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Los sistemas escolares en todo el mundo se asientan sobre bases sólidas, la mayor parte con una superestructura jurídica donde las burocracias establecidas llevan la mano. En casi todos los países hay sindicatos de docentes que ejercen poder (o, al menos, influencia) y determinan parte de la política educativa. De acuerdo con indicadores que producen organismos intergubernamentales, como la Unesco y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, los sistemas escolares donde los alumnos obtienen más conocimiento y aprendizaje efectivo, como Finlandia, Corea y Japón, la sociedad civil participa con algo más que consultas. Sus organizaciones aportan orientaciones de política y las sociedades de padres de familia apoyan en la escala de cada escuela. No es el caso en México. Hoy se inaugura un nuevo año que se divisa enmarañado por las amenazas que el futuro gobierno de Donald Trump lanza a cada momento. El 2025 se abre con desafíos para el sistema escolar mexicano. Pero ni la burocracia oficial ni el aparato sindical hacen previsiones para enfrentar esos retos, continúan con las máximas de la tradición corporativa. El gobierno con sus programas de becas como la solución a los males de la educación; las facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación con sus demandas de basificación y más plazas. Más allá de la retórica, a ninguno de estos segmentos les interesa el aprendizaje de los alumnos. Los desafíos para el gobierno no son nuevos, provienen de largo tiempo: los estudiantes aprenden poco de las materias básicas, la inequidad reina en el sistema escolar, las divisiones entre clases medias y pobres son brutales, administración burocrática (en la acepción peyorativa) y lenta y, como remate, un financiamiento raquítico. Además, como lo muestran estudios de colegas: infraestructura vieja y en mal estado (miles de escuelas sin agua potable, el asunto más grave) y el abandono de escuelas formadoras de docentes con el consecuente deterioro de su formación básica y actualización que deterioran los ya de por sí bajos niveles de desempeño. Es probable que la repatriación de miles de familias que viven en los Estados Unidos agudice la demanda de espacios escolares. Pero no se sabe si la Secretaría de Educación Pública haya previsto alguna solución o, al menos, un paliativo. En el Segundo Piso de la Cuatroté, la SEP insiste en las recetas del primer piso: adelante con el plan de estudios y libros de texto de 2022 (que muchos maestros y escuelas no usan), es de dudarse que con estos instrumentos mejore el aprendizaje de los alumnos. Sí, las becas son un incentivo para continuar en la escuela, pero no implican mejora en la educación; además, por ser universales, incrementan la brecha entre los segmentos medios y los pobres. No hay pistas de que la administración centralista del sistema vaya a mejorar; es más, es posible que los fieles del SNTE aceleren la colonización de los órganos de regencia. Como lo analiza Ben Ross Schneider en Routes to Reform: Education Politics in Latin America, y otros analistas mexicanos, como Pablo Latapí lo habían estudiado, el SNTE cogobernó en la educación básica durante buena parte del régimen de la Revolución Mexicana. Privilegios que perdió con la reforma de Peña Nieto, pero que recuperó poco a poco durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Los líderes de sus facciones van por más. Este 2025 será crítico, tal vez avancen en sus pretensiones. Tratarán de sacar provecho de que el gobierno esté ocupado lidiando con los efectos de la política de Trump y, a cambio de apoyo, exijan más espacios dentro de la administración escolar. La burocracia de la SEP y los líderes del SNTE ocupan los espacios de negociación sobre la política educativa. Ignoran a las organizaciones de la sociedad civil que aportan ideas y hacen propuestas y consideran a las sociedades de padres de familia ayudantes para recabar cuotas, cuando no estorbos, ya que opinan sobre conductas de malos docentes. No habrá una tercera silla, pero estas organizaciones seguirán con sus afanes. Con todo y los malos augurios, deseo felicidad a mis lectores en 2025. Columnista: Carlos OrnelasImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0
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