Olimpiada Popular de 1936: España contra el antisemitismoRicardo Uribarri El Gobierno de la II República respaldó la petición de boicotear los...
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Olimpiada Popular de 1936: España contra el antisemitismoRicardo Uribarri El Gobierno de la II República respaldó la petición de boicotear los Juegos Olímpicos en el Berlín de Hitler y ayudó a organizar como respuesta un evento deportivo en Barcelona España ha sido uno de los países donde la sociedad civil más se ha manifestado en contra del genocidio cometido por Israel en Palestina. No hay más que recordar los actos de protesta en la reciente Vuelta Ciclista por la presencia en la carrera del equipo Israel Premier Tech. Curiosamente, hace cerca de 90 años nuestro país fue el único que atendió la petición de comunidades y organizaciones judías para boicotear los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, lo que fue el germen de una iniciativa deportiva que se vio abortada por el inicio de la Guerra Civil. Retrocedamos hasta abril de 1931, cuando el Comité Olímpico Internacional se reúne en Barcelona para elegir la ciudad que debía albergar los Juegos cinco años después. La propia Ciudad Condal estaba entre las candidatas, pero la proclamación días antes en España de la II República no gustó a los aristocráticos miembros del COI, que finalmente eligieron a Berlín. En aquel momento, Alemania vivía un periodo conocido como República de Weimar, de reconstrucción y asentamiento tras la Primera Guerra Mundial, y su designación se entendió como un gesto de confianza y reconciliación hacia el país tras los compromisos adquiridos en el Tratado de Versalles. Sin embargo, la crisis de 1929, conocida como la Gran Depresión, afectó al progreso alemán, provocando un alto desempleo, y en enero de 1933, el presidente Paul von Hindenburg nombró canciller a Adolf Hitler para liderar un gobierno de coalición. Un año después, aprovechándose de la muerte de Hindenburg, Hitler se autoproclamó canciller imperial, asumiendo el control total del Estado. La publicación de las Leyes de Nuremberg en septiembre de 1935, que promulgaba normas antisemitas, y los ataques sufridos por ciudadanos judíos, que además fueron despojados de su ciudadanía y de sus derechos, alertaron a diversos sectores de la comunidad internacional, que empezaron a cuestionarse la inconveniencia de que Berlín acogiera unos Juegos que, originalmente, debían servir para fortalecer lazos, pero que Hitler iba a aprovechar para exaltar un Estado autoritario y racista. Organizaciones judías de países europeos y Estados Unidos pidieron boicotear los Juegos de Berlín Fue entonces cuando comunidades y organizaciones judías de países europeos y Estados Unidos pidieron boicotear los Juegos de Berlín. Especialmente intenso fue el debate en la sociedad americana, donde había una comunidad judía muy importante, con entidades como el Congreso Judío Americano y el Comité Judío de Trabajo, sobre la conveniencia o no de acudir al evento, con posturas enfrentadas entre el juez Jeremiah Mahoney, presidente de la Unión Atlética Amateur de los Estados Unidos, que era partidario del boicot, y el presidente del Comité Olímpico Americano, Avery Brundage, que se oponía. Las discrepancias se solventaron en una votación que dio la victoria a la tesis de Brundage (acudir a los Juegos) por 61 votos a 57. En otros países de Europa, como Suecia, Checoslovaquia, Países Bajos, Francia y Gran Bretaña, tampoco prosperaron las peticiones de no participar en la competición. Desde finales del siglo XIX, asociaciones e instituciones de carácter proletario habían empezado a valorar la importancia que tenía el deporte, como una vía para impulsar la regeneración moral y física a través de la búsqueda de la igualdad de oportunidades y el afán de superación sobre la competitividad. Ese interés derivó en la puesta en marcha de federaciones deportivas que ayudaron a extender la práctica del deporte entre las clases obreras. Así, en 1920 surge en Lucerna (Suiza) la Internacional Deportiva Socialista, y un año más tarde, en Moscú, la Internacional Comunista promueve la Internacional Deportiva Roja. Ambas van a empezar a organizar encuentros y competiciones como respuesta a los Juegos del COI, que consideraban mercantilistas y burgueses. La Internacional Deportiva Socialista fue la que promovió las Olimpiadas Populares, cuya primera edición se celebró en Fráncfort en 1925 y la segunda en Viena en 1931, en la que llegaron a darse cita 70.000 participantes. Por su parte, la Internacional Deportiva Roja organizó dos Espartaquiadas (nombre procedente de Espartaco), una en Moscú en 1928 y otra en Berlín en 1931. En España también nacieron movimientos obreros relacionados con el deporte, como la Federación Cultural y Deportiva Obrera (FCDO), creada en Madrid en 1931 para agrupar a organizaciones obreras interesadas en el deporte como medio de expansión política y cultura popular. Esta entidad fue la primera que en 1935, recogiendo el sentimiento crítico que había a nivel internacional sobre el carácter que los Juegos iban a tener con Hitler y las solicitudes de boicot por parte de distintas organizaciones, planeó la celebración en España de una manifestación deportiva de protesta. En ese momento el intento no fue a más. El escenario propicio se dio una vez que el Frente Popular llegó al poder, tras ganar las elecciones en febrero de 1936. Apenas un mes después se puso en marcha el Comité Catalá Pro Esport Popular, que incluía a varios clubes deportivos asociados al Partido Comunista. En abril se propuso organizar una Olimpiada Popular en Barcelona, del 19 al 26 de julio (apenas doce días antes de que comenzasen los de Berlín), iniciativa que fue apoyada por más de 100 organizaciones obreras y deportivas, y que rápidamente cogió impulso tanto a nivel nacional como internacional. Contó con el apoyo conjunto, por primera vez, de la Internacional Deportiva Socialista y de la Internacional Deportiva Roja, e incluso llegó a crearse un Comité de Honor presidido por Lluis Companys, presidente de la Generalitat de Catalunya. El escenario propicio se dio una vez que el Frente Popular llegó al poder El manifiesto publicado por el Comité Organizador dejaba claras las diferencias entre el espíritu del evento de Barcelona y el de Berlín: “Los Juegos Olímpicos de Berlín tienen el fin de propagar el espíritu del nacional socialismo, de la esclavitud, de la guerra y del odio racial. La Olimpiada Popular de Barcelona, al contrario, quiere defender el espíritu olímpico que reconoce la igualdad de razas y de pueblos y estima que la paz es la mejor garantía para la educación sana de deportistas y la juventud de todas las naciones”. El Gobierno de Madrid, que ya había decidido no mandar una representación a Alemania, respaldó la idea, aportando 250.000 pesetas para su organización, mientras que la Generalitat puso 100.000 pesetas. Curiosamente, Francia, que sí iba a estar presente en los Juegos de Berlín, fue la que más dinero aportó para que se celebrase: 600.000 pesetas. De esa manera, en apenas tres meses se montó una competición que iba a reunir a 6.000 deportistas de 23 delegaciones que competirían en 18 disciplinas, a los que había que sumar 3.000 participantes más de los actos folklóricos previstos. Una de las características de la Olimpiada Popular es que aceptaba inscripciones de delegaciones que representaban identidades, sin que tuvieran un Estado detrás: ese era el caso entonces de Alsacia, Argelia, Catalunya, Galiza, Euskadi e incluso un grupo independiente de judíos emigrados procedentes de Palestina. También se quería resaltar y dar visibilidad a la participación de las mujeres en el deporte. En la noche del 18 de julio, con todos los participantes ya en Barcelona para empezar a competir al día siguiente, con el músico Pau Casals haciendo el último ensayo con su orquesta de la Novena Sinfonía de Beethoven para la inauguración, empezaron a llegar noticias de un intento de sublevación militar en España. A la mañana siguiente, las calles de la ciudad se llenaron de tiroteos y barricadas, lo que llevó a la suspensión de la Olimpiada Popular. La mayoría de los atletas terminaron por volver a sus países, pero unos centenares decidieron quedarse en Barcelona y unirse a las tropas para hacer frente a la rebelión armada. Apenas un año después, en 1937, se celebró en Amberes la III Olimpiada Popular, que sería la última. Ese mismo año desaparecería la Internacional Deportiva Roja y, al estallar la Segunda Guerra Mundial, también lo haría la Internacional Deportiva Socialista. Fuente → ctxt.es La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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