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La discusión no es sobre el capitalismo, sino sobre quién lo conduce: el mercado genera exclusión, mientras que el Estado puede incluir a millones. Cristina Fernández de Kirchner plantea que el rol del Estado no es neutro y que la verdadera pregunta es qué tipo de Estado queremos y para quién. Aquí, un adelanto del nuevo libro de Delfina Rossi, con prólogo de la expresidenta. La gran discusión que se viene en el mundo no es acerca del capitalismo, sino de quién conduce el proceso capitalista. El capitalismo que conduce el mercado produce exclusión. Pero el capitalismo que conduce el Estado incorporó 800 millones de personas al capitalismo. CFK, 2 de julio de 2022 La pregunta pendiente continúa centrada en resolver si se admite la presencia del Estado solo en situaciones extraordinarias o de fallas de mercado, o si, considerando la inexistencia de los mitos presentados en el apartado anterior, se trata de resolver cuál es el rol o las responsabilidades que le asignamos, entonces, a ese Estado. Cristina hace referencia a China al hablar de un Estado que incorporó más de 800 millones de personas al capitalismo, con un partido único, con un comunismo planificado, pero apalancando de manera tardía un desarrollo que le permitió en esta etapa poner en dudas la hegemonía productiva de Estados Unidos. Sin tener que coincidir sobre las formas, sin dudas China es un modelo a estudiar para los países emergentes que buscan generar más y mejor desarrollo. ¿Podemos imaginar un Estado inteligente, planificador, garante de la articulación entre actores para poder avanzar hacia mayores niveles de crecimiento económico e inclusión social? En 1956, Perón ya planteaba que el justicialismo En lo económico abandonó los viejos moldes de la “economía política” y los reemplazó por la “economía social” donde el capital está al servicio de la economía y ésta al del bienestar social. En lo social el justicialismo se basa en la justicia social a base de dar a cada individuo la posibilidad de afirmar su derecho en función social. Se capitaliza al pueblo y se da a cada uno la posibilidad de realizar su destino, de acuerdo a sus calidades y cualidades, dentro de una comunidad que se realiza a sí mismo por la acción de todos. En lo político buscamos congruentemente, el equilibrio entre el derecho del individuo y el de la comunidad. La disputa sobre quién conduce al capitalismo, si el mercado o el Estado, no está saldada y tanto el primer peronismo como el radicalismo, en algunos momentos históricos, y el kirchnerismo reinstalaron esta discusión en nuestra sociedad. Y déjenme decir más, Javier Milei es quien cuestiona al extremo el rol del Estado, y a pocos meses de asumir como presidente es ya denunciado por varios activistas sobre sus vínculos con el poder económico concentrado. En síntesis, los libertarios construyen un eje de discusión entre Estado sí o no, pero en realidad tienen en sus cabezas un Estado que le es funcional a los intereses del mercado. La verdadera pregunta es entonces qué tipo de Estado y para quién. Y si es el mercado por encima de la democracia; o, por el contrario, si la democracia, desde el Estado, conduce la economía. En este sentido, durante la celebración del Día de la Industria en la cena de la UIA, Cristina reflexionaba: Entonces, cuando hablamos de mercado, si le dejamos el mercado al sector financiero, que es el que lo maneja; si le dejamos el mercado a los sectores que como se juntan 11 bancos en Londres y te fijan la tasa Libor, si se les deja el mercado a ellos, ¿cómo creen que les va a ir a todos ustedes en las empresas? Y si no tenemos una ley de relaciones entre los productores y los consumidores, a vos Héctor, que sos un hombre del plástico, no de plástico, del plástico, producir plástico, si el insumo tuyo que lo tiene casi monopólicamente una empresa que no voy a decir el nombre pero que todos conocemos y que es de origen multinacional, no tenemos nosotros control o regulación para evitar precios de dumping, precios de posición dominante, sí además…porque además a todos les molesta el Estado cuando los analiza a ellos, pero después piden protección del Estado, después me piden “no dejen entrar los tubos sin costura de tal parte, no dejen entrar…”. O sea, “déjenme entrar los insumos míos, pero no dejen entrar los productos que yo produzco”. Entonces, no puede ser, hermano, que el Estado cuando te conviene, y el Estado cuando no te conviene. El Estado tiene que estar siempre, porque siempre convino que estuviera el Estado. Y si uno ve la serie histórica de la Argentina, cuando mayor articulación hubo entre Estado y mercado, mayor crecimiento…Pero tuvo que haber un Estado fuerte. CFK, diciembre 2014. En síntesis, podemos afirmar que el rol del Estado no es neutro. Mucho se ha escrito sobre los modelos de Estado: estados de bienestar, benefactores, estados más liberales o más socialdemócratas, más corporativos o más individualistas, más federales o más unitarios. Cada modelo responde a diversas coyunturas históricas y también dan cuenta de una determinada configuración y combinación entre las dimensiones económicas, políticas y sociales. ¿Pero cómo aparece el Estado? El Estado se expresa a partir de instituciones que interactúan con el resto de la sociedad y los mercados en múltiples dimensiones. Así, los modelos que se utilizan en los diferentes países, además de ser heterogéneos, combinan de manera diferente el papel de las instituciones en la coordinación y vinculación entre las diferentes dimensiones. Nunca se trata de formas “puras” ni de aplicaciones de manera unívoca, sino que son implementadas de acuerdo con su adaptación a las particularidades locales –o nacionales– y los compromisos y metas que se establecen con la sociedad en un momento histórico determinado. Existen diversas concepciones que permiten analizar cómo juegan estos modelos. Una visión tradicional (ortodoxa, clásica) atribuye el rol de coordinación al mercado y a su sistema de precios, y otorga escasa importancia al marco institucional. Según este enfoque, existe una sola estrategia posible para alcanzar un crecimiento económico sostenido con efectos sociales positivos, en el cual los países tenderían a converger. El mercado libre –o débil– de regulaciones “otorgaría” la mejora al conjunto de la sociedad y al conjunto de dimensiones consideradas subalternas de la economía. Por otro lado, se plantea una visión alternativa que sostiene e integra, a diferencia del enfoque tradicional, las instituciones al análisis económico. Según este enfoque, son las instituciones, incluyendo al Estado, las que determinan la coordinación y la regulación entre las distintas áreas que son el resultado de elecciones sociopolíticas, y a la vez de la importancia que adquieren las que se encuentran ubicadas en lo alto de la arquitectura institucional, que son las que representan el núcleo de compromiso hacia la sociedad. De este modo, es posible afirmar que existe una alternativa heterodoxa, al sostener la existencia de diferentes modos de producción, de distintas alternativas de respuesta a similares contextos externos e internos, que derivan en distintos senderos de crecimiento y modelos de desarrollo en los que actúan diferentes organizaciones sociales y políticas, por supuesto con resultados disímiles en cuanto a la preeminencia de las dimensiones sociales, como trabajo, vivienda, educación, etc., que como decía Supiot son los bienes públicos de los Estados sociales que surgen en la posguerra. A grandes rasgos, los principales paradigmas son, por un lado, el modelo económico social de libre mercado y, por otro, el modelo de regulación con base en el Estado, que es complementado generalmente con un sistema social protector. En su versión más reciente, el primero representa un esquema de crecimiento basado en la tasa de maximización de la tasa de ganancia del capital (y, por ende, una economía mayormente privatizada), que muchas veces propugna la flexibilidad de las relaciones laborales y salarios bajos. El segundo modelo, cuyo énfasis está puesto en la ciudadanía económica y social, postula la regulación de los mercados, además de la presencia de fuertes principios de seguridad social. Así, sin desarrollo humano no puede haber progreso económico. Podemos plantear un interrogante más sobre cómo cada modelo gestiona la innovación: si continúa el mito de que la innovación emerge de esfuerzos privados, o bien si hay un rol, como señala Mazzucato, del Estado emprendedor como el verdadero financiador de la innovación. Ahora bien, esta discusión se puede identificar en muchas cosas de la cotidianidad de la sociedad argentina y persiste permanentemente en tensión. De esta manera, existe una pugna constante entre quienes buscan la desregulación del mercado y quienes desean una mayor regulación y coordinación por parte del Estado. Para esta pugna se necesita crear un sentido común que dé soporte a una u otra mirada. Así, el rol de los medios de comunicación es crucial y suele jugar a favor del libertarismo: se asocia comúnmente la noción de lo público/estatal con lo malo/deficiente y lo privado con lo bueno/eficiente, al mismo tiempo que se oculta la importancia del Estado en la vida cotidiana. Si retomamos la frase que abre esta sección, CFK hace mención al proceso de desarrollo en China. ¿Qué fue lo que sucedió en el gigante asiático? China, tal cual lo conocemos hoy, se construyó en poco más de 40 años. A partir de 1978, bajo la conducción de Deng Xiaoping (Joseph, 2014), se realizan las reformas estructurales necesarias para fortalecer la ciencia y la tecnología, la agricultura, la industria y la defensa nacional. A su vez, se comienza con el ingreso de exportación directa y producción privada. Para 1980 comienza la descentralización estatal, distintas provincias construyen estrategias locales de crecimiento industrial, y se planifican las zonas económicas especiales (Joseph, 2014). Como ejemplo, el caso de Shenzhen, que pasó de ser una ciudad agrícola pesquera a ser el principal centro tecnológico de su país. Actualmente la “Silicon Valley” china tiene una producción económica similar o mayor a la que tienen Portugal o Vietnam. El capitalismo de Estado que aplica China lejos está de los valores democráticos construidos en nuestra región, pero claramente el sistema de acumulación capitalista termina sobre la decisión que toman las sociedades. Tapa del nuevo libro de Delfina Rossi.
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