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Maroc Maroc - AVOZDELAREPUBLICA.ES - A La Une - 24/Jun 11:00

La caída de Barcelona y Madrid, así acabó la Guerra Civil española

La caída de Barcelona y Madrid, así acabó la Guerra Civil española Fernando CohnenCon el Gobierno en desbandada y sus facciones luchando entre sí, en enero de 1939 la República tenía los días contados. A catalanes y madrileños apenas les quedaban fuerzas para resistir Mientras la maquinaria de guerra franquista iniciaba su avance hacia Cataluña, el líder socialista Julián Besteiro viajó a Barcelona para entrevistarse con el presidente de la República, Manuel Azaña, y sondear su opinión ante un hipotético acuerdo de paz con los militares rebeldes. Los frecuentes bombardeos que sufría la Ciudad Condal causaban mucha destrucción y desataban el pánico en la población, cuyo espíritu de resistencia se vino abajo. El 23 de enero, Negrín aseguró que permanecería junto a su Gobierno en Barcelona, pero aquel mismo día la gente vio como los soldados cargaban camiones militares con documentos y enseres de los edificios oficiales. El 26 de enero de 1939, las tropas de los sublevados entraron en el centro urbano barcelonés (en la foto). Tres días antes, había huido de la ciudad el Gobierno republicano. Foto: EFE. La noticia corrió por las calles como la pólvora: el Gobierno republicano huía de la ciudad. Tres días después, los franquistas entraron en el centro urbano. Horas antes de la debacle, los que pudieron salieron en estampida hacia la frontera francesa. La caída de Cataluña incrementó el derrotismo en los territorios que todavía controlaban los republicanos; el efecto de lo ocurrido en Barcelona fue letal en Madrid. ¿Merecía la pena defender la capital a esas alturas de la guerra?El dilema: resistir, negociar o exiliarseEl 5 de febrero, Manuel Azaña cruzó la frontera francesa junto a miles de republicanos, miembros del Frente Popular e integrantes de las milicias anarquistas. El temor a las represalias que pudieran tomar los vencedores hizo que familias enteras se exiliasen. El 8 de febrero, Negrín salió de España. Mientras tanto, la vida en Madrid era cada vez más complicada. Sin apenas víveres, la población no tenía ya fuerzas para la resistencia. La suciedad imperante y la falta de aseo de la población hicieron prosperar la tiña y la sarna. Todos los republicanos catalanes que pudieron huir con sus familias antes de la entrada de los nacionales cruzaron la frontera francesa. Foto: Robert Capa / Magnum Photos / Contacto. El 10 de febrero, Negrín volvió a cruzar la frontera para dirigirse a Alicante. Horas después fueron llegando a la ciudad levantina otros ministros del Gobierno y militares comunistas que habían sido evacuados de Barcelona. Desde las páginas del diario Mundo Obrero, el Partido Comunista anunció que iban a llevar la lucha hasta el fin. Negrín también propuso la resistencia con la esperanza de que comenzasen las hostilidades en Europa, lo que beneficiaría a la República. Negrín pensaba que, si estallaba la II Guerra Mundial, Francia e Inglaterra terminarían apoyando a la República frente a la Alemania nazi y la Italia fascista. Sin embargo, los anarcosindicalistas, la mayoría de los socialistas, republicanos disconformes con el Gobierno y un buen número de militares, encabezados por el coronel Segismundo Casado, rechazaron la numantina propuesta de Negrín. Todos ellos veían factible llegar a un acuerdo de paz honroso con Franco. Además, aseguraban que la población civil no podía resistir mucho más sin alimentos y otros productos esenciales. Su objetivo era encontrar un interlocutor válido que fuera aceptado por los militares rebeldes. Y el candidato idóneo era el coronel Casado, un reconocido anticomunista al que Negrín había ascendido de forma sorprendente a jefe del Ejército del Centro en abril de 1938. Segismundo Casado, militar conservador y anticomunista pero leal a la República, es para algunos historiadores el culpable de la debacle final; para otros, evitó un desastre aún mayor. Foto: Album. Por su parte, aquellos que estaban dispuestos a resistir sabían que la nueva Ley de Responsabilidades Políticas que había promulgado Franco sancionaba con inusitada dureza a todos los que hubieran colaborado con sindicatos, organizaciones y partidos del Frente Popular durante la República. Esa ley implicaba a un número tan elevado de españoles que muchos comenzaron a pensar que su única esperanza radicaba en el exilio.Las inequívocas intenciones de FrancoEn diciembre de 1938, en una entrevista que concedió al periodista Manuel Aznar –abuelo de José María Aznar, que muchos años después sería presidente del Gobierno–, Franco explicó lo que pensaba hacer con los “rojos” tras la caída de la República. Los dividía en criminales empedernidos y gentes que habían sido engañadas por sus líderes. Los que no tuvieran las manos manchadas de sangre serían internados en cárceles y campos de trabajo, donde serían redimidos. Los demás irían a parar al paredón.Ajeno a las terribles represalias que anunciaba Franco, el coronel Casado insistió en que lo mejor era establecer contactos con los rebeldes para alcanzar un final honorable de la guerra. Para lograrlo, debía apartar antes a los miembros del PCE que todavía mantenían importantes cuotas de poder en el Gobierno. Tras contactar con la “Quinta Columna”, en enero de 1939 Casado cedió a los agentes de Franco la emisora de Unión Radio de la capital, para que establecieran contacto directo con Burgos. El 23 de enero se declaró el estado de guerra en la España republicana. El 3 de febrero, una semana antes de que Negrín regresara a España, Casado fue al domicilio del socialista Julián Besteiro para que se uniera al nuevo Gobierno que quería formar.El 12 de febrero, el presidente del Consejo de Ministros, Negrín, viajó a Madrid y llamó a Casado. El coronel le informó de la catastrófica situación de la República y de la necesidad de buscar una salida pactada para firmar la paz, pero Negrín le dijo que había que seguir luchando. Cuatro días después, en distintos vehículos, Negrín y el coronel salieron de Madrid para dirigirse a Los Llanos, donde se reunieron con otros altos mandos que también sugirieron buscar un acuerdo de paz. Juan Negrín fue presidente del Gobierno de la República entre 1937 y 1939. Foto: Getty.Getty Images  Azaña dimite, Miaja asume el mando En aquellos tensos días en los que se dirimía el futuro de la República, Francia y el Reino Unido reconocieron al Gobierno de Franco. Fue la penúltima puntilla para el tambaleante gabinete de Negrín y la señal que esperaba un desmoralizado y desencajado Manuel Azaña para dimitir como presidente de la República. En Burgos, los franquistas sabían que Casado y otros altos mandos del Ejército republicano se oponían a Negrín. Sin presidente de la República y con un estado de guerra en vigor, Casado encargó al general Miaja la presidencia del Consejo Nacional de Defensa, lo que suponía crear un nuevo Gobierno a cuya cabeza se situaba un militar. Mientras Miaja asumía el mando de facto, Casado era nombrado consejero de Defensa y Besteiro, por su parte, asumía el puesto de consejero de Estado. En la noche del 5 de marzo se radió el comunicado de los conspiradores anunciando que tomaban el poder y declarando la ilegitimidad del Gobierno de Negrín. El 6 de marzo, éste, acompañado por buena parte de los integrantes de su gabinete y varios dirigentes comunistas, salió en avión con destino a Francia y, a continuación, Argelia.Casadistas contra comunistasPese a la huida de los responsables políticos, las divisiones comunistas que rodeaban Madrid mantuvieron su decisión de luchar contra Casado, al que veían como un traidor que ponía el país en manos de Franco. El resultado fue el inicio de otra violenta guerra civil en la capital entre comunistas y seguidores de Casado. Las fuerzas leales a Negrín, situadas en los Nuevos Ministerios, avanzaron por la calle Serrano y otras arterias del barrio de Salamanca hacia el centro de la capital. El 8 de marzo, Casado temió que los comunistas arrasaran su Consejo Nacional de Defensa. En un último y desesperado esfuerzo, el coronel nombró a Liberiano González como jefe de una columna que debía iniciar el contraataque en Alcalá de Henares. A partir de allí, la columna fue ganando posiciones hasta llegar a los Nuevos Ministerios, donde se enfrentaron a las brigadas comunistas.Las piezas de artillería de los hombres de Casado destruyeron una treintena de carros de combate y tanquetas que los comunistas habían desplegado en las cercanías de la sede de las Juventudes Socialistas Unificadas y de las sedes central y provincial del PCE. Tras duros combates en las calles de Madrid, el 12 de marzo los casadistas derrotaron a los comunistas. El Diario Oficial del 17 de marzo publicó un decreto de Miaja por el que a partir de ese momento quedaba eliminada la estrella de cinco puntas del uniforme.Al día siguiente, Besteiro se dirigió a los madrileños a través de los micrófonos de Unión Radio: “Ha llegado el momento de que este Consejo Nacional de Defensa se dedique por completo a su misión fundamental y, en consecuencia, se dirige a ese Gobierno [el de Franco] para hacerle presente que estamos dispuestos a llevar a efecto negociaciones que nos aseguren una paz honrosa y que al mismo tiempo pueda evitar estériles efusiones de sangre. Esperemos su decisión”. Cuatro días después fue suprimido el Servicio de Investigación Militar (SIM), con lo que Casado, en su ingenuidad, pensaba que iba a ablandar a Franco, cuyas tropas permanecían a la expectativa a las puertas de Madrid. Julián Besteiro fotografiado hacia 1931, año en que fue elegido presidente de las Cortes. Foto: ASC.   Entre la ingenuidad y la traición El coronel Barceló y el comisario Conesa fueron condenados a muerte y fusilados por orden del Consejo Nacional de Defensa de Segismundo Casado. Éste aseguró en sus memorias que se indultó a los demás implicados, pero muchos comunistas fueron encarcelados y entregados en bandeja a las tropas franquistas: entre otros, el comisario de artillería Domingo Girón, el teniente coronel Ascanio y Eugenio Mesón, secretario del Comité Provincial de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Los tres estaban todavía entre rejas cuando Madrid cayó en manos de los llamados nacionales. Meses después, fueron fusilados por orden de Franco. La traición de Casado, apoyada por el socialista Besteiro y el anarquista Cipriano Mera, llevó al paredón a cientos de comunistas.El “generalísimo” quería dejar constancia de quién había sido el vencedor y quién el vencido en aquella cruenta Guerra Civil, por lo que impuso una capitulación sin condiciones. La actuación de Casado, a la postre, sólo contribuyó a desmembrar las últimas reservas militares de la República. “Casado pensaba que podría negociar con Franco de tú a tú, pero a consecuencia de los combates la República estaba todavía más débil que antes. El golpe y la eliminación de los comunistas habían descartado la baza más poderosa que le quedaba a la República de cara a la negociación: la amenaza de una resistencia numantina desesperada”, cuenta Paul Preston en su libro El final de la guerra: la última puñalada a la República.Último parte de guerra, primeras felicitaciones“En la mañana del 28 de marzo, cuando no quedaban soldados en el frente, di orden al Jefe del Ejército del Centro de que se pusiera al habla con el bando nacionalista [franquista] para hacer la entrega. El bando enemigo le comunicó a las trece horas de ese día que se presentara, acompañado de su Estado Mayor, al Jefe de la 26 División nacionalista en el Hospital Clínico. Hizo la presentación con cuatro oficiales y, terminado el acto, quedaron detenidos”, recuerda Casado, que el 30 de marzo viajó a Gandía para coger un barco y exiliarse. Los madrileños en las calles vitoreando a las tropas franquistas el 28 de marzo de 1939. Foto: EFE. En nombre de Franco, el coronel Eduardo de Losas tomó posesión de Madrid a las 12 de la mañana del 28 de marzo de 1939. Los primeros camiones con tropas franquistas entraron en la ciudad y fueron recibidos con aplausos y gritos de aliento impensables días antes: “¡Viva Franco! ¡Franco, Franco, Franco!”. La República había perdido la guerra. En muchos balcones de la ciudad se colocaron banderas rojigualdas y de la Falange. La gente salía con entusiasmo real o fingido a vitorear a las tropas vencedoras. Un sacerdote improvisó una misa de campaña en las calles de la capital.El 31 de marzo, los últimos enclaves republicanos se rindieron a las tropas rebeldes. El sueño de una República capaz de modernizar la sociedad española se desvaneció entre cánticos falangistas, vivas al Caudillo y oficios religiosos. El 1 de abril, Radio Nacional de España emitió el último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. El último parte de guerra firmado por Franco y emitido por RNE cinco días más tarde de la caída de la capital. Foto: ASC. El papa Pío XII envió un telegrama de felicitación al Caudillo: “Levantando nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con V. E., deseada victoria católica España, hacemos votos por que este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas cristianas tradiciones que grande le hicieron. Con estos sentimientos efusivamente enviamos a V. E. y a todo el noble pueblo español nuestra apostólica bendición. Pius XII”. El ministro de Negocios Extranjeros de la Alemania nazi, Von Ribbentrop, hizo lo propio: “Envío a V. E. mi cordial felicitación por la liberación de Madrid y la consiguiente victoria definitiva sobre los opresores bolcheviques de España”.Tres testimonios de primera manoPip Scott–Ellis, una joven aristócrata británica que decidió viajar a España para colaborar como enfermera en la zona controlada por los franquistas, registró en su diario su llegada a Madrid: “Había un gran número de coches, camiones y tropas, y tuvimos que avanzar muy lentamente. La gente de Madrid estaba saliendo en tropel a las calles, gritando y saltando sobre los coches, pidiendo comida, cigarros, cualquier cosa”. Mientras Pip avanzaba por las calles de la capital, la aviación franquista efectuaba pasadas a baja altura sobrevolando los tejados de las casas. “El entusiasmo era increíble, algo que no olvidaré nunca mientras viva: banderas, mantones y sábanas colgando de cada ventana y las calles llenas de gente gritando hasta enloquecer, gesticulando y saludando”, recuerda Pip, que en 1945 se casó con José Luis de Vilallonga, el hijo del marqués de Castelvell.“En las primeras horas de la mañana aparecieron banderas blancas en muchos edificios, singularmente desde nuestras líneas se veía una gran bandera en el Capitol y otras más lejanas en los edificios más elevados de la Gran Vía y la calle de Alcalá. Había una en Telefónica y otra tal vez en el edificio entre las calles de Fuencarral y Hortaleza”, escribe el periodista del bando franquista Juan Deportista (seudónimo de Alberto Martín Fernández) en el ABC del 29 de marzo de 1939. La sumisión de las altas jerarquías católicas hacia Franco y su nuevo régimen se plasmó en el tedeum y misa presididos en Madrid, el 20 de mayo de 1939, por el Cardenal Primado Isidro Gomá. Foto: EFE. El 20 de mayo se celebró una fastuosa ceremonia en la iglesia de Santa Bárbara, con un solemne tedeum en agradecimiento a Dios por la victoria. “Y para terminar la misa, Franco entregó su espada al Cristo de Lepanto, que presidía la ceremonia, uniendo simbólicamente la política española tradicional y la religión hispana de la intolerancia de Felipe II. El tedeum lo ofició el obispo de Madrid–Alcalá, don Leopoldo Eijo y Garay, y la misa pontifical, el Cardenal Primado Isidro Gomá, el cual predicó una homilía alabando a Franco desmedidamente. Así comenzó la posguerra”, recuerda en sus memorias Enrique Miret Magdalena, escritor y teólogo que vivió sus años de juventud en aquel Madrid asediado.Comienza la represiónEn el edificio del Tribunal Supremo, situado en la madrileña plaza de París, comenzaron los juicios contra aquellos que habían participado de una u otra manera en el Frente Popular. Los consejos de guerra no solían durar más de media hora, debido a la gran cantidad de sumarios de urgencia abiertos. A continuación, se produjeron los primeros fusilamientos. La represión del régimen franquista iba a ser implacable con los vencidos.En aquellos días, se multiplicaron en la capital las nuevas dependencias del régimen. El 1 de abril de 1939, el teniente coronel Luis Alarcón de la Lastra fue nombrado gobernador civil en el palacio de Lázaro Galdiano, donde organizó su sede. La dirección de la Diputación Provincial fue para Justo Sarabia, marqués de Hazas, que eligió como sede el domicilio familiar de José Calvo Sotelo en la calle Velázquez. El cargo de gobernador militar recayó en el coronel Eduardo Losas, que instaló su lujoso despacho en el edificio Capitol, en la Gran Vía. Ya nada sería igual. Los sueños renovadores de la Segunda República española quedaron hechos añicos. El país se preparaba para iniciar una dictadura que iba a durar 40 años. Fuente → muyinteresante.com La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano

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