérfanos de Hacienda, por la Mutua Escolar Cantábrica y el Banco Español de Crédito. Unas semanas después de estar alojados en esta granja-escuela, a finales de octubre, la Federación de Sociedades de Amigos de la Escuela insertó en la prensa madrileña un comunicado anunciando que en su poder tenían tarjetas postales escritas por los niños toledanos para sus familias y que no habían podido entregárseles. Se indicaba que quienes estuviesen interesados en ellas debían recogerlas en la sede de la entidad, en el número 50 de la calle de la Palma, conocida como 'Casa de la República'. Los pequeños cuyas postales estaban en su poder eran Luis Martín, Leandro Linares Sánchez, Luis Ballesteros Jiménez, Ángel Gómez Gómez, Dionisio Bastos, Inocencia Marín, Valentín Peinado, Santiaga Galán Díaz, Josefa Isabel Ruiz y Luciano Gutiérrez Gómez. No he localizado datos sobre cuándo y cómo regresaron a Toledo estos pequeños, pues algunos de ellos continuaron su periplo por otros lugares de España. Ese fue el caso de los hermanos Enrique y Luciano Gutiérrez Gómez, quienes recalaron en Molinos Marfagones, término municipal de Cartagena. Allí se encontraban en diciembre de 1937, cuando a través de la Cruz Roja Internacional, pudieron contactar con sus padres, quienes vivían en el número 27 de la calle del Pozo Amargo, comunicándoles que estaban juntos y bien. Enrique, el mayor, comenzó a trabajar como escribiente en la Fábrica de Armas de la ciudad cantonal, enrolándose luego en el ejército republicano, donde llegó a ser delegado de Compañía y comisario político. Al finalizar la guerra, con dieciocho años, fue apresado e internado en el campo de concentración de Albatera el 9 de mayo de 1939, pasando luego a estar recluido en Orihuela. Ya en libertad, marchó fuera de España, falleciendo en Venezuela. Por su parte, Luciano regresó a Toledo e ingresó en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos, desarrollando luego una destacada labor como restaurador, pintor e imaginero. Falleció en 2008, habiendo sido reconocido como 'Hijo Predilecto' por el ayuntamiento capitalino y con una placa al Mérito Regional por la Junta de Comunidades. Los tutores de la colonia, Bonifacia Villarrubia y Pedro Riera, continuaron en tierras catalanas hasta finalizar la guerra, dándose la circunstancia de que, a la entrada de las tropas franquistas en la localidad gerundense de Capmany, él fue nombrado alcalde-gestor de la misma. Sometido el matrimonio al obligado expediente de depuración, ambos fueron suspendidos de empleo y sueldo por dos años, con pérdida de los haberes dejados de percibir, traslado forzoso de la provincia de Toledo, prohibición de solicitar cargos vacantes durante un periodo de cinco años e inhabilitación para el ejercicio de cargos directivos y de confianza en instituciones culturales y de enseñanza.El triste regreso, con familias “ausentes”, para algunos niños Quienes sí pudieron regresar antes a Toledo fueron los niños participantes en las dos colonias municipales. En su edición del 10 de octubre de 1936, a través de las páginas de 'El Alcázar', el Ayuntamiento de Toledo informaba de haber llegado a la ciudad un industrial procedente de A Coruña, quien poseía algunas fotografías de los niños alojados en la colonia de Oza, señalando que en unos días esas instantáneas se expondrían en las carteleras municipales para que las familias pudiesen comprobar el estado en que se encontraban. El 18 de octubre llegaron a Toledo los niños y niñas que desde la sierra de Gredos habían sido evacuados a Martiherrero, siendo recibidos por el nuevo alcalde, Fernando Aguirre, en la plaza del Ayuntamiento. En nombre del consistorio había ido a recogerlos el empleado municipal Mariano García Ortega. En la noticia publicada sobre ese regreso se indicaba que varios niños, cuyos padres estaban “ausentes”, fueron recogidos por otras familias. Unos meses después, en marzo de 1937, desde la institución municipal se informaba de que en sus oficinas se encontraban detenidas algunas cartas dirigidas a niños de esta colonia (Aurelio Gómez Garrido, Anita López Rodríguez, Rosario Carrero Fuentes, Matilde Chozas Quero y Francisca López Gargolla) cuyo domicilio se desconocía para que fuesen recogidas por sus familiares. Dos semanas después llegaron los niños que habían estado en Oza. Antes de arribar, hicieron parada en Talavera de la Reina, donde fueron agasajados y festejados con un concierto de su banda municipal. Al igual que sus compañeros, en la plaza del Ayuntamiento fueron recibidos por el alcalde Aguirre y algunos concejales. Y como ya había ocurrido días antes, a varios de ellos no los esperaban sus padres, siendo recogidos por familiares cercanos o encomendándose su tutela al Hospicio.Reclamación de deudas Concluida la peripecia de estos pequeños, el capítulo de las colonias municipales de verano de 1936 aún tardó unos meses en cerrarse. Apenas llevaban una semana en Toledo los niños que habían estado en 'La Serrota', cuando las hermanas Rodríguez, propietarias del sanatorio, solicitaron al ayuntamiento el abono del dinero que se adeudaba por la estancia de los niños durante setenta días: 12.323,75 pesetas. A vuelta de correo, el alcalde lamentaba no poder satisfacer, de momento, tal deuda, pues, según decía, a la entrada de las tropas nacionales, las arcas municipales estaban vacías. Se pedía paciencia a las reclamantes, indicándoles que hasta el año próximo no se podría hacer efectivo tal pago. Ante esa circunstancia, las propietarias pidieron que, al menos, se les fuese saldando poco a poco la deuda, ya que ellas debían dinero tanto a los proveedores que les suministraron bienes durante la colonia como a los responsables del balneario de Santa Teresa los días que estuvieron allí acogidos. En marzo de 1937, las cuentas quedaron cerradas. Idéntica situación se repitió con los responsables de la colonia desplazada a Oza. Nada más llegar los niños a Toledo, el alcalde Aguirre les comunicó que, de momento, no podía satisfacer los gastos generados por la obligada prolongación de los pequeños allí. En este caso las facturas eran dos: una del sanatorio coruñés, 7.380 pesetas, y otra del balneario de La Toja, 7.434. En su sesión ordinaria del 4 de agosto de 1937, la Comisión Municipal Permanente del Ayuntamiento debatió el pago de las últimas cantidades pendientes, detrayendo las mismas de la partida prevista para colonias en ese año, que por motivos de la guerra no se celebrarían. Evacuados del Asilo provincial en Pobla de Claramunt Otro contingente de niños toledanos que recalaron en tierras catalanas fueron los niños evacuados, más de doscientos, del Asilo provincial, dependiente de la Diputación. Su destino fue la comarca de Anoia (Barcelona), a donde llegaron en los primeros días de octubre, poco después de la toma de Toledo por las tropas franquistas, tras una fugaz estancia en Madrid. Fueron acogidos en localidades como Igualada, Pobla de Claramunt, Calaf o Castellolí. La mayoría de ellos eran naturales de Toledo, pero también los había de otras localidades de la provincia, como Consuegra, Talavera, Mora, Corral de Almaguer, Escalonilla, Lagartera, Madridejos, Santa Cruz de la Zarza o Villacañas. Una vez que Toledo quedó en manos del ejército sublevado, las instituciones provinciales leales a la República se radicaron en Ocaña. Desde allí, el Consejo Provincial no dejó en el olvido a estos pequeños que dependían de su Asilo, siendo abordada su situación en algunas de sus sesiones e incluso visitándoles. En el otoño de 1937, el Consejo se planteó la posibilidad de hacer regresar a los pequeños, alojándolos en la finca de “El Castañar”, en el municipio de Mazarambroz, opción que quedó descartada por no estar este lugar alejado del frente. De los informes que llegaban a Toledo sobre su situación, se colegía que sus condiciones no eran las más idóneas, pasando penurias y, en algunos casos, desenvolviéndose en un “viciado ambiente moral”. Ante esas circunstancias, y dado que algunos familiares se habían interesado por el destino de estos niños y jóvenes, el 20 de enero de 1938 se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia una relación de evacuados en Pobla de Claramunt, por si éstos estaban interesados en ir a recogerlos. Ese mismo año, desde la Generalitat se trabajó con el Consejo Provincial en la posibilidad de desplazar a Francia a algunos de estos niños, sobre cuyo devenir se aportan más detalles en el libro Los desplazados de la guerra civil. Evacuados de la provincia de Toledo, de Juan Carlos Collado Jiménez. Fuente → eldiario.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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