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El 8 de marzo, un encapuchado dejó un sobre con siete balas en la puerta del colegio San Vicente, en el distrito Comas, al norte de Lima. El sobre contenía una carta dirigida al director: “Ya exploté tu colegio una vez, y aun así sigues sin darme solución. ¿Estás esperando que mate a un vigilante, a un padre de familia o a un profesor?”. Una semana después, en el mismo distrito, un explosivo detonó en el frontis del colegio Nikola Tesla. No hubo heridos. Sucedió en la noche, fuera del horario escolar. “Estamos aterrorizados. Ni siquiera habíamos sido amenazados”, dijo un representante de la escuela. A los pocos días, también en Comas, un gatillero disparó contra una clínica dental, grabó la escena y se la envió al dueño con un mensaje inquietante: “Alineate, porque si no, te va a caer”.