Maroc - EXCELSIOR.COM.MX - A La Une - 26/12/2024 08:35

El honor de miss México (… y III)

Si María Teresa Landa hubiera sido juzgada por un juez de derecho, admitió el abogado defensor José María Lozano, su condenación hubiera sido irremisible; pero por fortuna, agregó, eran hombres de corazón fuerte quienes decidirían su suerte, y tomando en consideración que se trataba de un crimen pasional seguramente la absolverían. El alegato final de Lozano duró más de cinco horas. Nadie quería perderse una sola de sus palabras. Concluyó con las siguientes palabras:. Os entrego la suerte de María Teresa Landa en las manos. La opinión pública pide su absolución. No vengo a haceros teatralidades, pero debo decir que he recibido telegramas de toda la República y hasta de un periódico de Venezuela en los que se me excita a que defienda con todo ardor y con toda mi alma a esta mujer, que tiene faltas, pero son las que todos podemos tener al reaccionar en las condiciones en que ella estuvo colocada. Aquí debe entrar el perdón de vosotros, administrando una justicia como la que florece en el jurado inglés que, compuesto por doce miembros, representa el apostolado de Jesús porque el Divino redentor dijo que cuando doce hombres de buena voluntad se reunieran para realizar una buena obra él estaría en espíritu con ellos. Os entrego, pues, la suerte de Miss México, que fue un símbolo de la patria, llevada por sufragio a las playas de Galveston —allí se había celebrado el concurso Miss Universo—, ostentando la representación de la mujer mexicana, de la mujer tropical como la vieron nuestros vecinos de Norteamérica en un ensueño. Por eso creyó Miss México que había llegado al pináculo de su ilusión, de su vida, cuando se encontró con que el hombre a quien ofrendara su amor la había deshonrado. Un aplauso estruendoso rubricó las palabras finales del defensor. El público estaba entusiasmado, aunque nervioso ante la inminencia de la resolución del jurado. Las cinco horas de alegato no diluyeron la pasión con que seguían el juicio quienes ocupaban las butacas de la sala de audiencias y quienes no se separaban de su aparato de radio. El discurso de José María Lozano —pródigo en citas literarias, históricas y mitológicas, y rebosante de emotividad, aunque no de argumentos jurídicos, último alegato que pronunciaría ante un jurado popular, pues tal jurado estaba por ser sustituido por jueces de derecho— conmovió hondamente. Un colaborador de Excélsior escribió que lo había escuchado en una radiola de barrio humilde, parado sobre el frío cemento de la banqueta, y las cinco horas que duró “aquel maravilloso vértigo de pensamiento” le había parecido un segundo. “La multitud, sobrecogida en el místico encanto de la luz hecha palabra, guardaba un silencio tan profundamente respetuoso que la imaginación podía concentrarse hasta vivir un momento de eternidad… Los siglos se desvanecieron, el tiempo dejó de existir… El discurso de Lozano borró todos los males y barrió con todos los tiranos: no hubo hambre, miseria, crimen, rufiandades políticas, sótanos, castillos de San Juan de Ulúa, Quintanas Roo, Valles Nacionales ni Tuxtepec; no hubo Díaz ni Huerta ni Villa…” (J. Uranga, “El enorme discurso del licenciado Lozano”, Excélsior, 3 de diciembre de 1929). Los miembros del jurado pasaron a deliberar poco después de las dos de la madrugada del domingo 1 de diciembre de 1929. 45 minutos después pronunciaron su veredicto. María Teresa Landa fue absuelta por unanimidad. Nadie del público se había movido de su asiento. Fuera de la sala del juicio, cientos de miles de radioescuchas permanecían al pendiente de la transmisión. El júbilo estalló dentro y fuera del recinto. El príncipe de la palabra y la enjuiciada fueron aclamados con frenesí. La ovación duró varios minutos. El licenciado José María Lozano salió del Palacio de Justicia en hombros de una multitud eufórica y conmovida hasta las lágrimas. Quizá también él derramó algunas. Era su último triunfo en el jurado popular. Y sería el más recordado, el que alcanzó dimensión mítica. Los integrantes del jurado habían sido tocados en el corazón por el príncipe de la palabra… y por la belleza de la acusada. María Teresa Landa recibió jugosas ofertas del ámbito cinematográfico y del mundo de la moda, pero optó por ser maestra. Ninguno de sus alumnos pudo olvidarla. Tuve la fortuna de ser uno de ellos. Columnista: Luis de la Barreda SolórzanoImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0