FRANQUISMO | La represión durante los primeros años del franquismo Iñaki Bayón Este artículo forma parte de la serie El Franquismo no murió...
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Aquel holocausto españolJosé Luis Ibáñez Salas En 2011, el historiador británico Paul Preston, uno de los grandes expertos en la historia de España del siglo XX, especialmente de la Guerra Civil y la dictadura franquista, publicó una de sus obras fundamentales, también dedicada al conflicto español de la segunda parte de la década de 1930: El holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y después. “Durante la Guerra Civil española, cerca de 200.000 hombres y mujeres fueron asesinados lejos del frente, ejecutados extrajudicialmente o tras precarios procesos legales. Murieron a raíz del golpe militar contra la Segunda República de los días 17 y 18 de julio de 1936. Por esa misma razón, al menos 300.000 hombres perdieron la vida en los frentes de batalla”. Recuerdo que cuando se publicó este libro, y yo ya tenía bastante avanzada la escritura de mi ensayo sobre el franquismo que publicaría en 2013, sentí una cierta aversión ante la desmesura del título elegido por Preston. Pero, a día de hoy, habiendo vuelto a profundizar en el estudio de aquellos tiempos, mis reticencias se han ido reduciendo notablemente. Holocausto español. Veamos. Paul Preston justifica así el uso de expresión holocausto español: “en el conjunto de España, tras la victoria definitiva de los rebeldes a finales de marzo de 1939, alrededor de 20.000 republicanos fueron ejecutados. Muchos más murieron de hambre y enfermedades en las prisiones y los campos de concentración donde se hacinaban en condiciones infrahumanas. Otros sucumbieron a las condiciones esclavistas de los batallones de trabajo. A más de medio millón de refugiados no les quedó más salida que el exilio, y muchos perecieron en los campos de internamiento franceses. Varios miles acabaron en los campos de exterminio nazis. Todo ello constituye lo que a mi juicio puede llamarse el holocausto español”. Durante la Guerra Civil española, hubo dos tipos distintos de represión en las retaguardias, evidentemente, por un lado la de la zona republicana y por otro la de la zona rebelde. “Aunque muy distintas tanto cuantitativa como cualitativamente, ambas se cobraron decenas de miles de vidas, en su mayoría de personas inocentes de cualquier delito, incluso de haber participado en forma alguna de activismo político”. Por su parte, “los cabecillas de la rebelión, los generales Mola, Franco y Queipo de Llano, tenían al proletariado español en la misma consideración que a los marroquíes: como una raza inferior a la que había que subyugar por medio de una violencia fulminante e intransigente. Así pues, aplicaron en España el terror ejemplar que habían aprendido a impartir en el norte de África, desplegando a la Legión Extranjera española y a mercenarios marroquíes —los Regulares— del Ejército colonial”. Es incontestable que “la represión orquestada por los militares insurrectos fue una operación minuciosamente planificada para, en palabras del director del golpe, el general Emilio Mola, «eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros». A diferencia de aquélla, “la represión en la zona republicana fue una respuesta mucho más impulsiva. En un principio se trató de una reacción espontánea y defensiva al golpe militar, que se intensificó a medida que los refugiados traían noticias de las atrocidades del Ejército y los bombardeos rebeldes. Resulta difícil concebir que la violencia en la zona republicana hubiera existido siquiera de no haberse producido la sublevación militar, que logró acabar con todas las contenciones de una sociedad civilizada”. Preston pertenece al grupo (¿mayoritario?) de historiadores que sostiene que “a diferencia de la represión sistemática desatada por el bando rebelde para imponer su estrategia, la caótica violencia del otro bando tuvo lugar a pesar de las autoridades republicanas, no gracias a ellas. De hecho, los esfuerzos de los sucesivos gobiernos republicanos para restablecer el orden público lograron contener la represión por parte de la izquierda, que, en términos generales, en diciembre de 1936 ya se había extinguido”. De hecho, ya la estrategia bélica del bando rebelde “era una inversión en terror para facilitar el establecimiento posterior de la dictadura”. Preston recogía ya hace años, en este libro, la imposibilidad de “presentar cifras definitivas del número total de las muertes provocadas tras las líneas de batalla, sobre todo en la zona rebelde”. Si bien, “gracias a los esfuerzos que las autoridades republicanas hicieron entonces por identificar los cadáveres, y por las investigaciones que posteriormente llevó a cabo el estado franquista, el número de rebeldes asesinados o ejecutados por los republicanos se conoce con relativa precisión”. Preston escribía aquel año 2011 que “la cifra más reciente y fiable, proporcionada por el especialista más destacado en la materia, José Luis Ledesma Vera, asciende a 49.272 víctimas”; si bien, advertía de que “la incertidumbre acerca del alcance de los asesinatos en el Madrid republicano podría ver aumentada esa cifra”. Lo que sigue siendo evidente, incluso hoy, es que “calcular el número de los republicanos exterminados por la violencia rebelde ha entrañado un sinfín de dificultades”. Cuando por fin se pudo investigarla, después de la muerte de Franco, hubo que enfrentarse tanto “a la destrucción deliberada de abundante material de archivo por parte de las autoridades franquistas como “al hecho de que muchas muertes se correspondieran con registros falsos o, directamente, no quedara constancia de ellas”. Lo que no quita para que se sepa casi sin lugar a dudas que “la represión de los rebeldes fue aproximadamente tres veces superior a la de la zona republicana”. “Hoy por hoy, la cifra más fidedigna, aunque provisional, de muertes a manos de los militares rebeldes y sus partidarios es de 130.199. Sin embargo, es poco probable que las víctimas ascendieran a menos de 150.000, y bien pudieron ser más. […] Donde las cifras se conocen con cierta precisión, la diferencia entre el número de muertes por obra de los republicanos o de los rebeldes es asombrosa. Por citar algunos ejemplos, en Badajoz hubo 1.437 víctimas de la izquierda, contra las 8.914 víctimas de los rebeldes; en Sevilla, 447 víctimas de la izquierda y 12.507 de los rebeldes; en Cádiz, 97 víctimas de la izquierda y 3.071 de los rebeldes; y en Huelva, 101 víctimas de la izquierda, frente a 6.019 de los rebeldes”. Insisto, insiste Paul Preston, “la excepción es Madrid”. los asesinatos que se cometieron en ella a lo largo de la guerra, mientras estuvo bajo el control republicano, “parecen estar cerca de triplicar los producidos tras la ocupación de los rebeldes”. Y no se debe olvidar, ni, claro, desconsiderar, que, aunque fue superada con creces por la violencia franquista, “la represión en la zona republicana antes de que el gobierno del Frente Popular le pusiera coto alcanzó también una magnitud espantosa”. Lo que Preston pretendió con El holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y después fue aclarar que una visión estadística de todo aquello siempre será incompleta, “difícilmente llegará a concluirse nunca” y, lo que es más importante, “no consigue plasmar el horror que hay detrás de las cifras”. En el libro incluyó “muchas historias individuales de hombres, mujeres y niños de los dos bandos” y presentó “algunos casos concretos pero representativos de víctimas y criminales de todo un país” con el objetivo de “transmitir el sufrimiento que la arrogancia y la brutalidad de los oficiales que se alzaron el 17 de julio de 1936 desataron sobre sus conciudadanos. Así provocaron la guerra, una guerra innecesaria y cuyas repercusiones se dejan sentir aún hoy en España”. Siempre dejando constancia que, como historiador que es, como historiadores que somos, “todos los allegados de unos y otros cuentan con nuestro respeto y nuestra comprensión”. Comprensión, esa es la palabra. Comprensión, no justificación. Fuente → joseluisibanezsalas.blogspot.com La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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