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Presos del silencio, los esclavos del franquismo hablanAngelo Nero Presos del silencio recupera la historia, a través de la memoria de los presos y de sus descendientes, memoria familiar que se convierte en memoria colectiva, a la vez que recorre los escenarios donde discurrió este drama con el que unos pocos engordaron sus bolsillos La represión franquista tuvo tantas capas que todavía hoy, cincuenta años después del final de la dictadura, todavía se van descubriendo sustratos de esta, que conviene sacar a la superficie, abrir esas fosas de la memoria que todavía no han salido a la luz. En ese sentido hemos insistido mucho en estas páginas en la memoria de las mujeres que, durante décadas, fue silenciada, o cuando menos fue tratada como algo menor, sin valorar que la represión sobre las mujeres fue doble, por formar parte de las vencidas, y también por su propia condición de mujer. Otras formas de represión no se han visibilizado tanto, como pasó con los esclavos del franquismo, esos miles de presos republicanos que fueron utilizados como mano de obra forzada, en la construcción de carreteras, acueductos, presas, e infinidad de infraestructuras civiles. Un ejemplo es este trabajo esclavo fueron los más de diez mil presos que fueron obligados, entre 1940 y 1962, ha trabajar en la construcción del Canal del Bajo Guadalquivir, un premio para los grandes latifundistas andaluces que apoyaron el golpe militar del 36, como señala Antonio Miguel Bernal en el libro “Canal de los Presos”: “lo que habían sido vastas extensiones de tierras de secano de escasa capacidad competitiva, se convirtió en una inmensa llanura de cultivos de regadíos con uno de los niveles de más alta productividad de la agricultura desarrollada en España y Europa en la segunda mitad del sigo XX.” Aquella oligarquía, que con sus “caballistas” contribuyeron a una sangrienta represión -más de 45.000 andaluces y andaluzas fueron asesinadas y enterradas en más de 700 fosas comunes- disfrutó, además, de agua gratis para regar sus campos, hasta 1986.En 2004 se estrenó “Presos del silencio”, dirigido por Mariano Agudo y Eduardo Montero, que recupera la historia del Canal de los Presos, esa monumental obra de más de 150 kilómetros, que recorre con sus arterias cargadas de agua, las principales zonas agrícolas de Andalucía. Y recupera la historia, a través de la memoria de los presos y de sus descendientes, memoria familiar que se convierte en memoria colectiva, a la vez que recorre los escenarios donde discurrió este drama con el que unos pocos engordaron sus bolsillos. Testimonios que, si este documental no sacara a la luz, quedarían enterrados, como en canal, en la tierra andaluza que ellos regaron con sudor, lágrimas y sangre, y que ofrecen su humilde voz para que el olvido no se agarre, como una negra sombra, en los jóvenes para los que la dictadura franquista es algo anecdótico, casi parte del folclore, del que no son capaces de imaginar la magnitud de su represión, que alcanzó hasta sus últimos días, con lo fusilamientos del 27 de septiembre de 1975. Un régimen que nació y murió (aunque no del todo) matando.“Presos del silencio” alterna estos testimonios con documentos gráficos de la época, imágenes de archivo de un país en blanco y negro que el revisionismo histórico no podrá jamás colorear. Ese silencio se rompe, cada vez que uno de esos esclavos del franquismo habla de la dureza de los trabajos forzados, de las duras condiciones de las colonias penitenciarias, del hambre y de las enfermedades, de los fusilamientos y de las humillaciones. Los supervivientes de aquel horror nos interpelan, como lo harán mañana los de Gaza, si es que queda alguno para contarlo, e interpelan a ese mundo que, entonces y ahora, no hicieron nada para evitarlo, para detenerlo. Este no es un documental con grandes medios técnicos, ni tiene una fotografía deslumbrante, es austero, como los hombres y mujeres que miran a la cámara, sosteniendo el bastón o la boina, para recordar lo que la Transición quiso olvidar, el trabajo esclavo, las cárceles atestadas, las ejecuciones extrajudiciales, el robo de bebés, los manicomios, el expolio económico… Todo ello resaltado con la banda sonora compuesta por Enrique de Justo y Javier Vega, con duelos de clarinete y percusión que nos llevan en una corriente melódica, a otra época, que parece lejana, pero que fue la de nuestros abuelos, la de nuestros padres. Fuente → nuevarevolucion.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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