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Maroc Maroc - AVOZDELAREPUBLICA.ES - A La Une - 06/Aug 08:00

El expolio de obras de arte durante el franquismo

El expolio de obras de arte durante el franquismoAlejandra Mateo Fano Matilde Eiroa, historiadora: “Muchas personas no saben que sus familiares fueron expoliados durante la Dictadura”   La laberíntica historia que acompaña a las obras artísticas republicanas tras la Guerra Civil ha estado teñida casi siempre de vacíos cognitivos, de una inmensa carencia de datos oficiales al respecto y de un abandono institucional más que intencionado. Cuando Franco se hizo con el poder del Estado español tras la victoria del bando fascista en la guerra, una de las múltiples estrategias represivas contra la ideología antifranquista fue el expolio, a través de disposiciones legales elaboradas ex profeso, de gran cantidad de bienes culturales tanto muebles como inmuebles pertenecientes a ciudadanos republicanos: Este régimen se había encargado de defender a través de organismos públicos como la Junta del Tesoro Artístico (JTA) —creada tan solo cinco días después de la sublevación de los generales fascistas— las obras de arte contra viento y marea durante la contienda. Por esta razón, muchas resistieron a los bombardeos y demás ofensivas militares del ejército franquista. Los historiadores cifran en más de 3.000 las obras de arte que fueron incautadas a  los republicanos o “desaparecieron” para siempre con el golpe franquista Se calcula que aproximadamente —las cifras relativas a esta cuestión nunca están del todo claras por la opacidad de todo lo que envuelve a la Dictadura— más de 3.000 piezas las que fueron confiscadas y entregadas a personas afines al régimen de Franco en la posguerra (6.228 según otras fuentes). Entre ellas figuraban obras pictóricas del patrimonio nacional republicano pero también piezas de orfebrería, cartas históricas, piezas arqueológicas, bibliotecas y un sinfín de bienes de enorme valor histórico-cultural que en su inmensa mayoría no llegaron nunca a ser devueltos a sus legítimos propietarios. Incluso se expoliaron bienes inmuebles que a su vez contenían creaciones pictóricas y escultóricas en su interior, como ocurrió con el Pazo de Meirás, que se adjudicó la familia Franco en 1983 (aunque en septiembre de 2020 una sentencia histórica ordenó su devolución al Estado). Entre los 697 objetos de inmenso valor patrimonial que se hallaban en la propiedad había una réplica del parteluz de la Catedral de Santiago, varios libros, un grupo escultórico de músicos populares sobre una peana de piedra, estatutas de Isaac y Abraham del Mestre Mateo y un cuadro de un Cristo crucificado. Pero no sólo la familia Franco se benefició del expolio y desvalijo de bienes culturales: numerosas empresas afines al régimen o la misma Iglesia Católica, la gran privilegiada durante el franquismo, se apropiaron de todo tipo de propiedades que inscribieron sin ningún pudor a su nombre. “La devolución del patrimonio artístico español realizada por el régimen terminó con la desviación de multitud de obras que jamás fueron devueltas a sus dueños legítimos. Entre los agraciados figuraron diferentes organismos civiles, pero también la Iglesia, con un patente trato preferente”, señala el catedrático y experto en patrimonio y Guerra Civil, Arturo Colorado, en su obra de investigación Arte, botín de guerra. Expolio y diáspora en la posguerra franquista. El libro de Colorado destapa que, del total de obras almacenadas durante la República, 2.330 fueron desviadas a organismos oficiales tales como ministerios, ayuntamientos y el ejército, 2.040 a la Iglesia, y 579 a particulares. A juicio de Matilde Eiroa, historiadora y autora de obras como Periodismo y militancia al servicio de la República, Viva Franco: hambre, racionamiento y falangismo y Mujer, cárcel, franquismo: la Prisión Provincial de Málaga, “el objetivo del franquismo era hacer desaparecer todo el legado y toda la huella de la República”, razón por la cual  “el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, clave en el franquismo, pretendía salvaguardar y conservar las obras de arte españolas arrebadándolas a los republicanos bajo el pretexto de que eran ellos los que las estaban vendiendo a Rusia”. Miles de republicanos no pudieron reclamar sus bienes porque estaban en prisión, en el exilio o habían muerto. Otros no se atreviseron por temor a represalias Silencio, miedo e imposibiliad de reclamar Otras obras directamente desaparecieron, en total unas 482, de manera que a día de hoy permanecen todavía en paradero desconocido mientras que ni los descendientes de sus antiguos propietarios ni el Gobierno parecen mostrar interés por descubrir su ubicación actual. A ello se une la inexistencia, en la mayoría de casos, de registros que puedan certificar la propiedad de todas las obras de menor tamaño que estaban localizadas en las viviendas de los republicanos: “No ha quedado huella para demostrar la antigua propiedad, si la familia no lo tenía declarado ni tenían fotografías de ello, no había forma de declarar que esas obras les eran propias, lo que afectó a miles de republicanos que no pudieron reclamar sus bienes, o bien porque estaban en prisión, en el exilio o incluso muertos en el frente”, sostiene Eiroa. Gran parte de los republicanos no se atrevieron a agenciarse tales obras durante el franquismo por miedo a las represalias, ya que de hacerlo se estarían admitiendo en voz alta formar parte del bando republicano. Como resultado, cientos de obras no pudieron jamás demostrarse como propiedad de republicanos o de sus herederos. Sus descendientes desconocen que sus familiares hubieran tenido obras de arte o no tienen certificados de propiedad Tal ha sido el silencio durante la dictadura —silencio que fue cómodamente perpetuado durante la Transición— que muchos descendientes ni siquiera son conscientes de que sus antepasados eran poseedores de arte y por ende mucho menos saben que fueron despojados de las mismas. La historiadora incide en que “un gran hándicap en este ámbito es el paso del tiempo:  después de 80 años lo que queda son los bisnietos, que son quienes están removiendo el asunto, sobre todo familias con un nivel cultural y una base económica potente, pero muchos de ellos desconocen el pasado de sus familias, ni dónde están los papeles que certifican la propiedad de esas obras de arte y un largo etcétera”. En el complejísimo caso de los exiliados durante el transcurso de la Guerra Civil, muchas dejaron su casa con el pensamiento de que regresarían pronto y nunca volvieron. Como la mayoría de ellos tenía procesos judiciales abiertos, el bando fascista aprovechó esta circunstancia para expoliar masivamente sus propiedades, en especial objetos de valor cultural, sin haber tenido la posibilidad siquiera de ser previamente juzgados. En la investigación llevada a cabo por el periodista español Mariano Sánchez Soler, La familia Franco S.A., (Rocabolsillo, 2019), que versa sobre el oscuro origen de la fortuna que amasa la familia del general fascista, el también escritor desvela la identidad de algunas empresas que obtuvieron obras de arte después de que Franco las expoliara: además de Repsol, la empresa especulativa dedicada a “la promoción, construcción, rehabilitación y venta de todo tipo de fincas rústicas y urbanas”, Credisol, adquirió numerosas propiedades que originalmente habían pertenecido a republicanos y que habían sido catalogadas previamente por las autoridades de la República. Todo este trasvase indiscriminado de obras artísticas republicanas durante el franquismo fue posible gracias al amparo que ofrecía la Ley de Responsabiliaddes Políticas, aprobada el 9 de febrero de 1939, que judicializaba como nunca antes el expolio del patrimonio cultural de la República. “Siendo similar a otras como la Ley de Masonería y Comunismo o la Ley de Seguridad del Estado, en este caso se trataba de una disposición que penalizaba por primera vez de forma económica”, explica la historiadora. De este modo, el régimen no solo legalizaba sino que promovía la adquisición ilegítima de obras de índole cultural bajo el propósito de “castigar” a los “enemigos del Régimen”. Esta ley determinaba, en su artículo 3.2, que los partidos, agrupaciones y organizaciones declaradas fuera de la ley sufrirían “la pérdida absoluta de sus derechos de toda clase y la pérdida total de sus bienes, que pasarán íntegramente a ser propiedad del Estado”. Asimismo, en virtud de lo establecido en el artículo 68, tanto las obras de arte como los bienes inmuebles fueron incautados y sacados a subasta pública, de ahí que muchas hayan acabado en paradero desconocido. El Museo del Prado: Arte expoliado al servicio del pueblo En el marco de todo este régimen de expolio con total impunidad, instituciones culturales como el Museo del Prado cobraron un papel de extraordinaria relevancia en aras de conservar y salvaguardar el patrimonio republicano: Algunas de estas obras fueron depositadas en esta pinacoteca puesto que fueron asignadas a este espacio por tratarse de uno de los mayores espacios de recolección de obras culturales de España. Por ello, actualmente se pueden hallar obras ubicadas en grandes depósitos como sótanos, que originalmente se consignaron ahí para protegerlas de los bombardeos. En este sentido, resulta de obligado cumplimiento recordar la figura de María Teresa León, secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas, quien en noviembre de 1936 desplazó a Valencia los cuadros que se hallaban en el interior del Museo cuando los aviones alemanes lanzaron nueve bombas sobre el techo de la pinacoteca y sus jardines. A fecha de hoy, el Museo del Prado dispone un total de 70 obras en sus fondos, entre las que también se han encontrado dibujos de procedencia desconocida, cuya origen se estima que enraiza directamente con las incautaciones de la dictadura, principalmente de la Comisaría General del Patrimonio Artístico Nacional, aunque el franquismo retuvo 32 de éstas. Cuatro de estas obras que el Museo recibió fueron evacuadas a Ginebra durante la contienda, entregadas en depósito durante la posguerra. Incluso en algunos casos, se ha podido localizar la documentación justificativa que constituye la base para trazar su trayectoria a lo largo de las años hasta la época actual. En marzo de 2023, la pinacoteca decidió, tras un arduo proceso de investigación —en el que participó el mencionado experto en patrimonio y Guerra Civil Arturo Colorado— encaminado a averiguar la verdad sobre el origen y la propiedad de las obras republicanas para la reclamación y reparación de estos bienes, ofrecer una exposición conformada por 11 de estas obras. Estas fueron exhibidas en la Galería Baja Norte del edificio Villanueva en lo que puede entenderse como un gesto de compromiso con la reparación, ya que permite a los familiares de sus antiguos propietarios reconocerlas e identificarlas como propias de su familia. Algunas de las creaciones pictóricas que quedaron a la vista del público madrileño el pasado año fueron el Cristo en el Pretorio de Pedro Ruiz González y la Víspera del 2 de mayo, un óleo sobre lienzo de Miguel Hernández Nájera. Otras de la misma técnica, como Paisaje de montaña, de Carlos de Haes, o Bodegón de flores, de Jan van Kessel “el viejo”, también procedentes de incautaciones, no llegaron a exponerse. JUSTICIA Y REPARACIÓN POR LOS CRÍMENES CULTURALES Los historiadores remarcan la necesidad de hacer justicia y reparación por los crímenes —también culturales— que cometieron los agentes del franquismo con tal de borrar el legado de la República. Matilde Eiroa, quien confiesa que el mayor problema actualmente es que “no se quieren abrir heridas ni asumir responsabilidades por los actos cometidos”, tiene una postura muy clara a este respecto: “Creo que nosotros personalmente no somos culpables de lo que hicieron nuestros antepasados, pero como sociedad debemos reconocer lo ocurrido y no negar las atrocidades que se llevaron a cabo”. España ha cimentado su alabada democracia sobre el olvido, la enajenación de toda culpa sobre los delitos acaecidos durante el régimen franquista, y en el letal discurso de “dejar el pasado en el pasado” para no trastocar privilegios. Ante el silencio institucional que tanto consolida el poder de los herederos de la dictadura, la investigación y el estudio sobre el origen del patrimonio cultural expoliado conforman un acto de resistencia e inconformismo social contra las brutalidades de la dictadura. Fuente → mundoobrero.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano

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