Miquel Izard Llorens, in memoriam Tras escribir una tesis doctoral pionera que abrió nuevos horizontes a la historia obrera dentro del Estado...
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La centralidad obrera del antifranquismo catalán Andreu Mayayo i Artal * Este texto es la traducción del catalán al castellano de un fragmento de la conferencia pronunciada por Andreu Mayayo i Artal en el Paraninfo de la Universitat de Barcelona, el 23 de enero de 2025, Día de la Memoria de la UB, dedicado este año a los sindicalistas represaliados por el franquismo. Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen voz.Esta tesis de Walter Benjamin está esculpida en el memorial dedicado al filósofo marxista alemán de origen judío en Portbou, lugar donde encontró la muerte, huyendo de la barbarie y la persecución nazi, la noche del 25 al 26 de septiembre de 1940. Una noche sin amanecer, como la que sufrieron el 26 de enero de 1939 muchos barceloneses, catalanes y españoles que tomaron el camino del exilio. Otros, también hay que tenerlo en cuenta, se quedaron, aplaudieron al ejército de ocupación y cambiaron, en un visto y no visto, el rótulo de sus tiendas. Como aquella de la calle Portal del Ángel que bajó la persiana con el rótulo de «Catalunya llaminera» y al día siguiente la levantó con el de «Golosinas españolas». Pero me quiero centrar en aquellas y aquellos que tuvieron que marcharse y llegaron, por su contumacia en la resistencia antifascista, a los campos de concentración y de exterminio nazis, de los que estamos recordando este año el 80.º aniversario de su liberación. La mayoría eran sindicalistas, de la CNT, de la UGT y de la Unió de Rabassaires, como el cerrajero y jugador de rugby del F. C. Barcelona Josep Miret Musté, dirigente de UGT y del PSUC, el único conseller de la Generalitat fallecido en los campos; o bien el camarero Joan Tarragó y Juncosa, nombrado el 19 de julio de 1936 responsable de las milicias antifascistas de la UGT en la ciudad de Tarragona y conocido por haber organizado una biblioteca clandestina con doscientos libros en lenguas diversas en Mauthausen, tal como hizo el holandés, periodista y comunista, Nico Rost en el campo de Dachau. Me gusta pensar, como la escritora Irene Vallejo, que la Unión Europea nació en estos clubes de lectura. Los sindicalistas, tal y como han dejado constancia las investigaciones de los profesores Josep M. Solé i Sabaté y Joan Villarroya, sufrieron enormemente la represión franquista, una represión que se amplió sistemáticamente a las organizaciones colectivas democráticas y, muy especialmente, a las de carácter sindical, con la finalidad de arrancar de raíz las mejores herramientas de formación y de defensa de las clases populares. Gramsci, desde la cárcel, nos recuerda «que las ideas y la lucha no pueden vivir sin organización». Todavía menos los sindicatos, enraizados en los centros de trabajo. Con todo, la lucha sorda y constante de las trabajadoras y los trabajadores comenzará muy pronto en la larga y oscura noche de la dictadura. Echemos un vistazo. Entre los conflictos laborales que se producen en los primeros años del franquismo, destaca el primer paro por razones políticas en La Maquinista Terrestre y Marítima, en mayo de 1945, para celebrar la capitulación de Alemania. El 25 de enero de 1946 se produjo en Manresa una de las primeras huelgas generales que tuvieron lugar bajo la España de Franco. El inicio de esta huelga se produjo en la Fábrica Nova, inaugurada por Alfonso XIII en 1926, propiedad de la familia Bertrand i Serra, conocida saga de empresarios textiles. La mayoría de los tres mil trabajadores eran mujeres, que fueron las protagonistas de la protesta. A las condiciones de trabajo precarias y los sueldos bajos, se sumaban los cortes y las restricciones eléctricas, que conllevaban frecuentes parones en las fábricas. Las horas no trabajadas no se cobraban. La protesta triunfó y, a continuación, se produjo una huelga de brazos caídos para mejorar los salarios, alcanzando un aumento de 45 pesetas al mes. Sin embargo, cuando el viernes 25 cobraron la semanada se dieron cuenta de que no les habían pagado el jornal correspondiente al 24 de enero. Hay que recordar que las tropas franquistas habían entrado en Manresa ese mismo día del año 1939. Por este motivo cada 24 de enero se celebraba la Fiesta de la Liberación y era festivo en la ciudad. Las obreras reclamaron cobrar también este día de fiesta. Al negarse la empresa, comenzó la huelga. Ésta continuó el sábado 26 y el lunes 28. Además, el mismo lunes la huelga se extendió a todas las fábricas de la ciudad. Ante la gravedad de la situación se trasladaron a Manresa numerosas fuerzas de orden público procedentes de Barcelona, pero las obreras y los obreros en huelga, dada su precaria situación, que hacía años que se alargaba, no se dejaron intimidar y la huelga continuó hasta el jueves 31. El gobernador civil, Bartolomé Barba Hernández, se desplazó a Manresa para encabezar las negociaciones. Amenazó con una fuerte represión, a la vez que se producían detenciones preventivas de antiguos líderes obreros que no tenían nada que ver con la protesta. El mismo día hubo una manifestación de apoyo a la huelga, que se había extendido a otras industrias de la ciudad, que fue dispersada violentamente por la policía cuando llegó a la plaza Mayor. Finalmente, las obreras consiguieron no sólo cobrar el jornal del día 24, sino también un aumento de 75 pesetas al mes, aparte de mejoras en el racionamiento de los productos de primera necesidad. Al cabo de unas cuantas semanas, sin embargo, cuando todo estaba calmado y controlado por parte de las autoridades, algunas trabajadoras fueron despedidas como represalia. Una huelga documentada, con datos y todo tipo de detalles, gracias al dietario del conflicto, escrito en catalán y con una caligrafía impecable, por Laura Sanmiquel Codina, trabajadora administrativa en la Fábrica Nova, que murió en 2021 a los 97 años. Podemos consultar este dietario en la página web de la modélica Associació Memòria i Història de Manresa[1]. Al año siguiente, 1947, el general Franco visitó Manresa, fue a la Fábrica Nova y dejó bien claro que hechos como los de aquella huelga no se podían volver a repetir. Pero no sólo se repitieron, sino que incluso aumentaron cuando, en marzo de 1951, al calor del boicot a los tranvías de Barcelona, los enlaces sindicales desbordaron al Sindicato Vertical y se convocó una huelga contra la carestía de la vida, que fue secundada por decenas de miles de trabajadores del cinturón industrial de Barcelona. Doce años después de la ocupación militar y tres después de la finalización oficial del Estado de Guerra, las clases populares, encabezadas por los trabajadores, levantaron la cabeza y se pusieron en pie, consiguiendo la dimisión del alcalde de Barcelona y del gobernador civil, así como provocando la primera gran reestructuración del gobierno realizada por el «Caudillo». Y, lo más importante, la marcha atrás en el aumento del precio de los billetes del tranvía y la eliminación de las cartillas de racionamiento. La contrarrevolución franquista fue una dictadura de clase. En Cataluña, las investigaciones de Carme Molinero y Pere Ysàs documentan con pelos y señales la reducción drástica de los salarios y las condiciones laborales. En España, Antonio Cazorla, a partir de fuentes oficiales, estima en 200.000 personas las que murieron de hambre durante la larga posguerra, con un epicentro punzante en Andalucía oriental. La represión política, el hambre y la miseria espolearon la emigración de los años cuarenta y cincuenta a Cataluña. La mayoría de los migrantes, sin embargo, no sólo aportaron fuerza de trabajo, sino también una cultura política y sindical bien marcada. En este sentido, los centros de trabajo serán el espacio donde los represaliados, catalanes de origen y de adopción, amasarán el nuevo catalanismo popular, inclusivo y reivindicativo, superando la segregación residencial. El apoyo político de Estados Unidos, a cambio de renunciar a la soberanía nacional, y a la espiritual del Vaticano, a cambio de los beneficios terrenales del nacionalcatolicismo, no fue suficiente para evitar la quiebra de la autarquía en las postrimerías de los años cincuenta y fue necesario implementar, sin anestesia, el plan de estabilización que expulsó al corazón industrial europeo a un millón y medio de trabajadoras y trabajadores y que provocó que cambiara de residencia uno de cada cuatro españoles. En esta nueva y mayor oleada migratoria llegaron a Cataluña no sólo jornaleros expulsados por la mecanización de la actividad agraria, sino también muchos jóvenes con oficio. En 1970 el 85% de los 30.000 trabajadores de la SEAT no habían nacido en Cataluña. El exilio y la represión, sonora y constante, de la dictadura habían provocado la desaparición casi absoluta del anarcosindicalismo, el sindicalismo socialista y el de los arrendatarios agrícolas rabasaires. Sin embargo, muy pronto, los trabajadores más jóvenes, nacidos en la posguerra, crearon nuevos instrumentos de organización y de lucha. El más significativo fue el movimiento sociopolítico de Comisiones Obreras, ilegalizado por el Tribunal Supremo en 1967 tras el éxito en la infiltración dentro del Sindicato Vertical. Ese mismo año, la Comisión Obrera Nacional de Cataluña participó activamente en los actos reivindicativos del 11 de septiembre y se convertiría en el eje de las movilizaciones y de las plataformas unitarias, especialmente en el marco de la Asamblea de Cataluña. El ejemplo de las Comisiones Obreras tendrá su reflejo en las Comisiones de Barrio, antecedentes de las asociaciones de vecinos, surgidas en los barrios populares, con un protagonismo destacado de las mujeres. Asimismo, las Comisiones de Pagesos, que confluirán en el nacimiento de la Unió de Pagesos, de la que hace pocos meses celebramos sus primeros cincuenta años de vida con la inauguración de la exposición «Pagesos contra Franco», impulsada por el Memorial Democràtic de Catalunya y comisariada por el historiador Guillem Puig. Los índices de migración del campo a la ciudad en Cataluña bajo el franquismo fueron de los más elevados de Europa occidental. En veinte años, de 1950 a 1970, se perdieron 162.209 activos agrarios, una reducción porcentual de un tercio, hasta caer a un escaso 8% del total. Con todo, conviene subrayar su importancia cuantitativa y cualitativa en buena parte de las comarcas de Cataluña en las postrimerías del franquismo. En este sentido, la Unió de Pagesos fue fundamental en la expansión de la Asamblea de Cataluña y, posteriormente, en la articulación de las candidaturas independientes y progresistas en las primeras elecciones municipales, desarticulando el franquismo en los pueblos rurales. Los datos de las personas procesadas por el Tribunal de Orden Público, que actuó en los años 1963-1977, manifiestan con creces la centralidad obrera del antifranquismo catalán. La investigación «TOP-CAT»[2], dirigida por el profesor Javier Tébar, nos da un perfil de hombres (pero también mujeres) jóvenes, solteros y trabajadores, residentes en el Área Metropolitana de Barcelona y nacidos a partes iguales en Cataluña y en el resto del Estado. Respecto a la militancia sindical conocida, el 40% de los hombres y de las mujeres eran de Comisiones Obreras. Asimismo, vale la pena subrayar el papel desempeñado por los despachos de los abogados laboralistas, con Josep Solé Barberà al frente, con 202 personas defendidas, quien pondrá de relieve el clasismo en las sentencias del TOP, que se encarnizó con los trabajadores. El 24 de enero pasado se cumplió el 48.º aniversario de la matanza de Atocha, que ha sido conmemorado en las actividades paralelas de la excelente exposición «Generacions TOP»[3] en el Centro Cultural La Modelo, organizada por la Associació Catalana de Persones Ex-preses Polítiques del Franquisme[4], presidida por Carles Vallejo Calderón, sindicalista de Comisiones Obreras de la SEAT, torturado en la Jefatura Superior de Policía de Vía Laietana y exiliado en Italia en las postrimerías del franquismo. Impresiona el desconocimiento imperante sobre los trabajadores asesinados por la dictadura, como Antonio Ruiz Villalba a causa de las heridas provocadas por la entrada de la policía a caballo en la SEAT, en octubre de 1971; Manuel Fernández Márquez, en la huelga de la construcción de la central térmica de Sant Adrià del Besós en abril de 1973, o Roque Peralta, por protestar contra la obligatoriedad de llevar corbata en el entoldado de la Fiesta Mayor de Soria en julio de 1977. También de las torturas recibidas, pocos días después de inaugurar su reinado Juan Carlos I, el trabajador de la construcción de Santa Coloma de Gramenet Francisco Téllez, de las que tenemos documento fotográfico. También de los trabajadores de Laforsa en Cornellà, en una huelga de más de cien días, que comenzó durante la agonía de Franco y que arrastró a una huelga general a toda la comarca del Baix Llobregat. También de los curas obreros y de barrio y de organizaciones católicas como Juventud Obrera Católica (JOC), Juventud Agraria Rural Católica (JARC) y Acción Católica Obrera (ACO). De la Unió Sindical Obrera de Catalunya (USOC), creada en el año 1966, de la reconstrucción de las históricas centrales UGT y CNT. De todas aquellas personas y organizaciones que hicieron posible la mejora de las condiciones laborales y de vida y la conquista de las libertades, de las instituciones democráticas y del autogobierno de Cataluña. La Universidad de Barcelona siempre ha tenido muy presente al sindicalismo, creando espacios de colaboración en la preservación documental, la investigación, la formación y la transmisión de conocimiento. El Centro de Estudios Históricos Internacionales[5], creado por Jaume Vicens i Vives hace setenta y cinco años, en los años setenta, en plena clandestinidad y bajo la dirección del doctor Emili Giralt, tuvo buen cuidado de recoger, guardar y catalogar todo tipo de documentación (revistas, folletos, octavillas, carteles, pegatinas…) para poder hablar históricamente de aquellas personas anónimas a las que se refería Walter Benjamin. En la actualidad el CRAI[6] del Pabellón de la República reúne un volumen considerable de documentación de carácter sindical de muchas empresas y de asociaciones de vecinos. Asimismo, el CEHI, junto con la Fundación Cipriano García, publica desde 2008 una revista académica (Segle XX. Revista Catalana d’Història)[7] y participa en la formación de los dirigentes sindicales a partir de posgrados y otras jornadas de estudios. En la Sección de Historia Contemporánea y Mundo Actual, el profesor Jordi Ibarz lidera varias redes de estudio sobre los estibadores europeos y americanos y el profesor Javier Tébar lidera una red internacional sobre la democracia económica y la participación de los trabajadores en los consejos de administración de las empresas en los países del sur de Europa. En este sentido la Universidad de Barcelona, como universidad pública, quiere seguir observando al sindicalismo como un actor fundamental de nuestra sociedad democrática, siempre en construcción y, desgraciadamente, hoy en peligro. Vivimos tiempos oscuros, definidos por algunos como posdemocráticos y conceptualizados, por otros, como de autoritarismo plutocrático. Todo hace pensar en un cambio de rasante histórico que deja atrás, como mínimo, el espíritu de 1945. En este sentido, volvamos a los campos de concentración nazis. En los actos y manifiestos protagonizados por los supervivientes en ningún momento ha estado presente el imperativo categórico del «nunca más». Los supervivientes han subrayado su identidad antifascista y han manifestado su agradecimiento a los ejércitos aliados y a los combatientes que habían hecho posible la derrota del nazi-fascismo. El antifascismo como el ADN del difícil «nosotros» de los europeos, que nació del Manifiesto de Ventotene, en un islote lleno a rebosar de centenares de antifascistas desterrados allí en 1941, cuando la sombra alargada y tenebrosa del Tercer Reich ensombrecía todo el continente europeo. La historia nos enseña que la humanidad no aprende nada de ella. Quizás actos como este no nos sirvan para evitar la barbarie, la regresión de los derechos civiles y sociales o los problemas medioambientales derivados del capitalismo fósil y del cambio climático, pero, a buen seguro, nos aleccionan sobre cuál debe ser nuestro comportamiento: plantar cara, complicarse la vida, tomar partido, construir organizaciones colectivas democráticas y encontrar los caminos de un mañana diferente y mejor, como hicieron los sindicalistas que hoy homenajeamos. Esperamos ser dignos de su ejemplo. Que así sea.Notashttps://www.memoria.cat/ ↑https://memoria.gencat.cat/web/.content/00_serveis_educatius/MD/testimonis_aula/docs/topcat-1963-1977.pdf ↑https://expresospoliticsdelfranquisme.com/generacio-top/exposicio-generacions-top/ ↑https://expresospoliticsdelfranquisme.com/ ↑https://cehi.ub.edu/ ↑https://crai.ub.edu/es ↑https://revistes.ub.edu/index.php/segleXX ↑ Fuente → mientrastanto.org La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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