Maroc - AVOZDELAREPUBLICA.ES - A La Une - 11/Aug 06:30

Entender la Primera República

Entender la Primera RepúblicaMiguel Ángel Peña Muñoz El debate de República unitaria o federal versaba sobre quién tenía el poder del Estado: una oligarquía vinculada a una Corte sin rey en Madrid o al pueblo, desde los ayuntamientos hacia arriba   “No hay dos sin tres/ República otra vez” se dice en las manifestaciones republicanas. Sin embargo, mientras que acerca de la Segunda República hay un conocimiento social considerable, sobre la otra, la Primera, o hay un olvido —incluso en los sectores republicanos— y lo que se recuerda nos traslada un periodo caótico y que roza el ridículo.  La Primera República fue proclamada el 11 de febrero de 1873, tras la abdicación del rey Amadeo I y el fracaso de su monarquía democrática. El primero de los presidentes fue Estanislao Figueras y su mandato estuvo condicionado por un debate formal sobre la República, que era si ésta debía ser unitaria o federal. Cuando en junio de 1873 las nuevas Cortes optan por la República Federal, Figueras dimitió y le sucedió Francisco Pi y Margall. El debate político se situó entonces en si la Federación debía hacerse de “arriba a abajo” (esto es una Constitución formal elaborada por las Cortes y desarrollada posteriormente) o de “abajo a arriba” (la creación de la República desde los ayuntamientos, cantones, estados, sucesivamente en un proceso de constitución material de la Federación). Mientras en las Cortes se elaboraba un proyecto de Constitución Federal, en el poder local —especialmente en la costa mediterránea— se ponía en marcha la creación de “abajo-arriba” de la nueva República, en lo que se denominó cantonalismo. Era el mes de julio de 1873, hace 151 años. Este es el punto de inflexión del período revolucionario iniciado en 1868. Hasta 1873 en las crisis que se habían dado entre el programa democratizador y los liderazgos liberales de la Revolución, se había impuesto el programa a la tendencia autoritaria de la dirigencia. Sin embargo, el fracaso de la revuelta cantonalista —dado su carácter popular—, supuso la salida cada vez más autoritaria a la crisis iniciada en 1868. Pi dimitió, y fue sustituido por Nicolás Salmerón. Este combatió al cantonalismo, pero su negativa a firmar sentencias de muerte llevó a su dimisión en septiembre de 1873, siendo sustituido por Emilio Castelar, quien suspendió el proceso constituyente y cerró el Parlamento. Pero los militares restauraron la monarquía Cuando en enero de 1874 no superó una cuestión de confianza, un militar irrumpió en el Congreso disolviendo las Cortes. Se estableció una dictadura encabezada por el general Serrano, quien ilegalizó a la Internacional en España. Finalmente, en diciembre de ese año, otro militar traía de vuelta la monarquía borbónica, y con esta la hegemonía de un bloque oligárquico católico, monárquico, centralista y con una idea de hispanidad basada en lo castellano que, salvo en el cuestionamiento que supuso la Segunda República, domina España hasta la actualidad. Así las cosas, la Primera República ha pasado al relato de la historia de España como un periodo inesperado, carente de base social y, por consiguiente, inestable y breve (cuatro presidentes en once meses) y en dónde se produce un movimiento independentista de localidades (los cantones) como el de Cartagena. Todo ello forma parte de una caricatura encaminada a crear la idea de República=Caos frente a una monarquía católica, centralista y oligárquica estable.  El cantonalismo no era un proceso secesionista. Era el intento de construir una república más democrática y social y con un poder político descentralizado El cantonalismo de aquel mes de julio no es un proceso secesionista. El cantonalismo era el intento de construir una república más democrática y social. Porque este es el debate que recorre toda la Primera República y todo el Sexenio Democrático. La Revolución de 1868 tenía una contradicción en su base. Con un programa democrático (sufragio universal —masculino—, amplio derecho de asociación y necesidad —en lenguaje actual— de unos derechos sociales) coexisten con unos liderazgos de militares liberales que hasta 1868 habían sido partidarios del sufragio censitario, unos derechos políticos limitados y el mantenimiento del orden social injusto. Es evidente que los líderes de la Revolución del 68 y las demandas democráticas no casaban bien. Por ello, hay una pugna por parte de los líderes y el programa político. Eso explica los levantamientos republicanos —como el andaluz del 4 de diciembre de 1868— en defensa de una Revolución democrática de un lado, o los intentos de limitar el derecho de asociación contra la Internacional por parte de los sectores constitucionalistas a partir de 1871. Si no entendemos esta contradicción del periodo no entendemos la Primera República, pues el Federalismo no tenía nada que ver con una cuestión territorial o plurinacional, sino con la forma de construir la Democracia en España. Frente a una monarquía que centralizaba el poder en Madrid, la alternativa era una república con un poder político descentralizado para facilitar el control popular del Estado. La monarquía liberal de Isabel II había mantenido el poder centralista, alejado del pueblo y cercano a la oligarquía. Lo mismo había pasado con la monarquía democrática de Amadeo. Por eso, el debate de República unitaria o federal en verdad es la manifestación sobre quién tiene el poder del Estado, si una oligarquía vinculada a una Corte sin rey en Madrid o al pueblo a través de un control de una República construida desde los ayuntamientos hacia arriba. La manifestación más evidente de este conflicto se produjo en julio de 1873, entre una Corte republicana, formalmente federal pero de método constituyente unitario, y un movimiento cantonalista que pretendía hacer una federación materialmente popular (democrática y social) desde la periferia. Con esta mirada podemos entender que la Primera República no llegó de forma imprevista, sí sobrevenida, pero no imprevista y sin base. La Primera República tuvo una base social —por eso existió—, si no se hubiera buscado otra salida a la abdicación de Amadeo. La inestabilidad caricaturizada no es sino la muestra de un volcán democratizador frente a una oligarquía, a la que le convino después olvidar y ridiculizar el primer intento de cambiar el modelo político y social en España. (*) Miembro de la Sección de Historia de la FIM y de la Secretaría de República del PCE Andalucía Fuente → mundoobrero.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano