Maroc - AVOZDELAREPUBLICA.ES - A La Une - 01/Jul 07:00

Brigadistas desde las antípodas

Brigadistas desde las antípodas Mariano Asenjo Pajares En Nueva Zelanda, el Comité Español de Ayuda Médica, el Partido Comunista y sindicatos recaudaron fondos para enviar enfermeras a la España republicana “Nos habíamos quedado sin medicinas básicas, nuestro principal tratamiento era la amputación» (Isobel Maguire, enfermera brigadista de Nueva Zelanda). Las Brigadas Internacionales fueron organizadas para ayudar al gobierno del Frente Popular de la Segunda República Española, durante la Guerra que siguió al alzamiento fascista de 1936. La organización existió desde 1936 hasta 1938, durante los cuales entre 40.000 y 59.000 miembros sirvieron en estas unidades, habiendo participado en las batallas de Madrid, Jarama, Guadalajara, Brunete, Belchite, Teruel, Aragón y el Ebro, en las que pagaron un alto precio, ya que unos 10.000 brigadistas murieron en combate. La organización fue disuelta el 23 de septiembre de 1938 por el presidente del Gobierno español Juan Negrín en un intento por conseguir más apoyo de las democracias liberales en el “Comité de No Intervención”. El mayor número de voluntarios procedía de Francia, Italia y Alemania. No obstante, personas de otros muchos e inimaginados países se unieron al movimiento, con la idea de que el combate en España restauraría la democracia y haría avanzar la causa contra un fascismo emergente. Muchos judíos, asimismo, formaban parte de las brigadas, se llegó a formar incluso una compañía judía dentro del batallón polaco… Y bien, entre la amplia relación de nacionalidades que viajaron a España, no faltaron los que llegaron de más lejos: Nueva Zelanda.  Los brigadistas neozelandeses no contaron con el apoyo del primer gobierno laborista de su país, que se puso de lado Los neozelandeses que lucharon en la llamada “Guerra Civil Española” no contaron con el apoyo del primer gobierno laborista de Nueva Zelanda. A pesar de los fuertes orígenes socialistas del Partido Laborista, el gobierno no quería contrariar a sus muchos partidarios católicos, pues el Vaticano había reconocido al régimen nacionalista de Franco en 1937. Los periódicos católicos neozelandeses retrataron la guerra como un ataque comunista y anarquista contra la Iglesia. La información acerca de atrocidades como el bombardeo de Guernica por parte de los fascistas alemanes, fueron presentadas como obra de saboteadores comunistas. En 1939, el editor del periódico Zealandia, el padre Peter McKeefry (más tarde cardenal), conoció a Franco en España en una misa especial en dedicación al caído general Emilio Mola. El Partido Laborista también se mostró reacio a que se le viera alineándose con el Partido Comunista de Nueva Zelanda. El representante del gobierno en la Sociedad de Naciones, Bill Jordan, simpatizaba con la causa republicana, pero en general el gobierno se contentó con permitir que su política sobre España fuera determinada por Gran Bretaña. Así, la muerte de al menos seis neozelandeses pasó desapercibida en su país de origen. Pero algunos grupos dentro de Nueva Zelanda observaron España como algo más que un «lejano tema secundario». El Comité Español de Ayuda Médica (SMAC), el Partido Comunista y varios sindicatos recaudaron fondos suficientes a través de rifas, exposiciones, proyecciones de películas y charlas públicas para enviar enfermeras: René Shadbolt, Isobel Dodds, Millicent Sharples, Isobel Maguire…, directamente desde Nueva Zelanda a España. También se recaudó dinero para comprar un camión de lavandería y una ambulancia para el ejército republicano, así como suministros médicos para los campos de refugiados establecidos al otro lado de la frontera francesa. El SMAC se había desarrollado a partir del trabajo de Alex MacLure, un canadiense que estudiaba en la Universidad de Otago. Comunista, ayudó a establecer una organización con el fin de recaudar dinero, ayuda médica y humanitaria. MacLure se embarcó hacia España en marzo de 1937 y murió en su primera acción en Fuentes de Ebro. Su muerte inspiró a un compañero universitario, el escritor Dan Davin, su cuento La Hidra, un personaje llamado McGregor murió luchando en España. Davin escribió que «España era un lugar en el que te mataban por algo. Oxford en el que te fuiste a morir, por nada”. Vinieron de las antípodas, nombres como Steve Yates y Griffith Mac Maclaurin, Tom Spiller y su amigo Fred Robertson o el ya mencionado MacLure y el superviviente del Ebro, Charlie Riley, quien recuperado de sus graves heridas regresó a Nueva Zelanda en 1939 e hizo campaña para ayudar a los refugiados de guerra españoles. Algunos se quedaron para siempre en España, otros pudieron regresar y contarlo. Para todos ellos, honor y gloria. Fuente → mundoobrero.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano