Las supervivientes del Patronato de Protección de las mujeres exigen ¡Verdad, Justicia, Reparación! / Pilar Iglesias Aparicio El Patronato...
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El Patronato de Protección a la Mujer: la represión de las «Indignas hijas de su patria» que perduró hasta 1985 / Ignasi Muñoz LladróNo habían cometido ningún delito, sino que habían osado salirse de los márgenes de la moral y las costumbres impuestas por el régimen Desde la inmediata posguerra hasta bien entrados los años 80, las mujeres españolas tuvieron su propio órgano de represión. Entre 1941 y 1985 funcionó el Patronato de Protección a la Mujer, un organismo creado por el franquismo que sobrevivió una década a Franco, es decir, durante toda la Transición, los gobiernos de la UCD de Adolfo Suárez y casi toda la primera legislatura del PSOE de Felipe González. La institución que quiso controlar el cuerpo y el alma de todas las mujeres de España se disolvió cuando sus funciones fueron transferidas a los recién creados gobiernos autonómicos. Cuatro décadas después, algunas supervivientes, historiadoras y periodistas luchan por poner luz a lo que ocurrió entre los muros de centenares de conventos y reformatorios donde las “mujeres caídas”, algunas casi niñas, purgaron sus pecados con una penitencia que para muchas supuso un trauma que dura hasta hoy y que a otras les costó la vida en forma de suicidio. Las periodistas Marta García Carbonell y María Palau Galdón oyeron hablar del Patronato mientras realizaban un reportaje sobre la prisión de mujeres del Convento de Santa Clara de València. Las historiadoras Vicenta Verdugo y Melanie Ibáñez les hablaron de un organismo específico “para el control de los cuerpos, el comportamiento y las actitudes de las mujeres”. Impactadas porque nunca antes habían sabido de la existencia de una institución donde sus “madres, abuelas o tías podrían haber estado encerradas”, se propusieron descubrir cómo el Patronato había operado en el País Valenciano. Tras obtener la Beca Josep Torrent de Periodismo de Investigación, en 2023 publicaron el libro Indignas hijas de su patria. Crónicas del Patronato de Protección a la Mujer en el País Valencià (Institució Alfons el Magnànim). El libro de las periodistas Marta García Carbonell y María Palau Galdón describe cómo funcionó el organismo de control sobre las mujeres en el País Valenciano Indignas hijas de su patria. Crónicas del Patronato de Protección a la Mujer en el País Valencià Marta García Carbonell y María Palau Galdón (Prólogo de Esther López Barceló)Institució Alfons el Magnànim, 2023 El origen de este desconocimiento, como siempre que hablamos de represión, es el terror. Y, como cantó Raimon, “Todos los que han sufrido el peso de la inmensa bota y la afilada espada saben qué es el miedo y saben que es difícil decir las cosas por su nombre”. Hacía falta, pues, una taxonomía para la libertad. Según las autoras, “el desconocimiento responde a un trabajo que hizo muy bien el franquismo, que más allá de imponer el miedo, impuso un silencio que todavía dura y que empezaba en las propias internas. Muchas de las mujeres encerradas no saben que estuvieron en una institución tan grande y estatal, y piensan que estuvieron en un convento de monjas. Ahora se están enterando de que ese convento dependía de una estructura mucho más grande y que estaban tuteladas por el Patronato. No había una placa en la puerta que dijera ‘esto es el Patronato’, sino que, por ejemplo, era el convento Madre Sacramento de las Adoratrices”.Si te portas mal te llevaremos a las monjasExplican que “la sociedad conocía el ‘si te portas mal te llevaremos a las monjas’, pero no una estructura donde estaban las órdenes religiosas femeninas, la Iglesia, pero también el Ministerio de Justicia, del que dependía la institución. El desconocimiento llega a la actualidad, cuando estamos poniéndole nombre, cuando las mujeres están empezando a denominarse supervivientes del Patronato. Consuelo García del Cid explica que el franquismo cambió las palabras para ocultar las cosas y parte del trabajo que estamos haciendo es cambiar las palabras para nombrar a las cosas por su nombre”. Son “supervivientes”, porque las “víctimas son las que no lo pueden contar”, entre ellas, obviamente, “las que se suicidaron porque, como también dice García del Cid, ellas no tienen muertas en las cunetas, pero tienen suicidas”. “Con las supervivientes no pudieron”, afirman las periodistas y por eso ahora pueden alzar la voz. Y todavía están a tiempo porque muchas no son tan mayores debido a la longevidad de la institución. Las autoras recuerdan que “Pilar Iglesias siempre dice que hay una revolución pendiente antes que la de las mujeres. La Transición estaba ocurriendo y, mientras se conseguían otros derechos, se continuaba encerrando a estas niñas y adolescentes por los mismos motivos que en los 40. A Loli Gómez la encierran en Peñagrande (Madrid) porque se queda embarazada después de que la viole su padre. Tiene a la niña allí y cuando la madre de Loli muere, el padre va a visitarla y las monjas le dan permiso para que se la lleve durante el puente de Semana Santa, la vuelva a violar y la vuelva a dejar embarazada. Loli acaba sucumbiendo a las presiones de las monjas para que firme los papeles de adopción porque le dicen que ella y sus hijos van a acabar en la calle. Esto pasa en 1982 y 1983. Y a nadie le importa”. No hubo cunetas, pero sí denuncias arbitrarias, detenciones sin garantías legales, auténticos secuestros, centros de catalogación, trabajos forzados, adoctrinamiento, adopciones bajo coacción y robo de bebés Además, contarlo no es fácil y siempre tiene un precio. “Es que eran niñas y hoy en día, contar su historia significa revivir lo que pasó, porque no hay mecanismos adecuados de escucha que deberían venir del Estado. Pero es que socialmente se las vuelve a cuestionar, a señalar, y tienen que oír cosas como ‘si os pasó a tantas miles ¿por qué ninguna puso una denuncia?’ o ‘¿dónde están las pruebas de lo que me estás contando?’”. No hubo cunetas, pero sí denuncias arbitrarias, detenciones sin garantías legales, auténticos secuestros, centros de catalogación, trabajos forzados, adoctrinamiento, adopciones bajo coacción y robó de bebés. Todo ello infligido contra mujeres que no habían cometido ningún delito, sino que habían osado salirse de los márgenes de la moral y las costumbres impuestas por el régimen. Pecadoras y, por lo tanto, disidentes que debían ser confinadas en algo que encaja, sin rozar los bordes, en el concepto de campo de concentración. Marta García y María Palau también ven “paralelismos” porque “aunque es muy difícil erigirse en víctima de violación de derechos humanos, hay que empezar a hablar de eso. A niñas de 14 o 15 años no vas a ponerlas a construir una carretera, pero estaban cosiendo gratis para empresas como Galerías Preciados, El Corte Inglés o el merchandising del Mundial de 1982”. Niñas de 14 o 15 cosían gratis para empresas como Galerías Preciados, El Corte Inglés o el «merchandising» del Mundial de 1982 Y esta conculcación de los derechos humanos exige reparación. “Sobre indemnizaciones hay disparidad de opiniones. Como en las víctimas de violaciones, si pides dinero te señalan como que te quieres aprovechar. Hay algunas que no lo piden, pero en otras, su paso por el Patronato influye a día de hoy, con diagnósticos psiquiátricos, el más común el estrés postraumático, que perdura, con enfermedades crónicas cuyo origen está en lo que les ocurrió cuando eran menores de edad. Hay mujeres con su proyecto de vida truncado, que al salir acabaron en manos de maltratadores y no pudieron desarrollar su carrera profesional o su proyecto de vida personal. Estas sí que lo reclaman, porque su pobreza actual tiene su origen en el Patronato. Y hablamos también de mujeres e hijas de mujeres encerradas que no han tenido la posibilidad de vivir su maternidad de una forma sana. Mujeres a las que no robaron sus bebés, pero han desarrollado su maternidad de una manera muy tóxica que ha afectado a sus descendientes. Hay muchas hijas de estas mujeres que no han tenido descendencia porque no quieren reproducir ese vínculo que tenían sus madres con ellas. A muchas mujeres el Patronato afecta a su vida actual y por eso la reparación pasa para ellas por una reparación económica. Otras piden un perdón sincero, otras piden que se hable, otras, de un homenaje.Al Patronato entraban mujeres de todo tipo. No era solo una cuestión de clase en la que solo entraban las mujeres pobres. Fue un organismo transversal que actuó sobre todas las mujeres. Hablamos de una diversidad inmensa de pecados. Y tenemos una gran diversidad de mujeres, Cada una de ellas necesita una cosa concreta para empezar esa reparación”, explican las autoras.Ni olvido ni perdónLa memoria democrática exige también la verdad de lo que ocurrió. Así lo entienden las supervivientes que integran el colectivo Desterradas Hijas de Eva, que acudieron el pasado 9 de junio al auditorio Pablo VI de Madrid a recibir el reconocimiento y la petición de perdón por parte de Confer, la coordinadora estatal que agrupa a 30.000 religiosas y religiosos de 400 órdenes religiosas. Un acto que saltó por los aires cuando las asistentes negaron el perdón por falta de verdad, de esa verdad que, según el Evangelio es el único camino para la libertad. “Una superviviente del Patronato, que se llama Paca Blanco, definió lo que pasó como ‘una explosión espontánea de dignidad’. Desde el principio del acto se hizo patente que las supervivientes no estaban de acuerdo con lo que estaba pasando. Esos diez minutos de cánticos de ‘verdad, justicia y reparación; ni olvido ni perdón’ fueron una muestra muy clara de lo que pedían. El perdón no es suficiente porque no pusieron palabras a lo que realmente pasó. No hablaron de las violaciones de derechos humanos, del trabajo forzado, del robo de bebés, de las adopciones irregulares. Llegaron al sarcasmo de hablar de reparación moral cuando en el Patronato se hablaba de dignificación moral. No sé a quién se le ocurrió que usar casi el mismo concepto era útil ese día. Y veníamos de las declaraciones semanas antes del presidente de la CONFER donde decía que el Patronato era fruto de un contexto determinado, cuando duró hasta 1985; de que eran niñas que venían de situaciones muy complicadas en sus casas y que, aunque había afectado a algunas mujeres en su vida, ellos habían hablado con otras que decían que había ayudado en su promoción personal y profesional, como intentando devaluar el sufrimiento de las supervivientes o quitarse culpa de lo que hicieron”, se lamentan, Además, “a tres días del acto censuraron los testimonios que se iban a emitir en la sala. Se cortó una frase que hablaba de bebés robados porque dijeron que eso era un delito, como si el resto de violaciones de derechos humanos no lo fueran. También se accedió a recortar una frase sobre las suicidas porque realmente hacía apología del suicidio, pero eliminaron todo el corte que homenajeaba a aquellas mujeres que se suicidaron en los reformatorios. Consideramos que es histórico que la Iglesia pida perdón, pero fue un perdón desde la religión y la oración y lo que pedimos es un perdón dentro de un proceso de justicia transicional y desde la reclamación de verdad, justicia y reparación. Fueron las supervivientes las que decidieron enseñar los carteles de NO. Luego vino la explosión espontánea de dignidad, con esos gritos, y eso también es histórico. La Confer pide un perdón hueco, a medias y unas supervivientes se plantan delante de los herederos de los verdugos y dicen que eso no es suficiente. No acepto tu demanda de perdón porque no es suficiente”. De la justicia democrática hay poco que decir. Aunque lo ocurrido en el Patronato se catalogara como violaciones de derechos humanos, la respuesta de la judicatura española a demandas anteriores sobre crímenes del franquismo solo hace avizorar una vía muerta. La de la amnistía de 1977. Queda, pues, trabajar por la verdad y algún tipo de reparación como aproximación a algo que pueda parecerse a la justicia. Porque ni los autores ni sus sucesores se hacen responsables de nada. “Las monjas son muy herméticas. Ni en el acto de Perdón contaron lo que pasó allí dentro. Se escudan en que no lo sabían y que las monjas que quedan de esa época son muy mayores. Es ir contra una pared. Siempre les echan la culpa a las que ya han muerto. Hubo monjas buenas en el Patronato, pero las malas fueron siempre las que ya han muerto. Tampoco sabemos si alguna de las monjas, y había muchas, que vinieron al acto de perdón estaba en el Patronato. Cuando grabábamos el documental (Informe, À Punt) apareció una monja que se puso en contacto con el equipo de producción. Estaba muy dispuesta a hablar, pero a última hora se echó atrás y dejó de contestar al teléfono”. La verdad y la reparación es una lucha política: la de estas dos periodistas, las historiadoras y, sobre todo, las supervivientes, que cada vez son más. “Hay un desconocimiento por parte de las autoridades. Cuando se hizo la campaña de bebés robados, Rosa Pérez no mencionó en ningún momento el Patronato, no por querer ocultar nada, sino por un desconocimiento, aun estando muy implicada en el esclarecimiento de los casos de bebés robados. Ahora ya no nos sirve ese argumento del desconocimiento. Porque cuando se estaba redactando la actual ley de memoria democrática estatal hubo una propuesta de enmienda de Compromís, BNG y algún otro partido que proponía incluir en los supuestos de víctimas del artículo 3 a las supervivientes del Patronato y no se aprueba. Hay voluntad en el Gobierno del Estado de hacer cosas, pero de momento no se ha traducido en prácticamente nada”. Fuente → mundoobrero.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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