Supongo que todos ponemos límites ante determinadas cosas. No consentimos que nos insulten, que nos desprecien, que nos agredan, que nos chantajeen....
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Supongo que todos ponemos límites ante determinadas cosas. No consentimos que nos insulten, que nos desprecien, que nos agredan, que nos chantajeen. Sí mantenemos límites entre nosotros los adultos, decimos que no cuando debemos e intentamos que no nos tomen por tontos, que no nos insulten o nos falten al respeto. Todos, menos algunos padres que, por desconocimiento, por el karma de no traumatizar a los niños, permiten que estos falten al respeto a nosotros como padres y a todo bicho viviente, les damos de todo porque nos chantajean: si no me compras, si no me das, o bien lo hacemos nosotros, si apruebas te compro… No les decimos que no porque no tenemos tiempo, y suplimos nuestra presencia con cosas materiales, con caprichos, con consolas, iPad y lo que caiga, porque estamos cansados y además nos sentimos culpables. Los límites no se pueden poner cuando acuden a una consulta porque el niño ha tirado el móvil del padre por la ventana, porque el niño ya tiene 14 años y desde los 10 un iPhone que ahora quiere renovar, como ha hecho casi cada año. Y ante el primer no, la primera frustración, la ira estalla. A veces pienso que existe una ley (por supuesto, sin desarrollar) para tener cursos de cómo educar a un perro, y qué quieren, últimamente no hago otra cosa que pensar por qué no lo hacen con aquellos que quieren tener hijos. No es fácil poner límites, hacer que se vayan a la cama a su hora, que no vean determinadas series, que no estén día y noche en la pantalla… Pero no es culpa de ellos. Ellos cuando son pequeños no pueden discernir ni lo bueno, ni lo malo, ni entender el respeto, ni controlar bien las emociones. Somos nosotros los adultos quienes tenemos que enseñarlos, especialmente con nuestro comportamiento. Es totalmente cierta la afirmación de que los niños no hacen lo que los padres decimos, sino lo que te ven hacer a ti. Si gritamos constantemente, estamos con el móvil, somos agresivos, ellos nos imitarán. Si siempre hemos atendido a sus peticiones, sea lo que sea, pero no a sus demandas de cariño, de afecto, de comunicación, nunca les hemos escuchado con el corazón, y de alguna forma les hemos ignorado, no entenderán el primer no que les digamos ante uno de sus caprichos. Ni os creerán cuando les decimos que les queremos mucho porque sin límites, sin decirles no un montón de veces, sin bajarse a su mirada y hablarles con el amor de la nuestra, no lo olviden, haremos de ellos unos niños con problemas, infelices y pasto de psicólogos y psiquiatras.
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