Drama, tragedia y comedia liviana. Escenas televisivas en un país desquiciado.Libros y adultocentrismo conservador: polémica por “escenas de sexo...
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Drama, tragedia y comedia liviana. Escenas televisivas en un país desquiciado.Libros y adultocentrismo conservador: polémica por “escenas de sexo explícito” en materiales escolares —Con la mano libre se desabrochó el cinturón, la otra mano se cerró en mi nuca —afirma Johny Viale, incómodo, con la mirada hacia abajo—. No me podía mover. Tiró de mí. Sacó su pija por encima del boxer y me la acercó a la boca. El clima en el estudio se enrarece. Una sensualidad extraña y al mismo tiempo familiar lo invade. Viale traga saliva. De inmediato, un zócalo informa que se trata de una denuncia: “Los libros porno de Kicillof”. Con alivio indisimulado, el conductor muestra el libro Cometierra en cámara. —Todo esto lo leen chicos de 13, 14, 15 años en la provincia de Buenos Aires —enfatiza. Viale se relaja. Ahora juega de memoria, pero la música es de tensión. —Vamos a ver al Ministro de Educación de la Provincia, Alfredo Sileoni, justificando que esto es literatura. Pasan el video de una entrevista realizada por Eduardo Feinmann en Radio Mitre. Con más oficio que Viale, Feinmann imposta la voz para que no queden dudas de que está leyendo. El tono es grave, inapelable. —Con la mano libre se desabrochó el cinturón —dice—. La otra mano se cerró en mi nuca. No me podía mover. Tiró de mí. Sacó su pija por encima del boxer y me la acercó a la boca —se pone nervioso—. ¿Esto es literatura, para usted? ¿En serio? —Sí, eso es literatura, Feinmann —responde el Ministro. Luego, Viale y Nico Wiñazki discuten sobre la naturaleza de la literatura. —Tenemos la Odisea de Homero, el Quijote de Cervantes y Cometierra —ironiza Viale. Wiñazki asegura que la autora del libro no ganó ningún galardón, como afirmó en X la Presidenta del Instituto Cultural de la Provincia, Florencia Saintout. —Hay libros que dicen cosas peores de otro modo —opina, reflexivo—. El Marqués de Sade, por ejemplo. Viale lo interrumpe. —Cuidado con la sexualización de la niñez —advierte—. Estás entrando en un terreno muy border, Kicillof. La cortina musical es demoledora. —Lolita de Nabokov —se exalta Wiñazki. —Una cosa es la educación sexual, lo podemos discutir. Preservativos, anticonceptivos, enfermedades de origen sexual. —Por supuesto —ratifica Jessica Bossi. —Otra cosa es meterles en la cabeza a una nena de 12 años, a un nene de 12 años, esta porquería. A continuación muestra un manual para docentes con ilustraciones de penes y vaginas. Zócalo: “El ministro de educación de Kicillof defendió el uso de libros con contenido sexual en escuelas”. —Se puede hablar desde otra altura —Wiñazki recorre las páginas de Cometierra y mira de reojo a la cámara, buscando complicidad—. Lolita de Nabokov. Que se reparta Cometierra de Dolores Reyes genera una ganancia muy grande para estas editoriales. —Ah, yo no lo había visto por ese lado —se asombra Viale. —Por supuesto, es una lectura obligatoria. Se imprime. Evidentemente, tiene una ideología similar a la del partido de gobierno. —A Kicillof —subraya el conductor. —Hay mucha literatura. Lean Rayuela, lean al Marqués de Sade —insiste Wiñazki—. ¿Ustedes conocían a esta autora? Lee en voz alta la cantidad de reimpresiones que tuvo el libro y lo tira sobre el escritorio. —Un bestseller —concluye con desdén ilustrado. Mientras tanto, en La Nación+ Desorbitado, Pablo Rossi habla sobre la negociación del gobierno con los gremios que integran Aerolíneas Argentinas. Es difícil saber dónde termina el deseo y empieza la información. —De ninguna manera el Estado se queda con Aerolíneas —asegura, taxativo—. De ninguna manera. No hay chance. No hay fisuras en el gobierno —dibuja una fisura en el aire—. No hay nadie que ponga un matiz. Luego advierte que hay que resolver algunas cuestiones con el Congreso y presenta un fragmento de una entrevista en Radio Mitre al Jefe de Gabinete, Guillermo Francos: —O sea, si no se la entregan a los empleados, o no se privatiza, ustedes están dispuestos a cerrar Aerolíneas Argentinas —sintetiza el periodista. —Exactamente —responde Francos. Feinmann escucha y asiente en silencio, con los ojos entrecerrados. El pase ingresa en un loop donde los temas y la indignación se repiten. Ya no habrá ninguna novedad, ninguna primicia, y él está cansado. Rossi, eléctrico, recién empieza su programa. La necesidad de estirar el bloque, sumada al énfasis característico del periodista cordobés, generan argumentos cada vez más descarnados. Habla como un inquisidor, pero también como un enajenado. —Se acabaron los piquetes del aire —informa—. Ojalá tengamos buenas noticias. Feinmann se despabila, alterado. —La gente quedó de rehén, secuestrada por estos inútiles —dice. Móvil con Carola Suárez en la puerta de donde se lleva a cabo la reunión entre el gobierno y los gremios. La periodista es enfática: hay total hermetismo, no se sabe nada, no hay trascendidos, rumores ni absolutamente ningún tipo de información. —Si el Congreso no acompaña y los gremios no acompañan, listo, se cierra —reitera Rossi—. Me da la sensación de que el Gobierno encontró la manera de encauzar a los gremios. Feinmann se acaricia el pelo, tenso, como si el énfasis de Rossi lo irritara. —¿Viste los que se quedaron varados treinta horas? El Dibu… —dice el cordobés. Entonces Feinmann pierde la paciencia. —Eso es otra cosa que no tiene que ver con los argentinos —explica—. Fue British Airways. Nada que ver. Rossi ríe, incómodo, como si lo hubieran descubierto in fraganti. La intervención lo desintegra. Ya no parece demente. —Sí, nada que ver —concede. —Echale la culpa a British. La tensión se disuelve. Durante el resto del pase hablan sobre la situación judicial de Cristina Fernández de Kirchner. Ahora vibran en la misma frecuencia. Rossi no exagera el histrionismo y Feinmann no se duerme. Martes a la mañana en La Nación —Son obras literarias que están dentro de una currícula para chicos de primaria —asevera Malena de los Ríos. Fúnebre, Antonio Laje manifiesta dudas: la Provincia dice que los libros se distribuyen en bibliotecas, para alumnos de últimos años del secundario, y que su lectura no es obligatoria. —El problema es que están en bibliotecas —insiste la periodista, levemente escandalizada—. Hay denuncias de los padres porque los chicos decían: “nos obligan a leer esto en voz alta”. La denuncia es que en la primaria se daban estos libros. Laje recibe un mensaje por Whatsapp. Lee en voz alta: —Soy Nuria, de Padres Organizados —dice—. Los textos están sugeridos para el secundario. Lo grave es que, en la crisis educativa que hay, esta sea la agenda del Ministro. De Los Ríos luce incómoda. Laje la fulmina. —No se distribuyeron en la primaria —dice. Ella se defiende: —Esa fue la primera denuncia. Pronto llegan a un acuerdo: el descontrol en la Provincia de Buenos Aires es tan grande, que nadie sabe qué pasa. Un dato después en Ciudad Magazine Desde el piso, Yuyito González presenta un informe sobre la entrega de los premios a los personajes más clickeados en 2024. En el video, un movilero entrevista en la alfombra roja a la propia Yuyito González vestida de fiesta, ayer a la noche. Cada tanto, la conductora levanta la vista y saluda como si pasara alguien detrás de cámara. Todo parece legal, pero turbio. Al fondo, un panel exhibe a los auspiciantes del evento: Peugeot, Flow, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el enigmático canal Ciudad Magazine. —¿Y en el amor cómo te sentís? —pregunta el movilero. —Maravillada, hermoso todo, sorprendente, es una relación desafiante. Es muy motivadora, por ser de quién se trata. De vuelta en el piso, Yuyito conversa con sus panelistas. —Qué linda que estás —le dice a Lola—. ¿Quién te viste? —Nadie. Esto me lo compré en Punta Cana. —¿Y pensás ir de vuelta? Traeme uno. —Me encantaría volver. Mensaje para mi marido que nos está mirando. Además, es fanático de Milei. Todos ríen con amabilidad. Son insulsos pero educados. Yuyito relata la noche de gala. —Empezó a las siete y creo que terminó a las diez —dice—. Yo me fui antes. En las imágenes se observa una entrega de premios en el salón de un hotel no muy lujoso ni grande. Podría ser, también, una módica fiesta de quince. La estatuilla representa a un dedo índice que presiona algo que podría ser un botón o un timbre. Las mesas están ocupadas por celebridades de segunda y tercera categoría. Sobrevuela un aire de leve monstruosidad. Un par de extras con aspecto siniestro circulan mirando de vez en cuando a la cámara. Antes de que la tristeza invada el estudio, Yuyito informa que está nominada al Martín Fierro Latino en Mejor Conducción, pero no va a asistir al evento de premiación en Miami. —Coincide con algunas fechas en las que tengo actividades con mi novio. Pero son actividades “oficiales”. No puedo explayarme mucho, coincide con visitas internacionales en esas fechas —sonríe, misteriosa—. Entonces, me voy a quedar en Buenos Aires. SR/DTC
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