Maroc - EXCELSIOR.COM.MX - A La Une - 22/Dec 08:13

Tiempo de esperanza

La época navideña combina prisa con serenidad, cansancio con descanso, frustraciones con expectativas, cierres con pronósticos. Es un tiempo de reflexión sobre lo vivido durante el año, un balance que enfrenta lo bueno con lo malo, el éxito con el fracaso, el pasado con el futuro. De este contraste surgen nuevos propósitos, planes para el mañana, ilusiones renovadas. Sin embargo, estas esperanzas muchas veces chocan con nuestros temores, las dificultades del entorno y los claroscuros que envuelven a nuestras familias, comunidades, a nuestro querido país e incluso al mundo entero. Ante este panorama, surge una pregunta inevitable: ¿es realmente posible vivir con esperanza? Václav Havel, quien hace décadas luchó contra el régimen comunista, ofrece una perspectiva que nos interpela hoy. Defensor incansable de los derechos humanos y crítico de la censura, su activismo lo llevó a la cárcel en más de una ocasión. Sin embargo, gracias a su perseverancia y visión, se convirtió en presidente de Checoslovaquia y lideró la transición hacia la República Checa, siendo su primer mandatario. Además de político, Havel fue dramaturgo y escritor, logrando una vida plena más allá de la esfera pública. En una entrevista, compartió reflexiones profundas sobre la naturaleza de la esperanza. Para él, la esperanza no es un pronóstico, sino más bien una orientación del espíritu y el corazón hacia un horizonte distante, situado en los límites del mundo conocido. Havel afirmaba que la esperanza no consiste en estar alegres por los logros presentes o futuros, sino en la capacidad de dirigirnos hacia lo bueno por el simple hecho de serlo, independientemente de los resultados. No es optimismo ni la convicción de que todo saldrá bien, sino la certeza de que todo tiene un sentido profundo. Quizá aquí radique una de las dificultades del mundo actual para encontrar esperanza. En sociedades materialistas, que cierran las puertas a realidades espirituales o, incluso, a perspectivas humanas, la esperanza se debilita. En un mundo donde se niega el bien objetivo y se priorizan la lógica del poder, el dinero o el éxito, la esperanza parece reservada para aquellos que aspiran a los mayores pedazos del pastel. El filósofo contemporáneo Byung-Chul Han aborda la cuestión de la esperanza y, como Havel, rechaza identificarla con el simple optimismo. Según Han, la esperanza no es una alegría impostada: es una fuerza interior que nos impulsa hacia lo desconocido, lo abierto, lo que está por nacer y lo distinto. Desde esta perspectiva, uno de los mayores signos de esperanza es el nacimiento de una nueva vida, porque vivir, en esencia, significa tener esperanza. La esperanza, por tanto, está al alcance de todos. Es una energía que nos orienta hacia un futuro mejor, pero sin quedar atrapados en la ilusión de que todo tendría que salir perfectamente bien. Se nutre del presente y encuentra sentido en lo que vendrá, trascendiendo los límites del materialismo y abriéndose a todo lo humano, incluyendo lo espiritual. Coexiste con lo grande y lo pequeño, con lo material y lo espiritual, con la salud y la enfermedad, con el logro y el fracaso. Confía, en definitiva, en la siembra. Byung-Chul Han describe a la esperanza como un árbol que crece en el desierto; su raíz se encuentra en una trascendencia que no puede describirse, sólo cantarse. Para los cristianos, esta trascendencia cobra forma en una persona que personifica la esperanza, que da sentido a todo y cuyo nacimiento se celebra precisamente el 25 de diciembre. Por ello, la Navidad no es sólo un momento de reflexión, sino una celebración profundamente iluminadora, un recordatorio de que la esperanza está viva y siempre al alcance. Columnista: Santiago García ÁlvarezImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0