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Con la llegada de Javier Milei al poder comenzó un proceso inédito de desfinanciamiento y desvalorización del trabajo científico que pone en riesgo el futuro de uno de los sistemas de ciencia y tecnología con más tradición, complejidad y desarrollo en la región. Sin lugar a dudas, el año 2024 ha sido uno de los más difíciles para la ciencia y tecnología argentina desde el retorno a la democracia. Lamentablemente, en estas 4 décadas no hemos logrado consolidar políticas de Estado en esta área y hemos atravesado concepciones pendulares respecto a la importancia y los recursos otorgados a la ciencia desde los distintos gobiernos nacionales. Pero desde la asunción del presidente Milei se ha iniciado un proceso inédito de desfinanciamiento y desvalorización del trabajo científico que pone en riesgo el futuro de uno de los sistemas de ciencia y tecnología con más tradición, complejidad y desarrollo en la región. Nunca hasta ahora se había enunciado desde el propio gobierno la concepción de que el Estado no debe invertir en el apoyo a la investigación y de que se trata únicamente de una tarea que debía asumir el mercado. Esta perspectiva, que abreva en los fundamentos de la Escuela Económica Austríaca, se suma a la concepción libertaria de imponer un modelo de desarrollo basado únicamente en la exportación de productos primarios sin agregado de valor y en la especulación financiera. Para la implementación de un modelo de estas características, desde el anarcocapitalismo, se sostiene que se puede prescindir totalmente del aporte de la ciencia, la tecnología y la innovación nacional. Lamentablemente, la afirmación enunciada por Milei en la campaña electoral respecto de que el Ministerio de Ciencia, el Conicet y los otros organismos del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTI) de la Argentina iban a quedar AFUERA de las funciones que debía desempeñar el Estado comenzó a hacerse realidad. En primer lugar, al conocerse el nuevo diseño de gabinete se constató la degradación y virtual desaparición del Mincyt. Seguidamente, en el texto original del proyecto de Ley “Ómnibus” enviado por el Ejecutivo al Parlamento se propuso la refuncionalización, privatización o cierre del CONICET y el conjunto de organismos del SNCTI. La movilización y la participación de la comunidad científica en el debate de las comisiones permitió que estos artículos fueran rechazados por los legisladores y que, en la Ley Bases votada finalmente por el Congreso, una buena parte de las propuestas privatizadoras que figuraban en el proyecto original fueran eliminadas. Los números que deja el 2024 son elocuentes: –La función de CyT cayó de cerca del 0,31 del PBI, en el 2023 al 0,21 en el 2024. Se trata de la mayor reducción desde el año 1972. Por otra parte, está muy lejos del 0,39 que correspondía según la propuesta de la Ley de Financiamiento de la Ciencia votada por unanimidad en el Congreso en el año 2020 y que el actual Ejecutivo propuso suspender en el proyecto de presupuesto 2025 enviado al Congreso. El siguiente gráfico muestra cómo prácticamente todos los organismos de CYT han sido víctimas del ajuste. Disminución del presupuesto en Ciencia y Tecnología –Los salarios de los investigadores del CONICET disminuyeron un 30% en términos reales. –Se perdieron 2696 puestos de trabajo en los organismos del SNCTI. Todas las instituciones del sistema han sido afectadas. Desde diciembre del 2023 no ha habido ingresos en la carrera de investigador del CONICET. –La inversión en proyectos y subsidios de investigación cayó un 61,2% en términos reales. –Se paralizaron los Programas Federales Construir y Equipar Ciencia y el Programa de Federalización de la Ciencia y Tecnología creado por Ley ejecutó sólo un 0,002% del crédito disponible. –Todo este proceso de deterioro ha ido acompañado de un fuerte ataque a uno de los principales ámbitos donde se desarrolla la investigación científica: las Universidades Públicas. La Educación Superior vio disminuido su presupuesto en un 31,1% y sus profesores/investigadores tuvieron una caída del 22,7% en los salarios. Los recursos destinados al programa de investigación en las universidades se deterioraron un 92,1% real en el año 2024. Prácticamente desaparecieron. En este contexto, quiero destacar que, a pesar de la falta total de recursos, el sistema científico-tecnológico argentino ha mostrado su capacidad de resiliencia y ha continuado cumpliendo su compromiso con la sociedad que lo sustenta. Los avances en el conocimiento, la calidad y nivel de las publicaciones y los desarrollos tecnológicos logrados en áreas estratégicas como la salud, la sustentabilidad, la transición energética, el espacio, la producción agropecuaria e industrial, o las ciencias sociales, siguen siendo notables. Ello habla tanto de la excelencia del trabajo de nuestros investigadores y tecnólogos, como de un compromiso social que constantemente desafía las limitaciones que le imponen las políticas oficiales. Esta resiliencia y responsabilidad de los investigadores son necesarios tanto para mostrar a la sociedad los aportes imprescindibles que la ciencia puede brindar al desarrollo del país y a la mejora de las condiciones de vida de nuestra gente, como para brindar un ejemplo a las nuevas camadas de jóvenes científicos de que, a pesar de todo, tiene sentido seguir investigando en la Argentina. Hay que tener en cuenta que una de las consecuencias irreversibles de este proceso de ataque a la ciencia es que, si tiene éxito, nuevamente deberemos enfrentar el exilio de muchos de nuestros mejores profesionales. Sabemos que no es fácil colocar en la agenda pública la problemática del ataque a la ciencia cuando la gran mayoría de los sectores medios, profesionales, trabajadores, jubilados y precarizados están siendo víctimas de un feroz ajuste que deteriora cotidianamente sus condiciones de vida. Pero es imprescindible hacerlo porque estamos convencidos de que la destrucción del sistema científico no es un problema que afecta sólo a quienes nos dedicamos a la investigación, sino que significará, principalmente, una postergación indefinida de la construcción de un modelo de país que permita combinar el desarrollo económico con mayor equidad social. Más aún, la posibilidad de proteger y desarrollar el sistema científico tecnológico nacional depende de nuestra capacidad de articular esta defensa con el conjunto de los sectores sociales y políticos que también son atacados por las políticas oficiales. Al mismo tiempo, es necesario que revisemos el funcionamiento de nuestro Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología despojándonos de una mirada corporativa y propongamos cuáles son las transformaciones necesarias para colocarlo en condiciones de enfrentar eficazmente los desafíos del nuevo contexto global y nacional. Finalmente, y a pesar de todo lo que sufrió la ciencia en este año, consideramos que es necesario encarar el 2025 con esperanza. La ciencia argentina tiene una larga tradición de enfrentar momentos difíciles. La noche de los bastones largos, el terrorismo de Estado de la dictadura de los 70, las estrategias neo-liberales que ejecutaron fuertes ajustes a los presupuestos, no lograron evitar que en los organismos científicos y universidades nuestros investigadores desafíen las condiciones adversas y continúen su trabajo en pos del avance del conocimiento. Estamos seguros de que tampoco lo lograrán las políticas anarcocapitalistas de turno. Trabajemos juntos con la convicción de que la ciencia y la tecnología son imprescindibles para la construcción de una Argentina más soberana, desarrollada y justa. Daniel Filmus fue ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación entre 2021 y 2023
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