El 20 de febrero, a la vez que Rubiales era condenado por agresión sexual a Jenni Hermoso, sentencia que le ha supuesto una multa de 10.800 euros y...
Vous n'êtes pas connecté
Un buen amigo me llama, preocupado. Es padre de tres hijos, el mayor, de catorce años. Entre las fotos que éste último guarda en su móvil, me cuenta, ha encontrado sendas imágenes de cadáveres reales. En la primera aparece un cuerpo desmembrado que se acompaña del logotipo de una conocida empresa danesa de juguetes de construcción por piezas. La otra muestra el rostro ensangrentado de un hombre al que han sacado los ojos de las cuencas. En esa imagen el texto dice «tortazo». Ambas fotografías están en una carpeta a la que han ido a parar cientos de memes: gatitos, bebés haciendo carantoñas, sendas imágenes de Franco y de Hitler formando un corazón con los dedos. Hablamos durante más de dos horas a lo largo de las cuales la preocupación primera va revelando, poco a poco, un dolor profundo. Uno de esos dolores que de día provocan el llanto y de noche no dejan dormir. Mi amigo tiene algo más de 50 años. Ha vivido ya una buena parte de su tiempo. Como cualquiera a su edad, ha visto muchas cosas y siente que está más o menos curtido. De pequeño, me cuenta, con 8 o 9 años, su familia convivía con familias cuyos hijos habían caído en la heroína. Pasaron de jugar al fútbol en la calle , usando una puerta de garaje como portería y el bordillo de la acera como área, a inyectarse en los descampados una sustancia que les transportaba a un mundo nuevo y sin dolor. Yo recuerdo familias parecidas, vecinas nuestras. Recuerdo a mi madre atendiendo a las madres de esos hijos perdidos, muertos en vida, que vagaban como zombis por las calles del pueblo. Recuerdo visitar un salón despojado, sin televisor, ni radio, ni lámpara en el techo. Sin siquiera Cola-Cao en la cocina. La adicción se lo llevaba todo. Yo he visto perros colgados del cuello; he visto destrozarles la vida a niños por mostrar gestos afeminados; he sufrido novatadas salvajes. Mi amigo también. Coincidimos en que cada tiempo tiene sus calamidades y en que todo tiempo pasado fue, generalmente, peor. Para quien no lo vea así, basta con remontarse y llegar lo suficientemente lejos en el pasado como para que ese empeoramiento se haga evidente. ¿Cómo era ser siervo en la baja Edad Media? ¿Cómo era ser niño en la España de Felipe IV? ¿Cómo era ser homosexual durante la dictadura? Mi amigo me confiesa que, tras descubrir las fotos, se dio cuenta de que no estaba tan curtido como pensaba. Que nunca había visto nada parecido y que aquellas imágenes le habían perturbado como si, en lugar de un adulto formado, fuera todavía un chiquillo. Sin decírmelo me estaba hablando de su propia inocencia, que es el estado que nos ocupa por completo al nacer. Ese es uno de los rasgos principales del recién nacido, su inocencia plena. Todavía no ha cometido errores de los que lamentarse; todavía no ha ofendido a nadie; todavía no ha sido injusto; todavía no ha tenido noticia del mal. Esa condición del inocente se va retirando de nosotros a medida que la vida nos va mostrando sus rincones oscuros. Con el primer plato que rompemos una porción mínima de ese tejido puro se necrosa. Será la primera de las muchas porciones del ser que se irán fundiendo. En términos absolutos no hay nada malo en perder la inocencia. Al contrario, es necesaria una pérdida parcial para poder transitar la vida en su totalidad. Un adulto que conserve toda su inocencia sería desplumado en el momento mismo en el que pusiera un pie en el espacio público. Serán los desaprensivos que le roben la cartera. Serán los estafadores tras las llamadas telefónicas de números largos y desconocidos. Será el banco que jamás te dirá que podías pagar menos por sus servicios con solo pedirlo. La impresión que mi amigo relata le ha provocado espanto y también, así se lo hago notar, la conciencia de que todavía, a pesar de su edad, conserva en sí territorios impresionables. Es decir, no todo le produce indiferencia. Al contrario, aún le queda un espacio en el que puede verse afectado y, por tanto, una posibilidad para la empatía. Esas imágenes crudelísimas en el móvil de un niño de catorce años flotan en una carpeta llena de archivos de contenido más o menos simpático, entre una cría de gato con los ojos suplicando una golosina y la pícara estampa de un cantante famoso con expresión seductora. Están rodeadas por contenidos estúpidos y banales que contagian esos mismos atributos a las imágenes de los cadáveres. Una de las preocupaciones de mi amigo es esa: que su hijo no sea capaz de discernir entre unas y otras. Que, en el mejor de los casos, un compañero de clase haya intentado hacer una broma sobre una caída jugando al fútbol o sobre un cero en un examen de matemáticas ilustrándola con la imagen del rostro sin ojos al que acompaña la palabra «tortazo». Conozco a mi amigo desde hace veinticinco años. Le he visto criar a sus hijos con dedicación y amor. Ellos son su prioridad absoluta: ni carrera profesional, ni aspiraciones materiales ni sociales. Su mujer y él han estado siempre atentos a sus compañías, a sus salidas, a su uso del móvil. Y, sin embargo, allí estaban las fotografías . ¿Cómo es posible, nos preguntamos, que esas imágenes hayan llegado hasta el teléfono de un menor que, por lo demás, no tiene actividad en redes sociales? ¿Qué hacen ahí? ¿Por qué no está prohibida la circulación de esos contenidos? ¿Por qué las grandes corporaciones censuran un pezón femenino y, al tiempo, dejan pasar los mayores espantos? Les hemos dado móviles a nuestros hijos y los hemos dejado a su suerte. Los hemos abandonado en brazos de personas de una riqueza obscena por cuyos servidores circulan los peores rasgos de lo humano, su mayor sevicia, la crueldad y el odio. Desde sus mansiones californianas ven pasar frente a ellos, por millones, los 'bits' y los dólares. Eso sí, les han quitado las pantallas a sus hijos porque saben que lo que hay en ellas les perjudicará. Me pregunto cuáles serán los dolores por los que ellos buscarán, preocupados, el consuelo y la compañía de un amigo.
El 20 de febrero, a la vez que Rubiales era condenado por agresión sexual a Jenni Hermoso, sentencia que le ha supuesto una multa de 10.800 euros y...
En algunas ocasiones, Sara Codina oye ruidos en la calle que en su cabeza resuenan tan fuerte que pierde por completo la noción de dónde está....
Florencia habló por primera vez y se refirió al crimen de su hija, la nena de 7 años que murió cuando le intentaron robar el auto a la mujer....
Durante su entrevista en el programa De viernes, Jessica Bueno ha escuchado unos audios de Luitingo y se ha derrumbado por el daño que le han...
El guionista de películas como 'Verónica' o 'Segundo premio', o la serie 'Romancero', publica su primera novela, 'Crisálida', sobre una familia que...
La Justicia intenta esclarecer el crimen de Jeremías Sosa (31), asesinado a golpes por un grupo de vecinos que lo confundió con un ladrón en...
Por: Rubén D. Arvizu* Desde que Donald Trump asumió su segundo mandato como presidente de Estados Unidos el pasado 20 de enero, su...
'Ojalá te sientas solamente un poco mal en el día de la mujer mundial'. Este 8-M un amigo me ha recordado esta mañana una canción de Andrés...
El 'sharenting', la práctica de compartir en redes sociales la vida privada de los menores, implica que muchos padres publiquen fotos y videos de sus...
Manu Sánchez (Dos Hermanas, Sevilla, 1985) es presentador, humorista, actor, escritor, conferenciante y empresario con más de dos décadas de...