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República y democracia, el país que queremos Gonzalo Helbert CamposDecía Carlos Hermida, profesor de la Universidad Complutense de Madrid en una charla organizada por la Asamblea Republicana de Moratalaz con motivo de la conmemoración del 151 aniversario de la Primera República española, que la derecha ya clamaba en 1873 la ruptura de España. Esto se debía a que por primera vez se establecía un régimen democrático que abogaba por una España donde los derechos humanos eran “imprescriptibles, inalienables e ilegislables”, donde la soberanía era nacional solo si era popular y democrática, que la cultura era tan libre como plural, que toda sociedad debía organizarse sobre principios de justicia y organización equitativa de esa riqueza definida como nacional pero siempre acaparada por unos pocos, claro[1]. Se pretendía establecer la jornada laboral de 9 horas, el salario mínimo de 6 reales, la prohibición del trabajo de los niños en edad escolar y la protección de las mujeres en las condiciones de higiene de los trabajos industriales, entre otras cuestiones en un proyecto constitucional muy avanzado para la época que nunca se aprobó. Mientras tanto los monárquicos tras el telón preparaban el regreso de la monarquía de una manera bien orquestada y en 1875, un año después del golpe de Estado del general Pavía el 3 de enero de 1874, el joven Alfonso XII era coronado. Y es que derecha, representantes de la nobleza y la gran burguesía, y antiguo régimen estuvieron siempre ligados de la mano, igual que lo estuvieron del fascismo durante toda la Segunda República, conspirando por derrocar el régimen democrático mientras agitaban las banderas de la ruptura de España. (Sé que esto nos puede ir sonando un poco en la actualidad). Conspiraciones que harían que la joven Segunda República se apagara lentamente inmersa en una guerra tras el fracaso del golpe de Estado fascista de una parte del ejército. Golpe producido pocos meses después de la victoria del Frente Popular en unas elecciones en la que las izquierdas formaron bloque para amnistiar a los presos de la revolución del 34 y seguir profundizando en las reformas laboral, del campo, de la educación y otras. Reformas que se vieron frenadas una vez más por los mismos que 50 años antes conspiraban por derrocar la Primera República. Y es que derecha y antiguo régimen, o derecha y dictadura, en nuestro país significan realmente atraso social y político pues siempre han ido de la mano al igual que en nuestra «joven» monarquía parlamentaria del 78. La historia está llena de errores y aciertos, pero no deja de ser historia y la tenemos que aceptar para aprender de ella. El fantasma del golpe de Estado fascista sobrevoló, como es buena tradición de los mismos de siempre, nuestras cabezas durante la Transición, cosa que sucedió en el fallido intento de golpe de Tejero de 1981. ¡Menos mal que teníamos a un joven rey Juan Carlos de Borbón para protegernos de tal barbarie y salvar la democracia! Así pues, después de 49 años de monarquía el telón sigue levantado y la derecha representando lo mismo de siempre: autoritarismo, represión, atraso y privilegios. Es inevitable como vimos recientemente que todo régimen tiene su debilidad y sus cimientos se tambalean cuando los ciclos de crisis nos golpean. La pandemia mundial de 2020 supuso un verdadero reto y durante la misma, garantizar unos servicios públicos universales y de calidad como la sanidad pública, las comunicaciones (para evitar bulos) y los servicios sociales fueron imprescindibles. Cuando los derechos humanos básicos cómo la sanidad pública gratuita fueron la solución para hacer frente a tal crisis, la derecha española no supo adaptarse en las Comunidades que gestionaba e hizo lo único que sabe hacer, negocios lucrativos con el sufrimiento de la gente. Su solución fue negar a las personas vulnerables de las residencias, a nuestras personas mayores una atención hospitalaria, dejándolos morir en condiciones inhumanas. Adjudicaron contratos millonarios a sus familiares, construyeron hospitales en vez de reforzar las plantillas y garantizar que el material sanitario llegara, llenando los bolsillos de constructores y especuladores. Ahí es cuando el espíritu republicano que impulsó los proyectos constitucionales de 1873 o de 1931 reaparece para recordarnos que sí puede ser posible una Tercera República en nuestro país. La sociedad española puede demostrar que una red pública sanitaria fuerte supera cualquier dificultad posible para transformarse en poder popular frente a la forma de organización que tienen las derechas, se trata simplemente de una lucha de modelos de país. La capacidad de las españolas para afrontar una crisis como la que todas vivimos no habría sido posible sin ella o fue posible gracias a ella, a la fortaleza de la sanidad pública, a sus trabajadoras y la disposición del resto de la sociedad de superar la adversidad como también se demostró en muchos centros de trabajo como decidió el comité de empresa de SEAT de Martorell donde fabricaron respiradores o la empresa de ron Arehucas que fabricó geles hidroalcohólicos. Sin embargo, siempre tendremos a la derecha tras el telón. Los gobiernos autonómicos de Madrid y Andalucía como otros dirigidos por el PP y ahora también por VOX sostienen una ofensiva desde hace años contra el que saben es el principal motor republicano. Por eso les interesa deteriorar y privatizar. Las largas listas de espera no son casualidad, no solo es una cuestión de negocio para sus amigos. Es una oportunidad de deteriorar la posibilidad de constituir un modelo social diferente, nuestro modelo, una república que priorice la educación, la sanidad, las comunicaciones, la energía, la vivienda y tantos otros aspectos que garanticen una buena calidad de vida para todas y todos. Así que quizás, la república que queremos esté más cerca de lo que creemos. Cuando los servicios públicos funcionan y se invierte en ellos y cuando pensamos en que podemos votar la jefatura del Estado para vivir en un país más democrático, pero sobre todo cuando nos organizamos y nos movilizamos para que nuestras vidas sean mejor. Todo ello nos demuestra que no necesitamos ser súbditos sino dueños de nuestro propio destino en una nueva Tercera República española que se atisba tímidamente en el horizonte. [1] Blanca.B.J. Historia Contemporánea de España 1808 – 1923 , Madrid, Ed. Akal.p.275 (*) Miembro de la Secretaría de República del PCE Fuente → mundoobrero.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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