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De bibliotecas, 'libros en el infierno' y memoria democrática Gabriel Flores Aquellos libros acabaron convertidos en pasta de papel o alimentaron hogueras ceremoniales, pero varios miles se salvaron y fueron condenados a un secuestro permanente. En un cuento publicado en 1941, La Biblioteca de Babel, y en un ensayo previo, La Biblioteca Total, de 1939, Jorge Luis Borges imaginaba una biblioteca infinita formada por todos los libros posibles. Al tiempo que Borges describía una biblioteca sin principio ni fin que entendía como un modelo del universo o como el universo mismo, las diferentes versiones del fascismo europeo, incluida la de la dictadura franquista, se afanaban por llevar a la práctica sus particulares mundos criminales y excluyentes, en los que los libros eran separados entre los que merecían ser leídos y los que se consumirían en el fuego eterno de un infierno terrenal. Miles de libros condenados y bibliotecas secuestradas. Libros y bibliotecas señalados como enemigos a exterminar, del mismo modo que las personas y los colectivos humanos que no entraban en los cánones fascistas o se resistían a compartir sus designios criminales. Libros en el Infierno Democracia, desmemoria y memorias asesinas Nos queda la memoria. Frente al relato impuesto por identidades asesinas, la memoria democrática que rescata del olvido datos y acontecimientos extirpados y salva de la desmemoria el periplo seguido por una parte de los libros y documentos que los golpistas, tras sublevarse contra la legítima República española, requisaron de bibliotecas públicas y particulares. Aquellos libros acabaron convertidos en pasta de papel o alimentaron hogueras ceremoniales, pero varios miles se salvaron y fueron condenados a un secuestro permanente. Uno de estos “infiernos”, fruto de la depuración franquista que destruyó o se incautó de todas las bibliotecas de ateneos, sindicatos y partidos y de tres cuartas partes de las bibliotecas municipales creadas en el periodo republicano, se analiza en Libros en el Infierno: El fondo marxista ¿Qué engranajes organizativos puso en marcha el régimen franquista para gestionar esa requisa? ¿Qué bibliotecas fueron destruidas o despojadas? ¿Qué pasó con las publicaciones secuestradas? Un libro recién publicado responde a estas preguntas e ilumina un rincón no suficientemente explorado de las prácticas antidemocráticas que caracterizaron a la dictadura franquista. Libros en el InfiernoEn el ámbito bibliotecario, los infiernos hacían referencia a los lugares dentro de las bibliotecas donde se conservaban los libros prohibidos que sólo podían ser consultados, con permiso de las autoridades competentes, por personas consideradas preparadas para que su acendrado patriotismo o su alma no sufrieran ningún daño con su lectura. Uno de estos “infiernos”, fruto de la depuración franquista que destruyó o se incautó de todas las bibliotecas de ateneos, sindicatos y partidos y de tres cuartas partes de las bibliotecas municipales creadas en el periodo republicano, se analiza en Libros en el Infierno: El fondo marxista de la Biblioteca Central Militar (Sílex, 2024). Sus autores, Inocencia Soria y Fernando Torra, brindan a los posibles lectores sus conocimientos técnicos y de primera mano, no en vano han sido directores técnicos de la Biblioteca Central Militar, y ofrecen a las personas interesadas una investigación y una información rigurosas sobre este particular infierno de unos 2.000 volúmenes que nos permiten conocer qué obras tenían las organizaciones obreras en sus bibliotecas, qué leían las clases populares, qué les interesaba o qué editoriales las publicaban. El engranaje de expolio y acopio se sustentó en unos organismos conocidos genéricamente como “Recuperación de Documentos”, creados ex profeso para legalizar la incautación que ordenó el Cuartel General del Generalísimo en Salamanca. A ese proceso de formación, al modo de actuación de estos organismos y a las relaciones que establecieron con el Servicio Histórico Militar, del que dependía la Biblioteca Central Militar a la que se destinó una parte de lo incautado, la que acabó constituyendo el “Fondo de Literatura Marxista”, se dedica el primer capítulo. A continuación, el texto se adentra en la descripción bibliográfica de los volúmenes y vestigios documentales, como antiguas fichas bibliográficas, listados de títulos u otros escritos relacionados con el traspaso y control de los libros. El examen de los exlibris, sellos estampados en las portadas y firmas autógrafas han permitido rastrear el origen de los ejemplares de la colección y determinar a qué bibliotecas de sindicatos, ateneos, partidos y otros organismos o personas pertenecían unos 400 volúmenes de la colección antes de ser incautados. Las dedicatorias manuscritas de sus autores a conocidos políticos como Fernando de los Ríos, Francisco Largo Caballero, Margarita Nelken, Julián Zugazagoitia y varios más han contribuido a establecer la pertenencia de los libros y las relaciones entre personajes célebres de la época. Junto a los libros, el fondo se completó con abundantes folletos propagandísticos, actas de congresos, discursos y obras similares que dan cuenta del curso que siguieron organizaciones políticas o sindicales y de los debates y polémicas que se produjeron en su seno El conjunto bibliográfico analizado está formado en su mayor parte por libros publicados en el primer tercio del siglo XX. Los ejemplares incautados dan cuenta del buen momento que atravesaba el mundo intelectual y el brillante panorama de la floreciente industria editorial de las décadas de 1920 y 1930. Las llamadas “editoriales de avanzada” y las promovidas por socialistas, anarquistas y comunistas para difundir sus ideas permiten observar la calidad de las traducciones, el cuidado aspecto tipográfico y los extraordinarios diseños de las cubiertas elaboradas por grandes artistas gráficos como Ramón Puyol, Josep Renau, Manuela Ballester, Manuel Monleón y otros. Al examinar las materias y los autores de los principales títulos de la colección, tanto los de las obras de divulgación como los de los principales teóricos del anarquismo y del marxismo o los de carácter literario, entre los que abundan las primeras ediciones en castellano de novelistas extranjeros, se ofrece un breve contexto que permite vincular los volúmenes con el momento histórico. La última parte del libro, la más extensa, da cuenta de las obras del fondo que estudian o están relacionadas con la historia europea y española, desde finales del siglo XIX hasta los últimos días de la guerra civil. Junto a los libros, el fondo se completó con abundantes folletos propagandísticos, actas de congresos, discursos y obras similares que dan cuenta del curso que siguieron organizaciones políticas o sindicales y de los debates y polémicas que se produjeron en su seno. Unos documentos escasos y difíciles de encontrar en otras bibliotecas o centros de documentación. La memoria democrática supone también un deber moral de reconocimiento y dignificación de todas las personas que lucharon por la libertad y los derechos democráticos contra la dictadura franquista o fueron víctimas de su violencia criminalDemocracia, desmemoria y memorias asesinasLa democracia permite construir una memoria inacabada, siempre abierta al cambio que se nutre de nuevos datos, estudios y argumentos y de la sensibilidad y los valores que en cada momento histórico predominan en la sociedad. La memoria democrática, lejos de pretender una uniformidad excluyente y cerrada, refleja las inevitables tensiones entre las diferentes memorias existentes en la ciudadanía y trata de encauzarlas para que permitan desarrollar una convivencia democrática más sólida que aliente formas de ciudadanía inclusivas y plurales. La memoria democrática supone también un deber moral de reconocimiento y dignificación de todas las personas que lucharon por la libertad y los derechos democráticos contra la dictadura franquista o fueron víctimas de su violencia criminal. La desmemoria no es una opción, porque iguala a víctimas y verdugos y porque impide a la sociedad y al Estado democrático detectar y desactivar las derivas totalitarias o antidemocráticas que crecen en su seno. La memoria democrática es reparadora, al contrario del olvido y las memorias asesinas que fomentan contravalores punitivos y excluyentes que perpetúan el daño ocasionado a las víctimas. Los libros siguen siendo un elemento fundamental de disfrute y conocimiento. No dejen que la modorra, la desesperanza o la desmemoria nos roben el pasado y el futuro Por esos son tan importantes los libros y las investigaciones que nos permiten conocer nuestro pasado y arrojan luz sobre páginas de nuestra historia que fueron arrancadas por la dictadura o se pretenden reescribir mediante el uso de la mentira y la tergiversación para ocultar la violación sistemática de los Derechos Humanos por parte del régimen franquista. Las bibliotecas y los libros son componentes fundamentales de la memoria y la convivencia democráticas. Lean libros, compren, presten y regalen libros, utilicen las bibliotecas públicas, comenten sus libros más queridos o recordados, recomienden los libros que les han servido de impulso, revelación o goce. Los libros siguen siendo un elemento fundamental de disfrute y conocimiento. No dejen que la modorra, la desesperanza o la desmemoria nos roben el pasado y el futuro. No permitan que los huecos que dejan los libros no leídos sean ocupados por bulos, desinformación, pamplinas o mentiras. Fuente → nuevatribuna.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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