Tras escribir una tesis doctoral pionera que abrió nuevos horizontes a la historia obrera dentro del Estado español, Miquel Izard chocó quizás...
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Miquel Izard Llorens, in memoriam Tras escribir una tesis doctoral pionera que abrió nuevos horizontes a la historia obrera dentro del Estado español, Miquel Izard chocó, quizás inevitablemente, con los límites represivos del franquismo y se vio obligado ir al exilio. Prueba de la enormidad de su intelecto, lo que fue una pérdida para la historia española contemporánea se convirtió en una importante ganancia para la Historia de las Américas. Nunca sabremos cómo Miquel podría haber desarrollado sus primeros trabajos sobre la historia obrera de España en la universidad posfranquista, pero si nos atenemos a los estudios que publicó tras su regreso a Barcelona, claramente nos vimos privados de un gran talento. De todos modos, sea cual sea el continente sobre el que escribió, su legado es una bibliografía importante consistiendo de una obra sistemáticamente impregnada de su inmensa humanidad y sus agudas observaciones. Chris Ealham Estudié historia en unos años en que todo parecía posible. No eran tiempos tranquilos pero sí estaban llenos de optimismo. En aquel momento, en la Universidad de Barcelona sabías que, en una asignatura, lo más importante era elegir el profesor y sabías que, para estudiar Historia de América, habías de escoger a Miquel Izard, en sus clases aprendí que, además de aztecas, mayas e incas, había un gran número de pueblos que ya estaban sometidos antes de llegar los españoles, y que a pesar de ya estar sometidos, la llegada de estos creó un pesimismo vital que se tradujo en una disminución de la natalidad. No era una España gloriosa. Sin embargo, de sus clases salías lleno de energía porque eran dinámicas y alegres, cuajada de anécdotas como cuando explicó que su hija, al ir a Venezuela, le preguntó a su padre si los españoles habían llegado haciendo colita (autoestop en Venezuela). De sus clases guardo una frase: “se acata pero no se cumple”. Era lo que decían gobernadores y autoridades cuando llegaban las disposiciones de la metrópoli, poniéndoselas encima de la cabeza. La repito con frecuencia porque es algo habitual en este país en el que vivimos. Hace unos años, en un encuentro sobre patrimonio que coordinaba, la dije, citando a Izard. Al pronunciar su nombre vi como muchas caras se iluminaban con esa sonrisa que nos brota al pensar en alguien que apreciamos. Cuando supe de su desaparición por “Ser histórico”, lo comuniqué a unos amigos y uno, que estudió literatura en la Autónoma de Barcelona, recordó que siempre le esperaba, a pesar de no ser su alumno, para traerlo en coche a la ciudad. Hace mucho que sé que la ideología no nos vacuna contra nada, que lo importante de un ser humano es la honestidad y la empatía, por eso creo que Izard fue “en el buen sentido de la palabra, bueno”. Mª Cruz Santos El 16 de enero de 2024 a muchos nos dio un respingo el corazón al comenzar a recibir mensajes acerca del fallecimiento de Miquel, de 89 años, la última vez que hablamos fue para pedirle unas líneas para un artículo que ya no pudo ser… Pero tal vez su último texto fuese uno de sus más simbólicos aportes a la lucha por la recuperación de la memoria obrera: el prólogo al libro de Josep Pimentel En blanco y negro. Allí dejó una magistral introducción al inmenso trabajo de Josep, con el título de «Guardianes de la memoria versus Funcionarios del olvido», Izard demostraba por última vez su inimitable capacidad para definir implacablemente el statu quo historiográfico en que navegamos unos pocos, voluntariosos e infatigables «francotiradores», rescatando la memoria frente a un sistema perfectamente engrasado y articulado dedicado a salvaguardar las mentiras de la que él denominaba acertadamente H.O. (Historia Oficial) e H.S. (Historia Sagrada) creadas para perpetuar la falacia. Conocí a Miquel allá por 2017 en Barcelona, era un tipo amigable que sentía curiosidad por mi interés en la historia obrera, tras mostrarse como un ser cercano, divertido y generoso. Mantuvimos una amistad que derivó en el envío continuo durante años de todos los libros que iba sacando con editoriales autogestionadas como El Lokal o Virus. Los últimos que recibí fueron Entre la ira, la inquietud y el pánico (editado por Plataforma Historia), un monumental trabajo documental sobre un tema muy olvidado por los historiadores: la retirada de Cataluña de medio millón de personas ante el avance de los franquistas bajo el fuego de la aviación, el hambre, la lluvia y el barro, a lo que sumar la política despiadada de Francia que se encargó de aislar a los refugiados españoles en indignos y vergonzantes campos de concentración; el otro fue Genocidas, cruzados y castradores (Ed. por Catarata), un ensayo en el que desenmascara la historia oficial con la perspectiva de poner en la misma balanza las atrocidades cometidas en la mal llamada «conquista de América» y la —no menos falsa— «guerra civil» y la postguerra, demostrando que el relato contado era parte de un plan para enterrar el pasado de los vencidos en ambos sucesos. De su obra yo solo tenía por entonces su magnífica tesis sobre la industria algodonera en Cataluña y su estudio sobre Las Tres Clases del Vapor (una de las primeras sociedades obreras allá por la segunda mitad del S. XIX), ambos volúmenes conseguidos tras búsquedas en libreros de viejo; el resto, desde el mismo Pavelló de la República, él se encargó de enviármelos. Su trabajo impresiona por su concisión, derroche semántico, ingenio e ingente labor documental además de conseguir crear potentes ideas-fuerza ya instauradas en el imaginario colectivo como la LAL (Leyenda apologética y legitimadora) o las ya citadas HO e HS. Nacido en Barcelona allá por 1934, en plena ebullición revolucionaria, solía recordar con cariño sus primeros años en un parvulario del CENU (heredero de la Escuela Moderna) donde «llamaba ‘mare’ a su puericultora», el 31 de diciembre de 1938 una bomba italiana cayó en un edificio aledaño y acabó con el sueño. Interesado en los movimientos obreros y sociales se doctoró en Filosofía y Letras -con especial incisión en la Historia- en la UB. Era uno de los últimos discípulos de los grandes, como Jaume Vicens Vives o Jordi Nadal Oller, así como de Pierre Vilar en la Ecole Practique des Hautes Etudes parisina, llegando a ser docente y titular del departamento de Hª de América en la UB. A pesar de las trabas de la dictadura, la censura, las limitaciones en los accesos a fuentes primarias y necesidad de reinterpretar los eventos clave que la presión de un régimen que instauró su versión de lo acaecido, todos estos desafíos no hicieron sino reforzar su determinación en agudizar su visión crítica y renovadora sobre la historia reciente de Cataluña y el resto de España. Afiliado al PSUC (partido antifranquista por excelencia durante la dictadura) en 1966 fue partícipe de la constitución del Sindicato democrático de estudiantes llevado a cabo en el convento de los capuchinos en Sarrià junto a 450 compañeros más entre los que cabe destacar a Manuel Sacristán, Federico Fdez. Buey, Salvador Espriu, Oriol Bohigas o Sole y Tura. La «Capuchinada», como pasó a ser conocida, acabó con una brutal represión por las autoridades franquistas, policía y Guardia Civil rodearon el convento y desalojaron violentamente a los asistentes, los sucesos se coronaron con torturas y cárcel, siendo algunos enviados a campos de concentración como el de Segovia. Aunque la represión fue muy severa, la Capuchinada dejó un legado importante para continuar en la lucha por las libertades en España, inspirando a nuevas generaciones de intelectuales que siguieron el combate por la democratización del país. En ese mismo año fue expulsado por el régimen acusado de colaborar con movimientos antifranquistas, siendo la venezolana Universidad de Mérida su hogar de acogida en el exilio, en su caso la Capuchinada fue un tiro en el pie del caduco régimen que solo consiguió dar fuerza y energía a un autor dedicado en cuerpo y alma a desmontar las fábulas oficiales de las independencias hispanoamericanas. Este hecho marcó su trayectoria haciendo que se fuese convirtiendo en un investigador que abarcó diferentes periodos históricos y geográficos, claves para la comprensión de las dinámicas sociales, políticas y culturales del lugar y momento que ocupase, en sus palabras «el estudio de los vencidos solo se logra hallar buceando en fuentes alternativas, como cuentos, fábulas o canciones»; si hasta entonces había centrado sus investigaciones en Cataluña, el exilio a Venezuela lo convirtió en un americanista centrado en poner en valor las clases oprimidas, las sociedades marginales autogestionadas y replantearse la «conquista» en sus magníficos trabajos «El rechazo a la civilización. Sobre quienes no se tragaron que las indias fueron esa maravilla» (Ed. Península), «Orejanos, arrochelados y cimarrones» (Ed. Sendei) o «Agresores, resistentes y cimarrones» (editado por sus compañeros de El Lokal) y algunos libros más. Además de impartir clases en la ULA de Mérida, lo hizo en la UCV de Caracas o la NYU de Nueva York, una América donde se granjeó miles de amistades de varias generaciones de alumnos dejando una profunda huella en quienes le trataron. Tras la muerte de Franco volvió a España donde volvió a impartir clases en la UB. En octubre del 2005 se jubiló (por imperativo legal, decía), comenzando a ser incompatible ganar algo de dinero por publicar en editoriales de renombre con su justa paga de jubilado, también dejó de contar con el apoyo de la Administración para seguir indagando en sus investigaciones en América y fue entonces cuando comenzó a centrarse en aquel inverosímil verano del ’36, poco a poco y con la llegada de una nueva hornada de investigadores más atrevidos fue comprendiendo los increibles cambios que se habían implantado allí en todos los niveles, llegando a construirse una sociedad antagónica a todas las anteriores. Comenzó a pasar horas y horas en el Pavelló de la República donde encontró material que le estimuló a recomenzar sus indagaciones y nuevos escritos suyos vieron una luz necesaria, así empezó una frenética actividad investigando sobre la Cataluña revolucionaria. Su obra «Que lo sepan ellos y no lo olvidemos los demás» (Ed. Virus) fue pionera en contar aquello silenciado durante décadas: las colectivizaciones de campos y fábricas, las expropiaciones de edificios de burguesía y clero para convertirlas en escuelas, comedores sociales u hospitales, en contar en suma la transformación de las estructuras tradicionales y la vida misma en un trepidante tiempo en que el pueblo fue por primera vez dueño de su destino. Uno de sus enfoques más interesantes y polémicos fue la conexión entre el nacionalismo catalán y las clases sociales y cómo el sentimiento de pertenencia a una nación no siempre ha sido homogéneo ni ha estado exclusivamente vinculado a una ideología política. De hecho, en sus trabajos ha subrayado cómo el nacionalismo catalán ha sido interpretado de distintas formas según los contextos socioeconómicos y culturales de cada época, además, dedicó importantes estudios a las figuras y actores que han jugado un papel clave en la historia política catalana, desde la Segunda República hasta la actualidad. Su análisis ha sido esencial para comprender no solo los aspectos ideológicos, sino también las luchas de poder dentro del propio movimiento nacionalista, que han contribuido a generar las divisiones políticas aún hoy presentes en la sociedad catalana. Una de las características distintivas del trabajo de Miquel Izard fue su capacidad para integrar la historia social y cultural en su análisis, a diferencia de otros historiadores más centrados en la política y los grandes eventos mostrando un interés particular por las condiciones de vida de las clases populares, su papel en los procesos históricos y cómo las culturas locales han influido en la construcción de identidades colectivas. A través de su estudio de la historia social, ha logrado sacar de las sombras los aspectos de la que suelen quedar fuera del radar de la historiografía convencional, como las luchas sociales en Cataluña, el papel de las mujeres y las minorías, etc… Su obra ha permitido ampliar la mirada sobre los procesos históricos, evidenciando que, aunque la política de alto nivel es importante, los vaivenes sociales tienen una enorme influencia en el devenir de los acontecimientos. La historia de las clases populares y sus movilizaciones también ha sido un tema recurrente en su obra. Trabajó meticulosamente los movimientos obreros y sindicales en Cataluña, su relación con el franquismo y, posteriormente, con la transición hacia la democracia, demostrando cómo la lucha han sido un motor de cambio, tanto en el ámbito político como en el social, alejándose de enfoques más tradicionales y formalistas, basados en la historia política de las élites, y centrar su atención en los procesos sociales y económicos que afectan a las mayorías. Todo esto sin duda por estar fuertemente influido por la historiografía francesa, particularmente la escuela de los Annales, poniendo el énfasis en el estudio de la historia desde una perspectiva social y cultural, Miquel fue un gran defensor de la importancia de la historia como disciplina crítica que debe estar al servicio de la comprensión del presente, desentrañando los hilos invisibles que conectan el pasado con la actualidad. Su obra ha influido en generaciones de historiadores y ha sido fundamental para la renovación de los estudios históricos sobre Cataluña y España. Además, ha sido un referente en el desarrollo de una historia más inclusiva y plural, que reconoce las múltiples voces y perspectivas dentro de la sociedad. En suma, fue un historiador combativo, involucrado en cualquier causa noble y apasionado, un autor cuya obra no deja a nadie indiferente. Su entrada en el mundillo de facebook hacia 2010 trajo un soplo de aire fresco, sus post eran auténticos diamantes que te retrotraían a sus textos, con continuas peticiones en change.org sobre enfermedades raras, la inhabilitación de Hazte Oír, la dimisión de la cúpula del PP o el fin del apartheid en Gaza (ya antes del actual genocidio israelí), etc… su contundencia no tenía límites, ha dejado señas indelebles en la historiografía contemporánea y en su gente, su legado perdurará como un ejemplo de cómo la historia puede ser una herramienta vital para comprender las sociedades y los procesos que las definen y como persona ha dejado una profunda huella en quienes le admirábamos y seguíamos con fruición. Valgan estas líneas para dejar clara la devoción que le profesamos quienes aún luchamos para recuperar la memoria en un país impenitentente amnésico. Te añoramos, Miquel. Bibliografía completa del profesor Izard -La revolución industrial en España: expansión de la industria algodonera catalana, 1832-1861 (1968, tesis doctoral) -Revolución industrial y obrerismo. Las Tres Clases del Vapor en Cataluña (1969-1913) (1970) -Series estadísticas para la historia de Venezuela (1970) -Esclavos y negreros (1975) -El siglo XIX. Burgueses y proletarios (1978) -Manufactureros, industriales y revolucionarios (1979) -La miedo en la revolución. La lucha por la libertad en Venezuela (1777-1830) (1979) -Tierra firme. Historia de Colombia y Venezuela. Orejanos, cimarrones y arrochelados (1989) -Latinoamérica, siglo XIX (1990) -Tierra Firme: Historia de Venezuela y Colombia (1995) -Sin leña y sin piezas deberemos quemar la barca. Pueblo y burguesía en la Cataluña contemporánea (1998) -El rechazo a la civilización. Sobre quienes no se sacaron que las Indias fueron esa maravilla (2000) -Patagonia: crónica de un viaje (2011) -Que lo sepan ellos y no lo olvidemos nosotros: el inverosímil verano del 36 en Cataluña (2012) -Entre la ira, la inquietud y el pánico (2013) -Genocidas, cruzados y castradoras: terror y humillación en nuestro pasado (2015) -1968: cuando se marchitó el rojo de las banderas (2018) -Gobernar, coordinar o prevaricar (2019) Fuente → serhistorico.net La Voz de la República - Todas las Noticias RSS El Primer DNI Republicano
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