De nostálgicos árboles, pavos reales y siestas

Creo que fue en el hebreo Amos Oz donde leí magnífico estudio sobre primeras frases de las novelas. La de "La Regenta" es expresiva de la Vetusta que ocuparía dos tomos que, tal los de "El Quijote", no tienen adarme ni desperdicio. Hasta que no fatigué tierras flamencas (de Flandes, ha de entenderse) no se me quitó la consuetudinaria siesta encontrándome al regreso con que lo que para los nórdicos eran chanza y pereza, ahora resulta recomendación galena, casi higiene, frente a tensiones cardiovasculares. Una frase que merecería letras de oro en esta ciudad es del periodista Lucas Blanco, publicitando al paisajista José Valdeón en este periódico: "El primogénito de los 90.000 metros cuadrados de zonas verdes del Campo San Francisco, tiene unos 400 años pero está como un chaval". Habiéndolo contemplado décadas, incluida una de munícipe, no había reparado en la hermandad de este majestuoso ejemplar, a la vera de la antigua Herradura, con el icono que se perdió en Uría en 1879 del que se erigieron placa horizontal conmemorativa, trozos en una hornacina de las consistoriales, a modo de convencional guarda parisina a la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre o Metro, que creo quitaron del colofón de la escalera, y en el crucifijo del Salón de Plenos, que imagino sí mantendrán. Me pregunto si los anclajes metálicos del llamado torpemente "Pavo Real" no hieren de pánico y muerte las viejas raíces arbóreas como sucedía con el bailongo de la antigua SOF, feliz y valientemente suprimido por Covi Bertrand; de lo que estoy seguro, no obstante, es del daño irreparable del restorán que proyectan o defienden los Can / Cu, Almeida y Godolfo en pirueta de la más cruenta lanzada al espíritu de los bellísimos valles astures, y también, por ende, teverganos. (Pido disculpas por no emplear la supuestamente ortodoxa "b").