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Maroc Maroc - AVOZDELAREPUBLICA.ES - A La Une - 29/Aug 12:00

La Tercera República, un sueño aparcado

La Tercera República, un sueño aparcado José Ángel Martos  Truncada la Segunda República en 1936, más de cuarenta años después, en 1978, se adoptó una forma de estado democrático basada en la monarquía parlamentaria, aguando las ansias republicanas de la izquierda. Pero el debate sigue. Una comparecencia de Santiago Carrillo –con la plana mayor del PCE y una gran bandera rojigualda detrás de ellos– certificó el final de las posibilidades de una Tercera República en el marco de la Transición. Con esa imagen ante la prensa, el 16 de abril de 1977, los históricos comunistas aparcaban por una larga temporada sus ambiciones republicanas en aras del restablecimiento de la libertad, concretada en un régimen parlamentario democrático. Tras la dictadura, el uso de la bandera republicana ha estado vigente en ámbitos no oficiales, y entre la mayor parte de los grupos republicanos de izquierdas del país, como símbolo reivindicativo de un cambio en el modelo de Estado a una nueva república.Getty Images El mensaje fue muy gráfico: el partido más importante de la oposición al franquismo, y por tanto el gran depositario de las esperanzas de recuperar la legitimidad truncada en 1936, dejaría de pedir la república.La aceptación de la monarquía y de la enseña bicolor eran las exigencias que el presidente centrista Adolfo Suárez había planteado a Carrillo en una reunión secreta dos meses antes, en casa del influyente periodista José María Armero, como contrapartida a la legalización de su partido.No eran demandas prepotentes, ya que Suárez era consciente de que, en el momento en que diese amparo a la existencia legal del PCE, los sectores de la “caverna” que querían mantener las esencias franquistas –y muy especialmente los militares– se le iban a echar encima, como así ocurrió.Así que necesitaba el compromiso de que los comunistas no iban a discutir el modelo de Estado que Franco había dejado “atado y bien atado” en su Ley de Sucesión: España volvería a ser oficialmente el Reino de España.Esa misma cesión fue asumida también por los otros partidos y entes más vinculados a la etapa republicana, como la Generalitat catalana, restablecida en la persona de Josep Tarradellas.Se cuestiona la forma de GobiernoEl PSOE tampoco puso demasiadas dificultades, ya que su nueva dirección había sido tomada en 1974 por el joven “clan sevillano” de Felipe González y Alfonso Guerra, mucho más pragmáticos que su anterior líder, el veterano Rodolfo Llopis, secretario general del partido en el exilio desde 1944.Aun así, los socialistas se opusieron a la monarquía parlamentaria en la votación del 11 de mayo de 1978, en el seno de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, sobre la forma política del Estado español. Formularon ese día un voto particular defendiendo la república como forma de gobierno.Lo argumentó el diputado Luis Gómez Llorente, peso pesado de la corriente más a la izquierda del partido: “Ni creemos en el origen divino del poder, ni compartimos la aceptación de carisma alguno que privilegie a este o a aquel ciudadano simplemente por razones de linaje. El principio dinástico por sí solo no hace acreedor, para nosotros, de poder a nadie sobre los demás ciudadanos. (…) Entendemos que la forma republicana del Estado es más racional y acorde bajo el prisma de los principios democráticos”. Adolfo Suárez y Felipe González a finales de los años 70 en el Congreso de los DiputadosGTRES Se recriminó entonces al PSOE que podía permitirse el lujo de mantener tal voto particular porque sabía que iba a perderlo, como así fue: nadie lo apoyó, sólo el PNV se abstuvo y todos los otros partidos participantes en la Comisión votaron en contra (UCD, Alianza Popular, Minoría Catalana e incluso el PCE).En esta situación, el propio ponente socialista dejó la puerta abierta al buen entendimiento con el jefe del Estado: “No ocultamos nuestra preferencia republicana, pero sobrados ejemplos hay de que el socialismo, en la oposición y en el poder, no es incompatible con la monarquía cuando esta institución cumple con el más escrupuloso respeto a la soberanía popular y a la voluntad de reformas”.El debate desaparece de la políticaLo cierto es que, cuando en 1982 el PSOE llegó al poder, no volvió a desempolvar estas aspiraciones y, en la práctica, la colaboración entre el socialista Felipe González y el rey Juan Carlos I sería mejor y más estrecha que con el propio Adolfo Suárez, a quien el monarca había dejado caer en los convulsos inicios del año 1981, cuando parecía incapaz de controlar a su propio partido y a los militares.Esta entente cordial y el prestigio del rey Juan Carlos –que alcanzó el cénit de su popularidad gracias a su decidida actuación en la resolución del golpe de Estado del 23-F– llevaron a que el tema de la forma de Estado desapareciera prácticamente del debate político.La polémica, que durante los primeros años de la Transición en los 70 había tenido un cierto recorrido, quedó eclipsada en los 80. Parecía carecer de sentido en un país que por fin progresaba y se integraba en la Comunidad Europea, de la mano de un rey joven y dinámico, que controlaba a los militares y estaba plenamente comprometido con la democracia.Sería en 1994 cuando la posibilidad de una república volvería a asomar a la opinión pública, en el marco de la feroz oposición que por entonces se realizaba contra un PSOE que ya llevaba muchos años instalado en el poder, con los inevitables claroscuros en forma de casos de corrupción. La agitada Transición corrió peligro el 23 de febrero de 1981, cuando el coronel Tejero (en la foto) irrumpió en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, donde se votaba ese día la investidura como presidente de Leopoldo Calvo SoteloGetty Images En este contexto, el aristócrata José Luis de Vilallonga, muy cercano por entonces a don Juan Carlos, de quien acababa de escribir una biografía autorizada, desveló en las páginas del diario barcelonés La Vanguardia la existencia de “una confabulación que pretende desestabilizar al Gobierno, provocar la abdicación del rey y proclamar la República”.Vilallonga no dudaba en dar nombres y poner al frente de la misma al jurista Antonio García-Trevijano, quien había sido un destacado activista antifranquista y jugado un papel al principio de la Transición en la unión de los dos entes políticos que agrupaban a la oposición, la Junta Democrática de España y la Plataforma de Convergencia Democrática, que formaron la llamada “Platajunta”.Rumores de un complot contra el reyVilallonga mencionaba también como participantes al banquero Mario Conde, al que ya se había apartado de Banesto, intervenido por irregularidades, y al periodista Pedro J. Ramírez, director del joven diario El Mundo.El escritor señalaba que la confabulación tendría un importante componente mediático al filtrar “pequeñas y breves noticias en detrimento de la figura del Rey, para acabar publicando un dossier que comprometería gravemente al monarca en algún escándalo irreparable”.De esta forma, relataba Vilallonga, “el Rey, harto de tanta basura, acabaría por abdicar en su hijo don Felipe, el cual, dada su juventud y su inexperiencia política, sería más fácil de manejar, facilitando sin oponer resistencia el paso de la monarquía a la República”.En el marco de la operación, también se impulsaría a la oposición de José María Aznar y el PP como alternativa a Felipe González. Los aludidos negaron su implicación con vehemencia.En los siguientes meses, García-Trevijano publicó un libro titulado El discurso de la República, que presentó en medio de graves acusaciones a la monarquía parlamentaria: “Encubre una oligocracia política en la que es imposible controlar a los gobernantes”.Estos episodios acabaron por no tener trascendencia: la corona mantuvo su luna de miel con la ciudadanía. Así quedó demostrado con el entusiasmo popular en las bodas de las hijas del Rey, las infantas Elena y Cristina, celebradas en 1995 y 1997 en Sevilla y Barcelona, respectivamente. Matrimonio de la infanta Cristina con Iñaki UrdangarinGetty Images De las dos, la más significativa, vista con el paso del tiempo, fue sin duda la de Cristina, ya que sus esponsales sacaron a las calles de la capital catalana a más de un millón de personas para observar los festejos. Barcelona se volcó con la Familia Real, tal y como puede leerse en las crónicas de la prensa de entonces y verse en las imágenes televisivas.Este entusiasmo catalán por la pareja –que se instaló a continuación en la Ciudad Condal, donde la infanta ya vivía– no deja de resultar paradójico cuando, veinte años después, un número similar de personas sale a las calles de la misma ciudad cada 11 de septiembre, pero esta vez para pedir la independencia y la República catalana.Deterioro de la imagen de la monarquíaSería precisamente el marido de la infanta Cristina, el exdeportista olímpico Iñaki Urdangarin, el causante de la primera gran crisis que erosionó la imagen de la monarquía.Su papel al frente del Instituto Nóos –entidad sin ánimo de lucro bajo cuyo manto él y su socio Diego Torres presuntamente se lucraron aprovechando los contactos políticos que le daba al primero su condición de yerno del Rey– decepcionó a la opinión pública, al exponerse actividades nada edificantes por parte de personajes hasta entonces “ejemplares”.El “caso Urdangarin”, además, se empezó a conocer en plena crisis económica (2007-2011), lo que lo hizo más grave aún para una ciudadanía afectada por el paro y la pérdida de sus ahorros en bancos quebrados.Así, fue calando la idea de que la monarquía podía ser una fuente de malgasto y corrupción. En octubre de 2011, las encuestas del CIS registraron por primera vez un suspenso a la monarquía por parte de los entrevistados, a los que se preguntó su opinión sobre algunas instituciones relevantes del Estado.La monarquía cosechaba una nota de 4,89 sobre 10. Como referencia, en 1997, el año de la boda de la infanta Cristina, su calificación había sido un 6,67, cerca del notable. Las investigaciones sobre las actividades de Urdangarin llegarían a los juzgados en 2010 y salpicarían a la propia infanta Cristina, que fue imputada en 2014 por la sospecha de delitos fiscales y blanqueo de capitales. El periplo judicial de ambos ha sido largo y con enorme cobertura mediática, lo cual ha dado combustible a la causa republicana. Tras hacerse público el viaje de caza del rey Juan Carlos I a Botsuana, las movilizaciones populares se sucedieron. Arriba, concentración de protesta en Madrid, el 18 de abril de 2012Getty Images Durante la celebración del juicio, en Palma de Mallorca, era habitual que se produjesen a la entrada pequeñas concentraciones de manifestantes con banderas tricolor, que gritaban consignas como “España, mañana, será republicana”. El caso Nóos no concluyó hasta febrero de 2017, con la condena de Iñaki Urdangarin a 6 años y 3 meses y la absolución para la infanta.En 2012, con este asunto en todos los diarios y la crisis económica en pleno auge, un peculiar incidente iba a acabar de cristalizar el descontento con la monarquía: en Semana Santa, el rey Juan Carlos se rompía la cadera en Botsuana mientras participaba en una cacería de elefantes y debía volver precipitadamente a España para ser operado. El viaje, que al ser vacacional era desconocido para la opinión pública hasta que ocurrió el suceso, fue reprobado por una ciudadanía sometida a estrecheces. Desde Izquierda Unida, coalición en la que se integra el Partido Comunista de España, su coordinador, Cayo Lara, declaraba que “el Rey está demostrando una falta de ética y respeto a mucha gente en este país que está sufriendo mucho”.Tal fue la ola de reproches al Rey por lo que se consideraban unas vacaciones ostentosas en plena crisis que éste, en una declaración inédita en la Historia de la monarquía, se disculpó por su viaje ante las cámaras de televisión: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”; esas fueron sus palabras tras ser dado de alta.Asambleas ciudadanas en funcionamientoMientras tanto, la crisis económica había tenido otros efectos, como el de alumbrar el nacimiento en 2011 del Movimiento 15-M o de los Indignados, formado por aquellos que se consideraban víctimas del sistema político-económico (“Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes...”).Articulado a través de asambleas ciudadanas en la Puerta del Sol madrileña, uno de los temas más tratados (el 17º exactamente) era “Eliminar la monarquía”. De esta contestación, producto de un cierto hartazgo social, surgiría en 2014 el partido Podemos, que condensó la difusa ideología del movimiento en un diagnóstico muy concreto: “La crisis del régimen de 1978”, sentencia que dio título a su primera ponencia política.En este documento señalaba que la crisis “va más allá de la deslegitimación de las élites políticas y afecta a componentes centrales del sistema político y la institucionalidad”, una velada alusión a la monarquía.Apenas unas semanas antes de la presentación de esta ponencia, se había producido un decisivo e inesperado acontecimiento: el 2 de junio de 2014, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaba por sorpresa que el rey Juan Carlos le había comunicado su voluntad de abdicar en la persona de su hijo, el príncipe Felipe, acto que se produjo apenas diecisiete días después, el 19 de junio.La celeridad de los acontecimientos y el hecho de no mediar ningún problema de salud propiciaron todo tipo de interpretaciones. Una de las principales es que el relevo generacional en la jefatura del Estado pretendía detener el desgaste de la monarquía ante la acumulación de escándalos (“caso Urdangarin” y viaje a Botsuana) al apartarse el Rey, lastrado en su imagen por estos asuntos y ya mayor con 76 años, para dejar paso a su hijo, con una imagen impecable y capaz de abrir una nueva etapa. “Unidos por el cambio global”. Fue el lema de las marchas pacíficas que se celebraron el 15 de octubre de 2011 (año en que nació el Movimiento 15-M, en mayo) en 80 ciudades españolas, dentro de la protesta mundial de los Indignados. Arriba, la manifestaciEFE La reacción de los partidos identificados con el republicanismo fue convocar manifestaciones para pedir un referéndum sobre el modelo de Estado y la continuidad de la monarquía, en el que los ciudadanos pudiesen escoger si querían continuar con ésta.En el Congreso de los Diputados, Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida, presentó una moción para dicho referéndum, que sería derrotada por los votos en contra de PP, PSOE y UPyD.Tras estos momentos de una cierta agitación –más bien minoritaria–, el tema de la forma de gobierno monárquica o republicana ha vuelto casi a desaparecer. Podemos, el partido heredero del Movimiento 15-M y referente actual de la izquierda más progresista, lo ha eludido en sus programas electorales.Su líder, Pablo Iglesias, ha declarado que el debate sobre la forma de Estado “no es una prioridad”. Así pues, los abanderados del republicanismo en el conjunto del Estado son los partidos de la coalición Izquierda Unida. Su líder, Alberto Garzón, es autor de un libro titulado La Tercera República. Construyamos ya la sociedad de futuro que necesita España, publicado en 2014.En las elecciones generales de noviembre de 2015, las últimas a las que Izquierda Unida se presentó en solitario, su programa electoral decía: “La III República se fundamentará en un modelo de Estado federal, defendiéndose el derecho de autodeterminación de los pueblos que conforman el Estado basado en la libre voluntad de las partes de unirse en un proyecto común, como una elección libre y democrática de los pueblos”. Sin embargo, en las elecciones de 2016, a las que Izquierda Unida se presentó coaligada con Podemos (Unidos Podemos), el tema de la república había desaparecido del programa.El otro frente de republicanismo en España proviene de los partidos nacionalistas, desde los gallegos del BNG hasta los aragoneses del CHA. Su mayor implantación se da entre el nacionalismo catalán y quien más enraizada tiene la causa es Esquerra Republicana de Catalunya, que la lleva en su propio nombre.Esta veterana formación, ya en 1931, a través de su líder Francesc Macià, proclamó unilateralmente “la República catalana, a la espera de que los otros pueblos de España se constituyan como Repúblicas para formar la Confederación Ibérica”, aunque esta entidad no llegó a existir y en su lugar acabó formándose la Generalitat de Catalunya como órgano de autogobierno en el marco de la II República.Desde la Transición, ERC ha pasado por etapas muy diversas, primando en los últimos cinco años más su programa nacionalista que su autodefinición izquierdista. Por ello, ha pactado con la derecha nacionalista de Convergència i Unió (hoy PDeCAT) para lograr la independencia.Proyecto político catalánEste último partido, por su parte, ha dado un giro ideológico radical en los últimos años: la Minoría Catalana ha pasado de ser uno de los artífices de la Constitución de 1978 y colaborar con gobiernos tanto del Partido Popular como del PSOE al independentismo, a partir de 2012, descontenta por los recortes que el Parlamento y el Tribunal Constitucional realizaron en la última reforma del Estatut catalán.El objetivo del PDeCAT –uno de cuyos líderes, Carles Puigdemont, presidía la Generalitat de Catalunya– es ahora crear una “República catalana”, en coalición con ERC y la formación anticapitalista CUP, utilizando su mayoría en el Parlamento autonómico.Este proyecto se ha intentado llevar a cabo con diversas iniciativas legislativas, anuladas por ilegales por el Tribunal Constitucional; entre ellas, una “Ley de transitoriedad jurídica” según la cual Catalunya se constituiría en “una República de derecho, democrática y social”.De todas formas, con la excepción de Cataluña, la causa republicana parece en la actualidad poco significativa en el debate político, como demuestra la prevención aplicada por los propios partidos de izquierda, que pasan de puntillas sobre el asunto: son habituales los conflictos internos en el PSOE, por ejemplo, cuando alguno de sus sectores menos pragmáticos, como las Juventudes o Izquierda Socialista, intentan aprobar alguna moción de apoyo al ideal republicano.La causa de fondo es, probablemente, que la monarquía sigue teniendo una amplia aceptación, aunque resulta difícil constatarlo en estos últimos tiempos: el CIS eliminó en 2015 de sus encuestas la pregunta en la que se ponía nota a la institución, seguramente para ahorrarse el mal trago de nuevos suspensos a Felipe VI. Fuente → muyinteresante.com La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano

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