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Maroc Maroc - AVOZDELAREPUBLICA.ES - A La Une - 06/Sep 06:00

Lorca, la magna biografía

Lorca, la magna biografía Daniel Campione Mucho se ha escrito sobre el poeta y dramaturgo fusilado en Granada con el trabajo de un estudioso de habla inglesa como el aporte decisivo.  Suele considerarse a algunas biografías como “definitivas”. Lo habitual es que se proporcione esa calificación a libros que contienen un recorrido exhaustivo por la vida y las realizaciones del biografiado. Y que lo hacen acompañándolo con una demostrada capacidad de comprensión de su momento histórico y de contextualizarlo en el entorno en el cual se movió. La apreciación se enaltece si la obra respectiva muestra una escritura clara y elegante, que añade la amenidad de la lectura y el mérito literario a las restantes virtudes.  Quien escribe estas líneas no comparte el supuesto carácter definitivo e insuperable de ninguna obra biográfica. Siempre habrá nuevos documentos que examinar, renovadas formas de apreciar un recorrido vital, novedosos insumos críticos para justipreciar la obra escrita del biografiado. Las que sin duda existen son las grandes biografías, que dejan una marca que las convierte en referencia para los trabajos futuros sobre el respectivo protagonista y acercan perspectivas de interpretación que podrán ser controvertidas e incluso reemplazadas, pero resultará insoslayable tener en cuenta de ahí en adelante. Es seguro que pertenece a esta clase el trabajo de Ian Gibson sobre Federico García Lorca. España pensada (y amada) en inglés. Gibson, irlandés, forma parte de una estela de grandes hispanistas de habla inglesa que han dejado su marca indeleble sobre el conocimiento y la interpretación acerca de la historia española del siglo XX. Foto reciente de Ian Gibson. No han mostrado sólo erudición y rigor, sino sobre todo una especial sensibilidad para comprender una tierra y una sociedad a primera vista tan diferentes de las propias. Y en muchos casos una fascinación con el país ibérico que los llevó a establecerse allí durante años, cuando no de por vida. Británicos, estadounidenses e irlandeses han seguido ese camino con singular provecho. Cómo no recordar la veta iniciadora de Gerald Brennan, con una interpretación global de la historia hispana que se proyecta hacia el entendimiento profundo de la guerra civil. O a Raymond Carr, autor de variados estudios y sobre todo de una meritoria síntesis de la historia contemporánea de España. Más cerca en el tiempo resulta indispensable la mención de Paul Preston, que recorre por múltiples trillas un siglo de historia hispana, en particular la guerra civil y el franquismo. Dentro del género biográfico su narración de la vida de Francisco Franco no puede ser soslayada en ningún acercamiento a la dictadura de 40 años de duración que azotó a la población española. Una historiadora, Mary Nash, ha aportado de modo sustantivo a conocer el rol de las mujeres hispanas en la segunda república, la guerra y la subsiguiente dictadura. Esto se refleja en su libro Rojas: las mujeres republicanas en la Guerra Civil española. O con un despliegue temporal más extenso, Trabajadoras: un siglo de trabajo femenino en Cataluña [1900-2000]. Algunos de estos autores han desarrollado no sólo el interés profundo y permanente por el país, sino el hondo vínculo emotivo con su objeto de estudio. En el caso de Gibson la identificación con España y con la tierra andaluza en particular ha llegado a los puntos más altos. Lo hizo casi siempre tras las huellas de García Lorca, por lo cual vivió y vive en Granada, si bien en algunos momentos alternó ese lugar de residencia con Madrid. No rehuyó el compromiso político, hasta el punto de participar en listas de candidatos municipales. Y revistó durante ocho años como delegado municipal de cultura en tierras granadinas. El irlandés tomó el recorrido lorquiano en variadas direcciones. En aparente paradoja comenzó por la indagación a propósito del asesinato de Federico. Allá por la década de 1970 avanzó más lejos que nadie en ese esclarecimiento indispensable. Años después produjo su biografía monumental en dos tomos, una profundización sin precedentes en ese universo. Más de un millar de páginas en las que recorrió su vida y u obra en todas direcciones. No hay una persona relevante en los menos de cuarenta años que duró la vida del poeta que no esté allí. Cada suceso de alguna importancia es narrado o al menos mencionado.  Sus escritos en verso o en prosa, más su teatro, se encuentran comentados con mayor o menor minuciosidad. Gibson sigue al poeta en Granada, en Madrid, en sus dos grandes viajes a América. El hispanista siguió tras Federico en otros libros que ampliaron y enriquecieron sus enfoques. Las opciones sexuales del poeta, que tanto le proporcionaron felicidad como lo atormentaron, ocupan el lugar principal en otra entrega de Gibson, Lorca y el mundo gay. También profundizó en la imbricación de Lorca con su ciudad de nacimiento, a la que dedicó dos libros. El último, Poeta en Granada, señala otro sendero biográfico, a través de su relación con el suelo que lo vio nacer y lo cobijó buena parte del tiempo hasta la hora de su muerte. Le ha dedicado un libro a su relación con el pintor Salvador Dalí, como luego veremos.  Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca. El de arriba es el título que le asignó el investigador irlandés a una refundición de la biografía monumental, esta vez en un solo tomo. Ofrece allí una versión más accesible, orientada a un público más amplio. Pese a la reducción en extensión, la obra no pierde en rigor ni en profundidad. Sigue muy de cerca todo el itinerario lorquiano, le da la palabra al poeta siempre que resulta pertinente, lo acompaña desde la primera infancia hasta la injusta muerte sin ningún decaimiento. Un comentario del escritor hispano, Antonio Muñoz Molina trasmitió en pocas líneas una valoración terminante de la obra, que la coloca en el pedestal de lo indispensable: “La novela verdadera y trágica de la vida de Federico García Lorca no puede contarla ya nadie sin tener presente la aventura de indagaciones a la que ha dedicado tantos años Ian Gibson.” No por azar el escritor colocó la vida lorquiana bajo el signo de la novela y la investigación del irlandés en el terreno de la aventura. Sin ser para nada “novelada” la biografía de Gibson, no puede sino coincidirse en los rasgos novelescos de la existencia del poeta, por cierto muy bien captados, Esa vida breve, que sólo se prolongó 38 años, que le alcanzaron a quien la habitó para tornarse una figura señera de la cultura española no ya de su época sino de todo el siglo XX. En cuanto a la “aventura” del autor sin duda lo es, de un modo en el que se confunden la vida del poeta y la suya. El biógrafo se torna inescindible del biografiado y lo sigue a través de sus estudios durante décadas, por un lapso más prolongado que el de la permanencia en este mundo del autor de Bodas de sangre. Las fechas del nacimiento y el asesinato del poeta confluyen con años determinantes para la sociedad hispana. Nace en 1898, el año del “desastre”, de la aplastante derrota frente a las fuerzas estadounidenses y la pérdida de las últimas colonias. Y muere, o mejor, lo matan, en 1936, en los meses iniciales de lo que hoy llamamos “guerra civil española”. Una existencia encerrada entre dos catástrofes nacionales difíciles de revertir. Quien compartiera su última relación sentimental significativa, Rafael Rodríguez Rapun, resulta muerto en la guerra justo un año después de la ejecución clandestina del poeta. Tal vez buscó ese final, frente a la desolación causada por la injusta muerte. La significativa fecha en la que ocurrió parece apuntar a un vínculo misterioso más que a un efecto del puro azar. Los años iniciales, la formación y la poesía. Federico nace y muere en Granada. Ve la luz en la vega granadina, al lado de los inmortales vestigios de la civilización “mora”. Y va a morir allí, cuando las horas de convulsión y amenaza lo impelen a buscar refugio en su tierra nativa, encontrando la muerte donde aspiraba a hallar seguridad y protección. La relación de Federico con su Granada tiñe las diferentes etapas de su vida y resulta el soporte de su vida afectiva y también intelectual. Fue fuerte el influjo sobre él de su familia, con su madre Vicenta Lorca al frente, protectora y exigente, mujer culta y católica ferviente. Y su padre, ese próspero hombre de negocios, propietario rural de importantes extensiones e industrial azucarero, que sostuvo en lo económico a Lorca hasta más allá de los 30 años. Con su hermano Francisco mantuvo un vínculo estrecho y éste proporcionaría una narración de su vida. El autor contempla con atención los distintos pasajes de la vida del biografiado. Desde su riente infancia en Fuentevaqueros al homicidio artero al borde de una carretera, en Viznar. Presta atención a su etapa formativa, con la ciudad de los reyes moros como escenario. Allí están los que él mismo consideró sus maestros. Destacan en ese lapso dos profesores: Martín Domínguez Berrueta y Fernando de los Ríos. El primero lo lleva de viaje por distintas zonas de España, con imperecederos efectos sobre la sensibilidad de Lorca, quien todavía no había cumplido 20 años. Volcó sus vivencias en un libro, Impresiones y paisajes, su primera incursión en la letra impresa. Con de los Ríos el vínculo fue más perdurable, extendido hasta el final de su vida. Fue su profesor en la carrera de derecho y amigo de su familia. Años después, en 1929, lo convenció de acompañarlo a Estados Unidos, donde el poeta halló inspiración para algunas de sus obras fundamentales. Un par de años más tarde, el catedrático fue impulsor de la compañía teatral La barraca, que el poeta dirigió con brillantes resultados, hasta llevar el teatro clásico hispano a lugares recónditos de la península. Otra personalidad que tuvo un lugar de guía en el desenvolvimiento intelectual y artístico de Federico fue el eminente músico Manuel de Falla. Gibson trata con hondura esa relación, a partir de la cual ambos recorrieron el camino del conocimiento de la música popular tradicional, desde las canciones de cuna al cante jondo. Ya fuera de Granada, el poeta transcurre años juveniles y luminosos en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Esa avanzada de la España culta y progresiva, fecunda derivación de la Institución Libre de Enseñanza es un receptáculo ideal para sus inquietudes. Y allí se desenvuelve su amistad con dos futuros genios, a quienes en su momento Gibson dedicó sendas biografías: Salvador Dalí y Luis Buñuel.  A partir de allí el hispanista tomó la senda de las grandes amistades y amores del poeta andaluz. En particular su ligazón con Salvador Dalí, del que se ocupó en otro libro dedicado al amor frustrado entre ambos, Lorca-Dalí: El amor que no pudo ser. Son años en los que se fortalece su recorrido por la poesía. Transcurre un tiempo de sólo moderada repercusión en ese terreno, hasta que Romancero gitano se transforma en la carta de identidad del poeta, en vehículo de su proyección universal a partir de la pintura de su terruño andaluz. El mundo y la consagración. Sus viajes a Estados Unidos, Cuba y Argentina merecen un tratamiento pormenorizado, en particular el influjo que ejercen sobre Lorca y su obra las realidades que encontró al otro lado del Atlántico. La gran metrópoli norteamericana será el basamento de lo que años después se convertiría en Poeta en Nueva York, albergue de parte de lo más sustantivo de su poesía. El irlandés capta en claridad el vuelco decisivo en el renombre y la autoestima lorquiana de los más de seis meses transcurridos en nuestro país. Allí experimenta la fama en gran escala, cosecha éxitos como nunca antes, gana más dinero que el que pudo soñar. Y cautiva a la intelectualidad porteña con sus agudas conferencias. Hasta se cruza con Carlos Gardel en un breve encuentro signado por la admiración mutua. Sólo el suceso inusitado de Bodas de sangre, protagonizada por Lola Membrives en un teatro porteño, llena varias páginas del libro. Federico toma parte del nacimiento de su propio mito, de la mano entre otros de un promisorio poeta chileno con el que traba conocimiento en tierras porteñas, Pablo Neruda. Ya ha quedado muy lejos el fracaso de su intento inicial, El maleficio de la mariposa.  El dramaturgo ve como sus obras llegan a un público masivo y encuentra a una intérprete decisiva, Margarita Xirgu, a quien reverencia como la traductora ideal de sus hallazgos dramáticos, desde Mariana Pineda en adelante.  Alcanza particular relieve en el libro su trabajo en la dirección del ya mencionado teatro universitario La barraca, punto culminante de su implicación en el cambio cultural profundo que encarnaba la segunda república. Por esos años el granadino se afianza en el mundo literario e intelectual hispano y traba relaciones tanto con los escritores de su generación (Rafael Alberti, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, entre otros) como con las grandes figuras de camadas precedentes, con Miguel de Unamuno y Antonio Machado al frente. Sus amores, como los del escultor Emilio Aladrén y el ya nombrado Rodríguez Rapún, su compañero en el teatro universitario, ocupan su lugar en el libro. Junto a la progresiva aproximación del poeta a vivir a pleno su condición sexual, en medio del prejuicio y la negación circundantes. Gibson se sumerge en las pesadumbres y temores del poeta, sus amores frustrados, las tribulaciones que le produce su larga espera hasta alcanzar el triunfo. Y en su muy traumática relación con la muerte, a la que teme a la vez que lo atrae con oscura fascinación. Allí va Lorca con su espíritu festivo, su personalidad avasallante, protagonista de reuniones y fiestas. Y su contracara oscura, de sufrida relación con el proceso creativo y susceptible de sucesivos hundimientos en la melancolía y las crisis afectivas. Las razones del crimen. El biógrafo muestra con singular agudeza el choque del poeta con la sociedad española de su tiempo, con la burguesía granadina en particular. Y respecto a la apreciación convencional de la poesía y en especial del teatro. Y destaca su compromiso social y político, esa savia que sin hacerlo un militante de partido, lo convirtió en “partidario de los pobres” e incubó los resentimientos que llevaron a que las fuerzas reaccionarias lo repudiaran por “rojo” y “maricón”. Gibson muestra que el asesinato no llega por azar ni por error. Él había ganado enemigos poderosos. Como parece dijo un protagonista central del crimen, Ramón Ruiz Alonso, la “gente de orden” pensaba que el poeta había hecho más daño con su pluma que otros con su pistola. El frenesí homicida posterior al golpe de julio de 1936 fue la oportunidad propicia para la denuncia y el hostigamiento hasta llegar a su captura y al “paseo” final, baleado en la madrugada. La oscuridad cae sobre la vida de Lorca atraída por los criminales lanzados a exterminar a media España. La diafanidad del trabajo de Gibson repone la verdad y acerca su espíritu de investigación y comprensión a develar las diferentes aristas de una personalidad excepcional. Sin menoscabar a los muy estimables trabajos del hispanista irlandés que no tienen referencia directa a la figura lorquiana, no cabe dudar a la hora de la valoración de sus estudios sobre Federico como su obra más elevada. Y entre ellos, su biografía es el mojón fundamental. Pocas inversiones de tiempo pueden ser más provechosas que la tomada para su lectura extensa y amena, que tanto aporta para entender a Lorca en el conflictivo seno de España en el siglo XX. Fuente → tramas.ar La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano

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