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Corría la pelota alocada entre las piernas de unos intrépidos "guajes" en la plaza La Paraxuela, rincón que fue el primer vestigio industrial de Mieres de principios del siglo XIX. La tarde era fría, los carámbanos afinados en los tejados nos avisaban de la dureza invernal de 1965. Yo estaba allí. Los toscos camiones de la época rodaban por la carretera principal. Mi abuelo Colás se iba a llenar pellejos al almacén de vinos de Victorino Rodríguez, mi padre al mantenimiento de minas de hulla, mi tío a la Fábrica de Mieres, el padre de mi mejor amigo trabajaba en la mina de mercurio de La Peña. La actividad fluía vigorosamente. Talleres metalúrgicos como Aguinaco, cerrajerías, chatarrerías, mueblerías... La construcción de barrios obreros, de escuelas de aprendices, del hospital... El ambiente era frenético. La vitalidad era imperiosa. La ilusión por vivir cada día un poco mejor era la meta. El concejo superaba los 70.000 habitantes, y la ciudad de Mieres rondaba los 45.000 vecinos, la mayoría importados del resto de España tras el repunte de actividad productiva a partir de la primera Guerra mundial que, a la falta de recursos en toda Europa, la industria minera y la siderurgia mierense tuvo su esplendor. Hoy, sesenta años después, y desde mi actual atalaya, compruebo como Mieres es el claro ejemplo de un devenir fracasado por el colectivismo y el intervencionismo, en el que a pesar de disponer de miles de millones de "fondos" de uno y otro sitio, la ciudad es un páramo de actividad, presa de la subvención y el subsidio. Una zona puntera y rica, pionera en el ámbito industrial de España, ha pasado a ejemplo de decadencia desoladora que sobrevive de jubilaciones y poco más. La población actual es de 36.200 habitantes (22.800 Mieres, capital del concejo) con setecientos infantes hasta cuatro años y mil abuelos que superan los noventa años, con proyecciones deprimentes que estiman veinte mil vecinos en quince años. Mieres se muere: no tiene niños, ni materias primas, ni ganas. La reindustrialización pretendida ha sido un verdadero desastre, esencialmente por que la gestión que se llevó a cabo por profesionales de la política en vez de por profesionales de proyectos empresariales. No sé si el mierense es consciente de que con el dinero que se despilfarró de Fondos Mineros, Mieres tendría una industria tractora como, por ejemplo, una fábrica de coches, incluida la infraestructura colateral. Es decir, pleno empleo: miles de puestos de trabajo y riqueza tirados al Caudal. Y... ¿Qué habría que hacer para revertir la situación? Una catarsis mental poblacional. La comunidad ha sido imbuida en el miedo a la estigmatización a quienes osan "pensar de forma desviada". Indudablemente el destinatario opta por lo cómodo y lo inmediato: el conformismo y el egoísmo. Habría que cambiar la escala de valores del marco mental. Para empezar, habría que constatar si el mierense quiere cambiar la gestión basada en el intervencionismo de nefastos resultados, hacia nuevas políticas liberales. Si la respuesta es afirmativa, se podría trabajar en "un plan de soluciones" y, en una década, Mieres cambiaría radicalmente. El tren de la prosperidad pasó, y ahora queda tomar medidas adaptadas a los nuevos tiempos de la globalización vía procedimientos de alto rendimiento y competitividad. A mi juicio, el "plan de soluciones" debería basarse en la proactividad de la iniciativa privada en términos de "economía social de mercado". Luego, poner a funcionar la máquina de destrucción de vicios acomodaticios del pasado. Reconstruir una escuela de aprendices de preparación continua en las nuevas material de la industria de cuarta generación. Un clúster empresarial para la internacionalización de pymes. Y, ya metidos en la espiral de las "singularidades", disponer de una fiscalidad de "zona cero": cero impuesto sucesiones, donaciones y patrimonio para captar capital monetario y talento; cero impuestos a inversiones en innovación; cero impuestos al emprendimiento. Cero cotizaciones a empresas que contraten de forma indefinida. Deducciones fiscales por el asentamiento de empresas y prohibir subvenciones directas para evitar el efecto "caza subvenciones". Y más. Razón más abajo.
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