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El escenario era perfecto y hasta la luna parecía haberse puesto en contacto con la Bienal para hacer de escenografía natural, llena y brillante como ninguna. El programa lo decía bien claro: 'Verso Libre' es un happening flamenco de María Moreno. Hay que ponerse en situación. Los espectadores llegamos y nos ofrecen unos cascos. Esperamos el turno y entonces nos dicen que vamos a hacer un recorrido por las estancias de la antigua Cartuja de Sevilla, que desde 1999 es sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Antes de entrar en clausura, escuchamos música de guitarra por los cascos. Pasamos al patio del Prior donde luce la famosa obra de las ventanas de los MP&MP Rosado, artistas de Cádiz para la gaditana María Moreno. En medio, junto a la fuente, Raúl Cantizano toca la guitarra, a la espera de María Moreno quien llega vestida de rojo fuego y con sus auriculares, como también los músicos, porque parece que quieren aislarnos de todo lo exterior. A partir de ahí todo es un recorrido que del patio del prior, desemboca en el de Pérgolas . María baila y zapatea por el patio en el que cuelgan cientos de lianas de bignonias, aquí no hay guitarra, sólo percusión. Masaedo toca sobre las antiguas puertas de bronce de la entrada de Pérgolas, y María se sube a un estrado para ofrecernos un zapateado intensísimo, se vuelve a la percusión que ha cogido otro instrumento y lo sigue. Vuelve a recorrer el patio mirando y retando al público, atraviesa como si fuera un rayo por entre las lianas de las plantas y sigue llevando el compás con sus pies y la percusión. Su energía es contagiosa. La gente se aparta cuando pasa María, es como Moisés y las aguas del mar Rojo , la noche es suya, se para delante de la fuente del patio, esa que estaba un día en el suelo y hoy está en lo alto. Mientras suena la percusión, también lo hace el agua. Una banda sonora espectacular. María se para, gira hacia una puerta, allí está el Memorial del Agua y avanza muy lentamente. Moviendo manos y pies de momento en silencio, y cuando sale al claustrón, ese espacio donde antaño se enterraba a los cartujos, se oye el estruendo rockero de una guitarra eléctrica y una batería en el silencio de la noche. Sobre una de las plantillas de lo que fue un horno de la fábrica Pickman hay un tablao y Cantizano y Masaedo intepretan los ritmos más vibrantes para que María Moreno suba y los mire y comiene una serie de zapateados y remates de una dificilísima ejecución. No hay normas, el ritmo lo marca todo, incluso cuando Cantizano mete algún palo flamenco con la guitarra eléctrica, que parece arrancar en María los brazos para ir rematando con gusto. De repente Cantizano, como si estuviera en un concierto de rock, sale disparado hacia donde está el público y empieza a correr por el espacio mientras sigue tocando la guitarra. Una gozada, porque Masaedo no se queda atrás y hace travesuras con su batería. Hay complicidad entre los tres, mucha, y eso se nota. Hay humor, gestos, incluso el público se ríe cuando Cantizano levanta los dedos de manera rockera y María, eleva los hombros como en un 'ya está bien'. Y es la hora de María. Empieza a picar el zapateado con la boca, eso que hacen los artistas cuando empiezan a montar.... ¡picapú...tá! Con el sonido onomatopéyico de su boca va conformando un zapateado que poco a poco va hilando. Es como si estuviera montando una frase coreográfica. 'Ya casi lo tengo' dice la bailaora, y 'ahora con los brazos'. Y sigue haciendo su frase flamenca que tiene además un sabor a Cádiz por los cuatro costados. Llama María a Masaedo, se pone delante de él, empiezan a hacer un diálogo entre cajón y el zapateado de María. Una delicia. El público casi ni se ve, sólo se percibe cómo se mueven esas luces verdes que llevan los cascos, parecen luciérnagas siguiendo el compás. Y no hay que perder oportunidades, «¡Mira la luna cómo se ha puesto hoy al verte!», le dice Cantizano a María, coge la guitarra y al compás, María por bulerías le baila a la luna. No hay remedio, la luna se ha metido por medio, y para que no faltase de ná, Masaedo empieza recordar los ritmos del otro lado del Atlántico con María, y todo se desborda, incluso entre el público. La bailaora remata y el público, esas luciérnagas verdes, recupera el aliento y estalla en aplausos. No era un espectáculo era un happening..., ¡pues ya quisiera yo más hapenning de estos en esta Bienal!. Bravo María Moreno.
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