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Acuciado por Vox, Feijóo pretende decir a sus votantes que puede ser tan duro con la inmigración como Abascal, pero sin locuras. Concede a los latinoamericanos ciertas ventajas con el argumento de que compartimos "valores" con ellos (no explica cuáles)El PP naufraga al explicar el “visado por puntos” para migrantes de Feijóo Alberto Núñez Feijóo subió al escenario y agarró los papeles depositados en una mesa. Ahí habían firmado los demás dirigentes del Partido Popular una declaración política que viene a ser un resumen de lo que el PP dice todos los días en las instituciones y lo que presentó en la ponencia aprobada en su último congreso hace sólo unos meses. Trece folios más la cubierta y la página final de las firmas. Feijóo puso su firma y levantó los folios ante el público, como si fuera un logro excepcional. En política, los tuyos te aplauden prácticamente por nada. Tres de esos folios están dedicados a la inmigración. Supone el 23% del texto, lo que da una idea de su importancia. Se incluyen algunas frases tan delirantes como esta: “Creemos que el Gobierno está obviando el riesgo de extinción de una clase media cada vez más empobrecida”. Esta es una milonga de la que hablaba mucho Albert Rivera hace unos años. Al menos, entonces el país se encontraba ante una muy difícil situación económica. Ahora en mitad de una fase de crecimiento con el consumo apuntando hacia arriba, el PP anuncia que la clase media puede desaparecer, como si eso fuera posible. La clase media puede extinguirse como los dinosaurios. Y eso que el nivel intelectual y en economía iba a subir con los fichajes de Alberto Nadal y Alma Ezcurra. Cómo debía de ser la cosa antes. Todo esto es puro relleno. La intención de Feijóo era reunir a los barones para unificar un discurso duro contra la inmigración, aunque luego los detalles sólo tengan que ser definidos como una lista de requisitos con apariencia de ser razonables, eso que la derecha llama 'sentido común'. Es un mensaje para los votantes de derecha y extrema derecha: nosotros también estamos preocupados por el alto número de negros y árabes en las calles, pero no estamos locos y no queremos echarlos a todos. Sólo vamos a apretarles un poco. Después de amagar y no dar, de dudar mucho, de contar a los medios que no iban a perder el tiempo enfrentándose a Vox porque su enemigo era otro, el PP ha terminado asumiendo que ya no puede seguir desdeñando lo que haga la extrema derecha. Hay un millón de votos en juego. Se acabó la arrogancia con la que Feijóo alardeó de que confiaba en gobernar en solitario, a pesar de que sabe que la mayoría absoluta le queda muy lejos. La última encuesta de ABC puso el sello de 'cancelado' a esa estrategia al prever que el PP repetiría el mismo número de escaños de las elecciones de 2023, y eso con el PSOE en el peor momento posible a causa de Ábalos y Cerdán. El partido no le va a hacer ascos a defender argumentos que son habituales en la extrema derecha. “Que no puede ser que el que llega a España sin contrato de trabajo tenga más derechos que quien llega con sus papeles en regla o nacido aquí”, dijo Ezcurra el lunes. No es una frase pillada al azar para que su autora quede mal. Es una de las frases de su rueda de prensa destacadas por su partido en un comunicado. Para estar a la altura de Vox, Feijóo describió el domingo una situación que justificaría la acusación al Gobierno de que el sistema migratorio hace aguas por todos los lados: “Cualquiera puede entrar ilegalmente y sin voluntad de trabajar, empadronarse, pedir el arraigo sin requisitos de permanencia ni contrato y luego pedir ayudas como la del Ingreso Mínimo Vital”. Es falso. Todo eso sólo ocurre en su imaginación. Describe un escenario de ficción en el que los inmigrantes disfrutan de una vida plácida sin trabajar a cuenta del Estado. En qué cabeza cabe pensar que los extranjeros que llegan sin papeles, que con frecuencia son explotados por empresarios sin escrúpulos, que ocupan los trabajos duros en construcción y agricultura que pocos españoles aceptan, que deben hacer un esfuerzo para integrarse en una sociedad que no conocen, que todos ellos disfrutan de privilegios que no tienen los nacidos en Madrid, Salamanca o Tarragona. Los de Vox deberían pedir a Ezcurra y a Feijóo que les pasen una cantidad por derechos de autor. Con mayor o menor intensidad, el PP ha decidido que la forma de que no haya fisuras entre los barones regionales es proponer un sistema de discriminación positiva en favor de los latinoamericanos: “Reconocemos el vínculo especial que nos une con las naciones hermanas de Hispanoamérica, con quienes compartimos lengua, historia y valores”. En realidad, la vida de un español tiene más puntos en común con la de un italiano o francés que con un peruano o ecuatoriano. Con todas sus carencias, los sistemas políticos y económicos de los países europeos funcionan mucho mejor que los latinoamericanos. ¿Por qué creen que vienen tantos peruanos, ecuatorianos o colombianos a vivir a España? ¿Por el clima, la comida y la programación televisiva? El PP ha reciclado una vieja idea de Rajoy que no se llegó a poner en práctica. Un “visado por puntos”. Le da a todo una apariencia de objetividad. Al llegar al poder, se olvidaron de ella. Se pretende premiar a unos inmigrantes sobre otros en función del país y cultura de la que procedan. Es dudoso que eso vaya a disuadir a los que pretenden venir desde países equivocados. Los problemas, según esta mentalidad, vienen de otros extranjeros, negros y árabes que no comparten nuestros “valores”, sean estos los que sean. Si hablamos de los derechos de las mujeres, hay que estar un poco fuera de la realidad para pensar que en la mayoría de las naciones de Latinoamérica las leyes y costumbres rechazan la discriminación tanto como en España y con la misma eficacia. Pero no se trata de hacer una escala de valores. Un inmigrante en concreto no tiene la culpa de lo que pase en su país. Al final, los inmigrantes deben hacer lo mismo que los que han nacido aquí: respetar las leyes y los derechos y obligaciones reconocidos en ellas. Sólo con eso ya serían buenos ciudadanos. Aunque hablen español con un fuerte acento. En el PP, se ha impuesto la visión de Isabel Díaz Ayuso, que ve muchos votantes agradecidos para el futuro. Ella misma lo acaba de confirmar: “La inmigración hispana no es inmigración. Un argentino o un venezolano en Madrid no es un inmigrante”. Porque sí, porque lo dice ella y no hay nada más que hablar. Si esos latinoamericanos tienen menos problemas de integración que otros extranjeros empezando por el idioma, sólo cabe alegrarse por ellos, pero no mirar a los otros con desconfianza. A menos que el color de la piel sea un problema. Feijóo cree tener la fórmula para utilizar la xenofobia en su favor, siempre que sea en pequeñas dosis y sin alentar fanatismos como los de Vox. El método es altamente sospechoso. Discriminar a los de fuera según criterios de raza, idioma, religión u origen geográfico tiene muy mala prensa por razones justificadas. Eso es lo que han hecho los racistas desde siempre.
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