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  - AVOZDELAREPUBLICA.ES - A La Une - 17/Jul 05:42

¿Por qué estalló la insurrección de mayo de 1937?

¿Por qué estalló la insurrección de mayo de 1937?Agustín Guillamón ¿Qué hacer? Durante todo un mes, desde el 21 de julio (de 1936) hasta el 21 de agosto, “los notables” anarcosindicalistas divagaron sobre el dilema de acabar con el Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA), sin entrar en el gobierno de la Generalidad, o conservarlo. La situación revolucionaria se caracterizaba por la transformación de los comités de defensa en comités revolucionarios de barrio y locales, que tendían a sustituir al Estado, gestionando y asumiendo todas sus funciones. Al mismo tiempo, se producía un amplio y profundo proceso de metódica expropiación de las fábricas por los sindicatos de industria, que desarrollaron una de las revoluciones sociales y económicas más profundas de la historia, muy mal analizada y peor explicada hasta hoy. Pero los comités superiores cenetistas, organizados en un elitista, ejecutivo y autoritario Comité de comités, no lideraron y coordinaron esa revolución de la militancia de base en la calle y las fábricas, sino que se convirtieron en una organización antifascista más, aliada al resto de partidos antifascistas, desde estalinistas y poumistas a republicanos y gobierno de la Generalidad, que interiorizaron una ideología de unidad antifascista, sin más objetivo que la victoria en la guerra contra el fascismo, aunque ello supusiera la renuncia a cualquier objetivo revolucionario y a los propios principios ácratas. Hubo, pues, una divergencia, antítesis, contradicción y separación real entre la política de unidad antifascista del Comité de comités y la revolución social y económica protagonizada por los comités revolucionarios y los sindicatos. El antagonismo, que algunos historiadores llegan a calificar erróneamente de situación de doble poder, no se daba entre el gobierno de la Generalidad y el CCMA, sino entre los comités revolucionarios (que encarnaban la autonomía proletaria y estaban aplicando un programa de metódica expropiación de la burguesía) y el CCMA (órgano de colaboración de clases y de unidad antifascista). Ese antagonismo de clase entre CCMA y comités revolucionarios de julio de 1936 derivó en el seno de la Organización en una oposición que, en diciembre de 1936, enfrentó al Comité de comités con los comités de barrio barceloneses, cuando estos se negaron a entregar sus armas para enviarlas al frente, argumentando que esas armas eran la única garantía de la revolución en curso, y que si se necesitaban armas para el frente, ahí, en la retaguardia barcelonesa, tenían acuartelados y armados a los guardias de asalto y a la guardia civil. Que los comités revolucionarios de barrio jamás entregarían las armas conquistadas al ejército en las luchas callejeras. Cuando las insurrecciones mueren, surgen inmediatamente sus enterradores. La insurrección de julio, protagonizada por unos comités de defensa transformados en el transcurso de la insurrección victoriosa en comités revolucionarios, fue apropiada por el Comité de comités, en aras de proteger a toda costa una sagrada unidad antifascista de la CNT con los estalinistas, ERC, POUM y el gobierno de la Generalidad. Unidad sagrada antifascista considerada como el único instrumento capaz de ganar la guerra al fascismo. El Comité de comités renunció a cualquier perspectiva revolucionaria para no poner en peligro esa prioritaria unidad antifascista, y eso suponía, a corto plazo, el enfrentamiento y la liquidación de los comités revolucionarios por el Comité de comités. La lucha de clases se daba también en el seno de la propia Organización. Situación revolucionaria sin revolución proletaria Así pues, definimos como situación revolucionaria la existente en Barcelona del 19 de julio al 26 de setiembre de 1936, caracterizada por la derrota del ejército y del levantamiento fascista por los comités de defensa y los sindicatos cenetistas, Ninguna organización dio consignas para apoderarse del poder político y acabar con la Generalidad. Los anarcosindicalistas renunciaron a la toma del poder. La CNT-FAI decidió participar en el CCMA, órgano de unidad antifascista y de colaboración de clases que, en nueve meses y medio, restauró el aparato estatal . Mientras, los militantes cenetistas de base, sin consignas de sus dirigentes, pero adiestrados por setenta años de pedagogía libertaria, desarrollaron en los barrios y en las fábricas una profunda revolución social y económica, sin parangón en la historia, expropiando sistemáticamente las empresas, cuarteles, iglesias y propiedades de la burguesía. Llamamos situación revolucionaria a esa revolución social y económica, caracterizada por la expropiación generalizada de la burguesía y la apropiación sindical de las fábricas, complementada por la formación de milicias obreras revolucionarias, que marcharon a Aragón para enfrentarse al fascismo, que organizaron Patrullas de Control como policía revolucionaria encargada de instaurar y proteger el nuevo orden revolucionario impuesto por los comités de barrio y locales, que además tendían a sustituir al Estado en todas sus funciones. Los leninistas Los leninistas del PSUC, constituido el 23 de julio de 1936 por la unificación de cuatro pequeños partidos socialistas y comunistas, encabezó la contrarrevolución estalinista, caracterizada por la defensa de un Estado burgués fuerte, capaz de crear un ejército tradicional, apto para ganar la guerra al fascismo. Negaban la existencia de revolución alguna en Cataluña. Los leninistas del POUM, tras la derrota del golpe militar y fascista propusieron un programa de rebaja de alquileres, aumento de salarios y otras reivindicaciones inmediatas menores, en lugar de plantear la única cuestión importante, decisiva y urgente: la del poder. El leninismo, en la Cataluña de 1936, naufragó, sin pena ni gloria, entre el estalinismo contrarrevolucionario y el inmediatismo más miope e inútil. Falló la teoría, faltó una vanguardia. Debemos concluir, pues, que el 21 de julio de 1936 al movimiento anarcosindicalista le falló una teoría revolucionaria, capaz de enfrentarse a la cuestión del poder. También le faltó una vanguardia (no sustitutoria de la clase) capaz de coordinar, extender, gestionar, fortalecer y profundizar el poder potencial de esos comités revolucionarios, que estaban protagonizando en Cataluña una revolución social y económica muy profunda y extensa. La situación revolucionaria, existente en Cataluña desde julio de 1936 hasta mayo de 1937, derivó rápidamente hacia un progresivo fortalecimiento de la contrarrevolución y del gobierno de la Generalidad que, finalmente, en las Jornadas de mayo de 1937, venció a los revolucionarios. Faltó una vanguardia, falló la teoría, El 21 de julio de 1936 nadie planteó la coordinación, extensión y fortalecimiento de la anónima, honda, colectiva, proletaria e intensa revolución social y económica que comités revolucionarios, sindicatos de industria y trabajadores de base estaban desarrollando autónomamente en la calle, sin consignas de ninguna organización, gracias a setenta años de pedagogía libertaria. Cuando falla la teoría y falta una vanguardia las insurrecciones mueren y la contrarrevolución se abre paso ferozmente. Mayo de 1937 fue la necesaria derrota Mayo del 37 fue la derrota del proletariado revolucionario más avanzado, que necesitaba y buscaban la contrarrevolución estalinista y el reformismo republicano para desarmar la amenaza de los comités de defensa de la CNT sobre las instituciones burguesas y desencadenar una represión selectiva, que integrase a los comités superiores en el aparato estatal y aniquilase a los revolucionarios. El antifascismo fue en los años treinta la mayor victoria del fascismo. La unión sagrada de todos los antifascistas para derrotar al fascismo y defender la democracia suponía para el movimiento obrero renunciar a los propios principios, a un programa revolucionario proletario, a las conquistas revolucionarias, a todo… Fue esa adhesión al programa antifascista (esto es, de defensa de la democracia capitalista) la que explica por qué y cómo los mismos líderes revolucionarios de ayer se convirtieron algunos meses después en ministros, bomberos, burócratas y contrarrevolucionarios. Era la CNT quien producía ministros, y esos ministros no traicionaban a nada ni a nadie; se limitaban a ejercer lealmente sus funciones lo mejor que sabían. La insurrección de mayo fue fruto de la resistencia de los comités de defensa ante el anunciado y previsto golpe de fuerza militar del bloque contrarrevolucionario PSUC-ERC-Gobierno de la Generalidad, y la provocación que supuso la orden de asalto al edificio de la Telefónica. Formaba parte además de la estrategia estalinista de conseguir un Estado fuerte, capaz de ganar la guerra al fascismo. Desarmar y debilitar a la CNT era una necesidad estratégica para el PSUC, del que ya se había vivido un primer acto en Bellver, con el asesinato de Antonio Martín. Mayo del 37 no cayó de las nubes, sino que fue fruto de la resistencia a la disolución de las patrullas de control y la militarización de las milicias, y sobre todo a la resistencia obrera en las empresas, una a una, de forma totalmente aislada, en lucha por profundizar y controlar el proceso socializador de la economía catalana, frente a la liquidación de las "conquistas de Julio". Porque la ofensiva "normalizadora" de la Generalidad, que pretendía aplicar los decretos de S'Agaró, aprobados por Tarradellas en enero de 1937, suponían el fin de la revolución y el absoluto control de la economía catalana por el gobierno de la Generalidad. La insurrección de los comités de defensa, otra vez. El liderazgo de Julián Merino en la reunión matutina de comités superiores del 4 de mayo de 1937, la constitución de un comité revolucionario secreto de la CRTC y de dos comisiones de combate para extender la lucha en la calle fueron, sin lugar a dudas, un intento de pasar a la ofensiva, que fracasó a causa del llamamiento radiofónico al alto el fuego realizado la tarde de ese mismo día por García Oliver y Federica Montseny. Esa intentona ofensiva no hace sino subrayar, con su rápido fracaso, el carácter predominantemente defensivo de la insurrección obrera de mayo del 37. La insurrección del 3 al 7 de mayo fue fundamentalmente barcelonesa, aunque es innegable que tuvo importantes antecedentes en toda Cataluña y en el País Valenciano, así como un eco repetitivo (en ocasiones sorprendentemente similar) en numerosas poblaciones catalanas: Tarragona, Reus, Tortosa, Amposta, Lleida, Girona, Cadaqués, Manlleu, Vic, Bisaura de Ter, Montesquiu, La Farga de las Lloses, Vilafranca del Penedés, Sitges, etcétera. En todo caso, la insurrección de mayo no rebasó nunca el ámbito catalán. Julián Merino Ofensiva en julio y defensiva en mayo Julio de 1936 fue una insurrección ofensiva contra el levantamiento militar-fascista; los Hechos de mayo de 1937 fueron una insurrección defensiva contra el golpe de fuerza planeado por los estalinistas, los nacionalistas y la Generalidad. La comparación entre ambas insurrecciones no ofrece duda de su principal característica: ofensiva la de julio del 36 y defensiva la de mayo del 37. Los comités de defensa iniciaron una insurrección defensiva contra el estalinismo y el gobierno burgués de la Generalidad, pese a sus organizaciones y sin sus dirigentes, pero fueron incapaces de proseguir el combate hasta el final sin sus organizaciones y contra sus dirigentes. En mayo de 1937, igual que en julio de 1936, faltó una organización revolucionaria con peso y prestigio, capaz de defender los principios ácratas, destruir el Estado e imponer una alternativa social al capitalismo y las estructuras estatales. Mayo del 37, desde esta perspectiva, aunque fue sin duda consecuencia del creciente descontento ante el aumento de precios, la carencia de abastecimientos, la lucha en el seno de las empresas por la socialización de la economía y el control obrero, la escalada de la Generalidad por desarmar la retaguardia y hacerse con el control del orden público, etcétera, etcétera, fue sobre todo la necesaria derrota armada del proletariado, que necesitaba la contrarrevolución para sellar definitivamente toda amenaza revolucionaria sobre las instituciones burguesas y republicanas. Las lecciones Las lecciones a sacar son evidentemente la necesidad de destruir totalmente el Estado y la disolución de sus cuerpos represivos, así como la implantación del programa de la revolución social del proletariado, que los anarquistas organizados en la Agrupación de Los Amigos de Durruti identificaron con la formación de una Junta Revolucionaria, compuesta por todas aquellas organizaciones que habían intervenido en las luchas revolucionarias callejeras de Julio de 1936, excluyendo cualquier tipo de colaboración con estalinistas, organizaciones burguesas o el Estado. Mayo de 1937 fue consecuencia de los errores cometidos en julio de 1936. Es evidente que, sin la toma del poder por el proletariado, esto es, sin la destrucción del poder de la burguesía y de su Estado, la colectivización fracasaría y todas las colectividades serían condicionadas y desnaturalizadas; pero no es menos evidente que la expropiación de la burguesía, con todas sus limitaciones, fue fruto del movimiento revolucionario proletario de Julio. La lección fundamental de la situación revolucionaria existente en Barcelona (y casi toda Cataluña y parte de Aragón y el País Valenciano) es la necesidad ineludible de una vanguardia que defienda el programa revolucionario del proletariado, cuyos dos primeros pasos son la destrucción total del Estado y la instauración de una Junta Revolucionaria, como proponían Los Amigos de Durruti. Esa Junta Revolucionaria es un nuevo organismo, más allá de la política y de los partidos, organizado en consejos obreros, que debe enfrentarse a la inevitable violencia contrarrevolucionaria, destruyendo las estructuras estatales como se hizo con algunas iglesias: dejando solamente en pie el campanario y el solar. Poder siempre ha sido la plena capacidad para decidir colectivamente sobre las cuestiones importantes que afectan a nuestra vida cotidiana. Para el proletariado no hay libertad sin poder proletario, esto es, sin Estado, sin policías, sin ejércitos, sin fronteras, sin valor, sin trabajo asalariado… La historiografía académica La historiografía académica, ya sea estalinista, socialdemócrata o nacionalista, intenta poner de moda una interesada interpretación de mayo del 37, consistente en lamentarse de la crisis y ruptura fratricida del antifascismo. No pueden entenderse los Hechos de Mayo de 1937 si no se comprende que los trabajadores revolucionarios de Barcelona no luchaban por una República burguesa o por un Estado democrático. Los comités revolucionarios de barrio, surgidos de la victoria de los comités de defensa sobre el ejército sublevado y el golpe de estado fascista, luchaban por la revolución social y por un mundo nuevo, en una guerra de clases. Combatían por la destrucción del Estado, sustituyéndolo en todas sus funciones, expropiando fábricas y propiedades de la burguesía, levantando un ejército miliciano de voluntarios, asumiendo la gestión política, social y económica de una ciudad de más de un millón de habitantes. Y eso la poshistoria nacionalista, socialdemócrata, fascista, reformista, izquierdista, derechista o estalinista no puede asimilarlo, ni contemplarlo. Desde esta sencilla premisa: la de que los comités de barrio combatían por la revolución, llegamos a estas inevitables reflexiones: A. En julio de 1936, la cuestión esencial no era la toma del poder por una minoría de dirigentes anarquistas, sino la de coordinar, impulsar y profundizar la destrucción del Estado por los comités. Los comités revolucionarios de barriada (y algunos de los comités locales) no hacían o dejaban de hacer la revolución: eran la revolución social. La destrucción del Estado por los comités revolucionarios era una tarea muy concreta y real, en la que esos comités asumían todas las tareas que el Estado desempeñaba antes de julio de 1936. Y esa es la gran lección de la revolución de 1936: la necesidad primordial de destruir el Estado. B. Durante la guerra civil, el proyecto político del anarquismo de Estado, constituido como un partido antifascista más, utilizando métodos de colaboración de clases y de participación gubernamental, organizado burocráticamente con el objetivo principal de ganar la guerra al fascismo, fracasó estrepitosamente en todos los terrenos; pero el movimiento social del anarquismo revolucionario, organizado en comités revolucionarios de barrio, locales, de control obrero, de defensa, etcétera, constituyó los embriones de un poder obrero que alcanzó cotas de gestión económica, de iniciativas populares revolucionarias y de autonomía proletaria, que aún hoy iluminan y anuncian un futuro radicalmente diferente a la barbarie capitalista, el horror fascista o la esclavitud estalinista. Conclusiones Por primera vez en la historia, se dio el caso de una insurrección iniciada y sostenida contra la voluntad de los líderes a que perteneció la inmensa mayoría de los insurrectos. Pero, aunque una insurrección puede improvisarse, una victoria no (Escorza); y aún menos cuando todas las organizaciones obreras antifascistas se mostraron hostiles al proletariado revolucionario: desde la UGT hasta los comités superiores de la CNT. Los comités superiores llegaron a jugar con dos barajas, permitiendo la formación de un Comité Revolucionario secreto de la CNT (Merino), al mismo tiempo que se formaba una delegación (Santillán) para negociar en el Palacio de la Generalidad. Pero muy pronto abandonaron la carta insurreccional por los ases del alto al fuego, que aseguraban su futuro de burócratas. UGT y CNT, gobierno de la Generalidad y ERC, estalinistas y comités superiores, todos juntos, convirtieron la hermosa victoria militar de la insurrección, al alcance de la mano (Merino, Rebull), en una horrorosa derrota política. Todos juntos, pero de forma distinta, para desempeñar eficazmente cada uno su papel. Estalinistas y republicanos directamente en las barricadas de la contrarrevolución. Anarcosindicalistas y poumistas en la ambigüedad del quiero y no puedo; del soy, pero dejo de ser; los primeros recomendando el cese de la lucha y el abandono de las barricadas; los segundos mediante el “audaz” seguidismo de los primeros. Sólo dos pequeñas organizaciones, la Agrupación de los Amigos de Durruti y la Sección Bolchevique-Leninista de España, intentaron evitar la derrota y dar a la insurrección unos objetivos precisos. El proletariado revolucionario barcelonés, esencialmente anarquista, luchó por la revolución, incluso contra sus organizaciones y contra sus líderes, en una batalla que ya había perdido en julio de 1936, en el preciso momento en que dejó en pie el aparato estatal. Pero hay batallas perdidas que han de librarse en beneficio de las generaciones futuras, sin más objetivo que el de dejar constancia de quién es quién, advertir el lado de la barricada en que se encuentra, señalar dónde están las fronteras de clase y cuál es el camino a seguir y los errores a evitar. Agustín Guillamón Redes Libertarias, número 3, primavera de 2025 Bibliografía de Agustín Guillamón sobre el tema: Los Comités de Defensa de la CNT en Barcelona (Descontrol, 5ª edición 2020) Insurrección. Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937. Descontrol, 2017 Los Amigos de Durruti. Historia y antología de textos. Descontrol, 2021 CNT versus AIT. Los comités superiores cenetistas contra la oposición revolucionaria interna e internacional. Descontrol, 2022 Anarquistas y Orden Público. Josep Asens y las Patrullas de Control. Descontrol, 2025 Fuente → alasbarricadas.org La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano

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