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Muchos rincones de nuestra tierra asturiana se llenaron de procesiones, de cantares, de abrazos y de palabras, incluso de arengas, el pasado domingo, 8 de septiembre; de muchos hombres y mujeres mayores y pequeños que se reunían con un único motivo: acompañar a nuestra patrona, como decimos nosotros a la Madre de esta hermosa tierra, a la compañera de camino que hace posible sueños y esperanzas, que nos aglutina como pueblo y que nos hace sentirnos familia. Todos celebrábamos y cantábamos a nuestra Santina de Covadonga, de distintas maneras, con grandiosidades y boatos, con la sencillez de pequeños pueblos y de humildes barrios. Pero todos con una misma intención y un mismo sentir, cantar nuestra admiración por aquella mujer que desde hace siglos y de manera unánime, en el pasar de las generaciones, ha representado la identidad de una historia común, de un pueblo irreductible, de una pequeña tierra que se siente semilla de una gran historia, pero que significa mucho más para la mayoría de los asturianos: nos hemos encontrado en la presencia de una mujer, María la de Nazaret, la madre de un tal Jesús, la escogida para ser la portadora no solo de buenas noticias, sino también de la gran presencia que ha transformado nuestras vidas, aquel pequeño que le decía el emisario que se llamaría Jesús y que vendría a liberar a todos los hombres y mujeres, a dar comienzo a una nueva historia, a una nueva alianza, a un nuevo manantial de valores comunes y de grandezas humanas. Nos alegramos y contemplamos en esa mujer lo mejor de la humanidad, en ella se realiza de forma perfecta lo que ese Padre creador quiso de lo humano para poder encarnarlo y compartirlo. Por eso nos reunimos en su presencia, por eso sale a nuestras calles, por eso aplaudimos y nos emocionamos, nuestros corazones encogen y nuestros abrazos se acercan, porque no salimos a contemplar un símbolo o una bandera que nos separe, sino a encontrarnos con un rostro humano que nos convierte en una única familia, en un proyecto, en un camino común, en un abrazo que nos encuentra y nos solidariza en un mismo sueño.
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