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Maroc Maroc - AVOZDELAREPUBLICA.ES - A La Une - 03/Aug 10:00

Sobre el activismo cultural bajo el franquismo

Sobre el activismo cultural bajo el franquismoPepe Gutiérrez-Álvarez  Durante mi infancia allá por los años 50, los libros eran ante todo los escolares, si bien recuerdos que mi maestro Don Julio nos hizo leer Don Quijote, aunque sin éxito porque los niños teníamos la cabeza en los juegos. No obstante, ante de fallecer, mi abuelo preferido consiguió que un familiar “litri” le prestaran una serie de obra de Verne y de Salgari. Creo que el primero me resultaba muy complicado, pero al segundo me lo bebí durante días en los que hasta dejé de jugar al fútbol. No fua hasta los 15 años que la voracidad cinéfila centrada en las revistas me llevó al mercadillo de Coll-Blanch, a los “Top manta” de entonces.   Allí descubrí la colección Pulga que era pequeña y barata, y mi trayecto comenzó con los autores sonados desde obras de aventura como el Walter Scott de Ivanhoe o de El talismán, y los referentes se sucedieron hasta desembocar en la gran literatura rusa, ya nunca abandonaría, en especial Lev Tolstói, y sobre el que escribí luego un ensayo. Entonces trabajaba bastante duramente, pero no desaprovechaba ni viajes ni bocadillos, incluso caminando. Semejante vocación me llevó a buscar cómplices, y los encontré en el personal que había conocido la “revolución cultural” republicana de los años treinta, al tiempo que observaba la poca gente que leía, sobre todo en los viajes de metro. En mi camino había ya aprendido a diferenciar entre los clásicos que yo devoraba, y las lecturas de “lo que se llevaba”, sobre todo entre el personal de oficinas, el mismo que me había tachado de “raro” por leer todavía a Emile Zola durante mi paso por una de ellas. Llegado a cierto punto comencé a desarrollar lecturas ordenadas de diversos clásicos. Me sirvieron para ello las monografías de Stefan Zweig o André Mourois. Así por ejemplo, una biografía de Dickens era seguida por un repaso apasionado de sus obras más celebradas. Esto significó un mayor disfrute amén de el inicio de discusiones con amigos que descubrían por ejemplo con Stendhal, amén de un inicio de lecturas disidentes porque el régimen nos quería catetos, domesticado con la tele y sobre todo con el fútbol. Las lecturas “políticas” o sea disidentes, se fueron imponiendo justo para alarma de la familia que se encontraba con títulos con palabras como socialismo o revolución. Para evitar tensiones y posibles sustos con la policía, aproveché el montaje de un joven comunista que trabajaba en Plaza&Janés, de manera que pude leer autores prohibidos con las tapas de best sellers. Seguí el mismo esquema y mis estanterías se fueron llenando con obras en las que se repetían conceptos como introducción, historia de, etc. Aprendí que tenía dominar todas las historias críticas que me valían como introducción. Mi primera área de cultivo provino de un veterano y entrañable anarquista que se hacía llamar “García” . Su activismo radicaba en prestar libros afines a jóvenes inquietos que íbamos emergiendo. Se trataba ante todo de un buen número de clásicos, entre los que recuerdo Malatesta. Su mayor fuente era la familia Montseny-Mañé, de la que me devoré todo. Sin embargo, seguí leyendo todo lo demás en una fase en la que las editoriales militantes proliferan, lo que en mi caso pasó por una larga y estrecha colaboración con Fontamara. Inmerso en el activismo, mis afinidades literarias se desplazaron hacia la política “roja”, si bien recuperé este terreno durante mi servicio militar en Ceuta donde centré la militancia en la difusión de los grandes de la pluma, mientras más a la izquierda mejor. En diversas evocaciones publicadas aquí y allá he recordado algunos detalles de mi relación con los libros, una experiencia que se cierra ahora con un diagnóstico de “deterioro cognitivo” que me impide leer más allá de lo que puede contener un Spots convencional. Lo que se inició a principios de los años 60 con las dificultades de crear una biblioteca sin una habitación propia, se cierra ahora, y aunque mi biblioteca sigue siendo considerable entre literatura, arte, historía, política y cine, no tiene comparación con lo llegó a ser en los años ochenta. En aquel tiempo vivía relativamente cerca le “la cuesta Moyano• de Barcelona en la calle Urgell, y algunos domingos regresaba a casa cargado. Su ordenación y repaso eran momentos de placer y de ejercicio de la memoria. Hubo visitantes ilustres como Antonio Moscato y Pierre Broué que dedicaron sus noches a repasarla, y ponderaron su extrema variedad; incluía libros que no apreciaba porque consideró importante conocerlos. Pero tuvo una primera crisis cuando trabajé en un ensayo sobre Orwell y los escritores británicos en la guerra de España, que finalmente edité en 1984 sobre Orwell. Meses después descubrí que me había olvidado completamente de una gruesa carpeta de papeles y recortes sobre la citada cuestión. La segunda la tuve en el curso de mi separación (1990), cuando tuve que marchar de la que había sido mi casa. Estaba en un comedor repleto de cajas con una crisis de órdago hasta que pensé que estaba viviendo en otros tiempos. Que la mayor parte de la literatura por leer o repasar se encuentra en las bibliotecas públicas, de manera que unas quince cajas fueron a la biblioteca de mi localidad donde se me dedicó un espacio que permanece con mi nombre que es allí el de una línea familiar. Esto me brindó algunos agradecimientos de afines que, por citar un ejemplo, se habían podido leer buena parte de la gran literatura rusa. Luego en la medida en qué pasaron los años, mis expectativas de lecturas se fueron mostrando inviables, de manera que fui seleccionando por el procedimiento de regarlos a amistades jóvenes con una anotación por sí los necesitaba, aunque no siempre lo hice correctamente. Volví a tener nuevas crisis cuando descubrí que estaba en trance de comparar títulos que ya tenía y que había olvidado. Ahora en vista a los 74 tacos (30-06-1946), el panorama se me hace arduo porque lo tengo herederos ni familiares que estén por este extenso jardín de títulos. Me encanta rebuscar en los “conteiner” porque me he llevado más de una agradable sorpresa, textos que buscaba o expresiones del azar objetivo como encontrarme “El sur” de Adelaida García Morales el mismo día en que ella falleció. Desde luego no entiendo mi vida sin la parte que me queda y sin soñar con tal o cual edición, pero la fiebre que me cogió en el pasado. Me alegra cuando puedo ayudar a alguien que trabaja en tal o cual tema, y en algunos casos la prestación se hace con el seguro puesto, pero ahora pienso que en todo esto había algo de iluso. Lo propio de alguien que proyecta ilusiones que luego no pudo cumplir… Desde el activismo cultural, algunos comenzaron a tratarme como “escritor”, un traje que me venía muy grande. Si no me equivoco, la primera vez que fui citado como tal fue una ocurrencia del camarada Stoute, alias “Tam Tam”, un panameño que era entonces algo así como el “alma mater” de la editorial Fontamara de la que yo era uno de los colaboradores más animosos. Sucedió en 1977 antes de las elecciones de junio, y se trataba de presentar nuestra Liga con varios oradores entre los que menda aparecía como “escritor”, oficio que llamó la natural atención y sobre el que nadie presentó dudas. Por entonces me había limitado a preparar algunas ediciones que luego eran corregidas; de hecho no publiqué mi primer libro hasta 1979, un Trotsky en la colección “Conocer a…” perteneciente a la Editorial Dopesa a cuyo responsable pude convencer con mi despliegue oral. Anteriormente había publicado en diversas revistas de barrio, en boletines en los que presentaba algunas películas ofrecidas en los cine-fórums o/y tal o cual debate, en temas sobre los que tenía siempre cosas que decir. Con el Trotsky tuvo lugar un salto cualitativo, de entrada con una presentación en la Llibreria Leviatán en compañía de la escritora del PSUC, Teresa Pámies, entonces en la cima de su fama, y fue noticia destacada en algunos diarios. Esta conexión me permitió -vía Jaume Roures- convertirme en una firma del diario “Mundo” que, como otros medios abiertos; esta línea se repitió en otros diarios en un tiempo en el que comenzaron a desaparecer como lo hicieron -especialmente- la casi totalidad de las editoriales creadas en la agitación contra el régimen y contra el sistema. Por entonces mi febril militancia se fue girando hacia la pluma en toda clase de diarios oficialistas como La Vanguardia, pero sobre todo entre los que resistieron el cierre como El Diario de Barcelona o La Voz de Euzkadi y en menor caso, Egin. Siempre tratando temas culturales e historia social. En la década de los ochenta me convertí en la firma más conocida de la página cultural del Combate, órgano semanal y luego quincenal de la LCR; también pasé a ser una firma asidua de todas las revistas de historia –Historia y Vida, Tiempo de Historia, Historia 16. L´Avenç entre otras-, una tarea extensible las revistas de cultura crítica como El Viejo Topo, siempre como agitador y divulgador. Tras “la gran derrota” del mal llamado “socialismo real” me desplacé a principios del presente siglo primordialmente hacia las plataformas digitales en las que resistía la izquierda activista. tales como Rebelión y Kaosenlared. Especialmente en esta última con publicaciones diarias, ahora combinando la divulgación con una mayor atención a la controversia general contra el estalinismo que todavía trataba de subsistir argumentando una demencial unión entre la CIA y los orwellianos o trotskistas. Esta fase será cubierta sobre todo desde una labor muy similar desde una cuenta de Facebook, donde suelo ser penalizado, por citar un ejemplo por la publicación de la foto histórica de la estatua de Stalin descabezada durante la revolución húngara de Octubre de 1956. Una foto que ya había insertado antes en un artículo similar y cuya versión íntegra fue traducido a multitud de lenguas. Dentro de su modestia, al menos una parte de mis artículos sobre historia social han sido asimilados por diversos países, sobre todo en América Latina. En los últimos tiempos las tareas de la divulgación crítica se han extendido hacia temas cinematográficos sin olvidar los ejercicios de memoria, especialmente en lo que se refiere al antifranquismo así como a la historia de la IV Internacional… Para mayor detalle ver, vientosur.info Fuente → kaosenlared.net La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano

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