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Una vez por semana, Milagros Almeida baila, brilla, rie, llora y escribe como si fuera Katherine Mansfield. Entre cuadros, marcos y muñecos diminutos, la actriz atraviesa el drama y la comedia de una vida, en el Espacio Callejón. Transita el exilio, el dolor, la alegría y la sexualidad con poesía, temblor y pasión. Aunque pareciera estar sola, su arte va de la mano del director Miguel Wahren, cocreador de la dramaturgia, autor de la puesta en escena, además de sostén de un gran equipo. Estamos ante una mujer con hambre de Eros y literatura, una escritora que construye una obra mientras se va desgarrando. El humor y las ganas la iluminan, aunque cada día la enfermedad le marca un límite preciso, infranqueable. Mansfield nació en Nueva Zelanda en 1888 y emigró muy pronto a Londres, donde buscó forjarse un destino y combatir la tuberculosis que se la terminó llevando a los 34 años, en 1933. Escribió varios libros, entre ellos Preludio, El viaje, La fiesta en el jardín y El canto del cisne, además de su Diario y sus Cartas. El amor prohibido con la escritora Ida Baker, la tierra y sus maravillas, las pérdidas, la soledad y la lucha incesante por alcanzar una vida plena están plasmados en Fragmentos Mansfield, el unipersonal que nos sumerge en la vida de quien fuera contemporánea de Virginia Woolf, con quien mantuvo una amistad no siempre gozosa. Almeida transmite esa voracidad vital del personaje, con un cuerpo disponible para encarnar la ficción y activar los sentidos de los espectadores. Su interpretación, alumbrada por efectos sutiles de luz, produce distintas atmósferas anímicas y nos lleva a experimentar los estados variados de esa criatura. Al final de la función, Wahren -también médico pediatra y repostero- nos revela que a la actriz la conoció en el estudio de Helena Tritek. “Apenas la vi me di cuenta de que el papel era para ella”, dice mientras convida un exquisito pastel de manzana que ha llevado para compartir con el público. “Quería que la poética de Mansfield, su ternura y su dolor, encontraran intensidad en la escena”. Aunque se trata de otro tipo de relación con el alimento y con el cuerpo, la del rapero español Toni Mejías encuentra sus palabras en el libro autobiográfico Hambre. Se trata de la biografía de la lucha contra la anorexia del integrante de Los Chikos del Maíz. “Uno de los síntomas más evidentes de la anorexia es el frío que, como un abrazo de hielo, te atrapa y no te suelta”, dijo en una entrevista de la revista CTXT el autor de Hambre. “Es mi historia frente al espejo, una historia escrita desde la derrota, pero llena de pequeñas victorias. Una historia escrita desde la depresión, pero que defiende la alegría como un derecho innegociable. Es mi testimonio acerca de un tema tabú, más aún en el caso de los hombres, y nace con la intención de buscar salidas conjuntas donde otros solo ofrecen muros y derrotas individuales.” El libro da cuenta de un padecimiento, de un aprendizaje y de una sociedad que vive pendiente de la imagen, cuando podría poner su foco en otros temas más trascendentes“. Mejías destaca el daño que le produjeron comentarios como: “Qué bien estás”, “se te ve genial” o “estás mejor que nunca”, que asociaban la baja de peso con su salud. Fueron el origen de una obsesión por el control de sus ingestas y la pérdida de peso. La ira comenzó a dominar sus emociones y adelgazar se convirtió en su único propósito. “Acabé dándome cuenta porque no era capaz ni de subir unas escaleras sin ahogarme. Se me marcaban los huesos. No estaba bien con mi pareja ni con nadie. Yo estaba en la mierda”. Hoy, luego de un click y de recibir ayuda, el rapero está consciente de que tocó fondo y espera que alguna vez pueda dejar de pensar todo el tiempo en lo que come. El dramaturgo cordobés Fernando Zabala asoció la lectura del libro Fragmento de un discurso amoroso, donde Roland Barthes se refiere al amor embalsamado, con una noticia que leyó acerca del velatorio de un boxeador al que embalsamaron cuando murió, en Puerto Rico, y vistieron con bata, shorts y guantes para su exhibición. Con esa información inspiradora, Zabala escribió Se despide el campeón, otro unipersonal que vi en ltaca Complejo Teatral, con la dirección del prestigioso Mariano Dossena y protagonizada con encendida pasión por Christian Thorsen, quien confiesa a lo largo de una hora la tragedia en la que está envuelto, sus causas y efectos. Thorsen es el sparring del deportista y ha sido su amante. Han compartido amistad, entrenamientos, vivienda, pesca, amor, celos, tabúes. La propuesta escénica nos habla del hambre de cariño y reconocimiento del protagonista, un hombre que creyó encontrar un sentido a su vida en el vínculo con el campeón, pero cuya vida se le esfuma cuando descubre que el sentimiento de su pareja no es recíproco. Quien tiene apetito de más y mejor que una vida chata en un pueblo del que casi todos han huido es Celeste, uno de los personajes de La pilarcita, la obra de María Marull, que viene celebrando diez años y que el martes 2 de julio estará en el Astros. Esta celebrada pieza sobre un milagro que se construye de manera casi artesanal cuenta la historia de la desesperada y su enigmática pareja, Horacio, quienes llegan desde la gran ciudad a un lejano pueblo de Corrientes en busca de algo que lo salve a él de un doloroso padecimiento. La obra se viene dando en el Camarín de las Musas con la maravillosa interprete que estrenó la obra, Lucía Maciel. Actúan además Agustina Cabo como Celina, Julia Catala es Selva y Julián Rodríguez Rona es Hernán. Mercedes Moltedo será Celeste en el tradicional teatro de la avenida Corrientes. La pareja se hospeda en una sencilla pensión comandada por Celina, la hija de los dueños. La vecina Celeste, su amiga adolescente, borda en el patio para terminar su traje de comparsera. Celina estudia para ingresar a la facultad e irse del pueblo, mientras Hernán, su hermano, regresa para participar del concurso de Compuesto Correntino en la fiesta de La Pilarcita. “La Pilarcita fue una nena que viajaba en carreta con su familia para acá, a Concepción del Yaguareté Corá; en el camino se le cayó su muñequita y por querer salvarla se cayó ella también, pobrecita”, le cuenta Celeste a Selva, abriendo así el camino para lograr un milagro. Selva se entera de que hay que ofrendar una muñeca creada para la ocasión y le pide a la laboriosa y curiosa Celeste que la ayude a confeccionarla para ofrendársela a la santa popular. Ambas se hacen amigas y su relación les cambiará el destino. LH/MF
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